viernes, 29 de junio de 2012

La otra educación 4.

En algún post puse algo acerca de que no somos educados inocentemente, que por algo pensamos como pensamos y contaba cómo había llegado a Bourdieu. Y cómo, el curso de Didáctica me había vuelto a abrir la cabeza. El punto es que desde chica yo cuestionaba el sistema educativo, y luego cuando ejercí como maestra de música en escuelas primarias y jardines de infantes y algún que otro curso de adolescentes y adultos, yo veía que la cosa no era como decían otros docentes, los supervisores y docentes de mis cursos y carrera.

Si algo siempre me había confundido, era que si algo me criticaban era que yo les daba "demasiadas" alas, que permitía que traspasaran los límites. Yo no lo sentía así. Sólo los escuchaba. Y cuando los estudiantes hablaban ahí se veía que no habían entendido, no habían aprendido, no habían "cambiado" su cabeza, como se supone que hace un auténtico aprendizaje. Pero sí, respondían bien, los exámenes estaban bien, caminaban respetando el pulso (auxiliados por un piano machacado o bien con alguna música bien marchosa) y cosas por estilo.

Qué pasaba, ¿por qué mostraban el resultado que se esperaba de ellos como señal de aprendizaje y el aprendizaje no había ocurrido? Seguramente yo estaba interpretando mal, aunque los mismos estudiantes reconocieran que no habían entendido o bien que aplicaran mal un concepto "aprendido".

Luego incursioné en universidad, ya en Ingeniería como Lic. en Análisis de Sistemas. Y ahí era más claro. Los estudiantes podían (igual que yo) aprender a responder lo que el docente quería. Todos contentos: estudiantes con un 7, docentes con muchos estudiantes aprobados, directores de departamento con estadísticas sólidas. Pero yo conversaba mucho con los estudiantes, hablaba y los hacía hablar, los invitaba a cuestionar, los provocaba un poco tal vez. Y ahí saltaba la laucha. No tenían idea. No podían aplicar, no veían el concepto sino la forma de la respuesta esperada. Entonces hablábamos de otra forma del concepto y ahí uno veía que la mirada les cambiaba, como si de repente no estuvieran más allí, y estuvieran cayendo por el pozo de Alicia. Y a veces, incluso un "ahhhh" tenue, muy tenue. Y yo pensaba: "ahí cayó".

Algunas charlas, ahora lo sé, tenían contenido político. No directamente pero ahora, recién ahora me doy cuenta de que esas ideas eran como una infección, y me brotaban por los poros. Era lo que a algunos los movía a discutir. Y eso me gustaba. No me gustaba que asintieran sin más. Me gustaba que confrontaran, que opusieran argumentos, que desarticularan los míos. Ahí me iba ancha, feliz, gozosa, orgullosa. Y los cuatrimestres terminaban con montones de cuestionamientos y era ahí cuando mis JTP me decían: "los escuchás demasiado, los chicos siempre van a decir eso".

Todo esto para invitarlos a escuchar un podcast, no mío, es largo, bastante largo. Es una charla durante la presentación de un libro. El libro se llama "La (A) en la pizarra. Escritos anarquistas sobre educación" de
Bájense el mp3 o bien escúchenlo mientras hacen otras cosas, si no tienen 71 minutos para dedicarle. Así lo hice yo. Lo escuché como quien escucha la radio mientras trabajaba en tareas que no demandaban concentración.

Ahí va: "La (A) en la pizarra". Y esto lo encontré hoy, a poco de haber escrito los post anteriores "La otra educación 1, 2 y 3".

En el próximo post los invitaré a leer un artículo que me pareció muy bueno sobre el Estado. También estas eran ideas que se fueron formando en mi mente. Pero posteriormente, éstas no me crecieron de chica.

Buenas tardes.


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