miércoles, 24 de noviembre de 2010

Los que van quedando a un lado

A esta altura del año me resulta difícil retomar la lectura. Me refiero al tema del trabajo. No sólo quiero releer el ensayo y un artículo que encontré en Internet sino que además me pasaron un artículo "¿Qué es un buen trabajo?" que deseo leer.

Pero nuevamente tengo tema para rezongar un poco más. Y tiene que ver (redundantemente) con el trabajo.

En otro post mencioné un caso de un empleado (en una empresa en donde trabajé antes) que conocí, que merecía una promoción y que se convirtió en un "muerto vivo".

Hace unos años supe que esa empresa, que en su momento era una pyme (más "me" que "p") estaba creciendo (esto se veía en las noticias de los diarios, además de otros medios), llevando sus procesos a estándares y profesionalizándose. Cuando me enteré de este interés en estandarizar sus procesos pasaron por mi cabeza dos ideas. La primera tenía que ver con el apego a las viejas prácticas con las que yo había tenido que lidiar muy duramente, folklore que había sido sostenido y mantenido por la dirección. La segunda era que el interés del dueño en estandarizar sus procesos obedecía al deseo de incrementar su valor para una futura venta, o bien para cotizar en bolsa. Porque como pyme, funcionar, funcionaba bien.

Enseguida llegó la confirmación de que el interés era aumentar el valor. Sin haber implementado este cambio la empresa salió a la bolsa con obligaciones negociables (obviamente también salió en los diarios). Pero acciones tal vez es otra cosa. Otra permanencia.

Durante un par de años no hubo novedades. Luego comenzaron a incorporar empleados, plantas, nuevos negocios, disímiles, diversificados, enroques con los depósitos, emprendimientos inmobiliarios, exportación... fuera de su rubro. Y nuevos directores y un gerente general. Sin promociones del personal histórico.

La vieja camada se sintió dejada de lado. Y el malestar ataca hoy a cada uno de manera diferente. Entraron nuevos profesionales y en las entrevistas les decían que deseaban un recambio, una renovación, una mayor profesionalización. Esto me enteré no ya por amigos sino por una compañera en un curso que hice a mitad de año y que estaba ingresando a la empresa. (Todo se sabe tarde o temprano, ¿eh?).

Un amigo que aprecio mucho hoy está sufriendo una mezcla de síndromes. Y conozco varias personas allí con las que mantengo relación, tal vez no tan frecuentemente, pero sí con gran afecto. Y habrá más víctimas. Sé de gente que vivía dentro de la empresa, que ha descuidado a su familia y a sus afectos. Historia conocida, ¿no?

Ya no es una gran familia.

Y sospecho que esto es consecuencia de los planes leoninos de alguna consultora estratégica. De esas que se enfocan en los procesos y se desenfocan de las personas que los llevan a cabo. La transición entre pyme y empresa grande, líder en su rubro, se está haciendo con crueldad.

Hay otras soluciones. Hay alternativas. La sospecha más viva hoy en día, es que se trata de acelerar el saneamiento para propiciar una excelente venta.

Ajo y agua.

Buenos días.



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jueves, 18 de noviembre de 2010

La docencia como un juego de cazadores y cazados

Hoy tuve una clase de "cierre" de un Workshop. La docente, Viviana, excelente (no menciono el apellido porque tal vez no desea "figurar" en Internet), estuvo a cargo de un curso de Oratoria, digamos, de "Comunicaciones efectivas", pero en inglés.

El curso, perfectamente diseñado. Material excelente, útil, aprovechable al máximo (para mi nivel de inglés). Viviana, la docente, excelente, organizada, presente, atenta, observadora de las dificultades, en pleno dominio de los recursos y de la atención de los asistentes.

El curso fue un mes atrás.

Y hoy, un mes más tarde, teníamos una especie de "evaluación": una presentación en WebEx, en donde debíamos presentar a nuestra área y a nosotros mismos, con todos los pasos y recursos: programación de la reunión, invitación a los asistentes, confección de la presentación, con todos los elementos, apertura, agenda, desarrollo, gancho, pausas, lenguaje, conclusiones, preguntas y cierre.

El mes corrió y no habíamos podido reunirnos con mi compañera para preparar el material y ensayar, ya que para ambas presentaba una cierta dificultad. Ante la negativa a nuestra solicitud de posponerla nos pusimos a trabajar. Logramos hacer algo respetable, nos organizamos y finalmente esta mañana completamos la evaluación.

Sentí que habíamos sido respetadas porque la clase había cuidado todos los detalles. El trato de nuestra docente, Viviana, había sido cordial, paciente, atenta, solícita. Y ahí caí en la cuenta de cuán poco frecuente es ser respetado como alumno/a.

Y no pude menos que recordar el parcial que tomamos el martes pasado. Estamos haciendo grandes esfuerzos en el grupo por mejorar esto pero yo noto que aún falta un poco para vencer este tufillo a arbitrariedad hacia la experiencia de aprendizaje del estudiante.

Volviendo al cierre del workshop de inglés, cuando le hice llegar algunas palabras a mi docente, le puse que había sido muy enriquecedor porque había aprendido de ella, del diseño del curso, de mis compañeros, de las actividades. Pero sobre todo, del respeto hacia mi tiempo y mi energía (que a esta altura del año, ya es escasa).

Está bueno no dejar de ser alumno, nos recuerda aquello que esperamos de nuestro docente y de la institución que enmarca el proceso.

El punto es que en el curso de Didáctica que hice en la facultad, éramos conminados a tener en cuenta estas cuestiones. Eso que no es parte del temario pero que está presente, el respeto, la organización, es también indicativo, tiene significado y produce un aprendizaje en el alumno. El alumno también aprende a hacer trampas o a ser frontal en respuesta a lo que yo hago como docente. También le transmito cuánto valoro la transparencia o la voluntad de llegar a acuerdos y entendernos en el mismo lenguaje y con protocolos conocidos y acordados. Y esto es algo que, de ser experimentado, se hace difícil después, elegir otra cosa.

En la materia en la que trabajo hemos hecho grandes cambios pero aún faltan muchos por hacer. Pero algunos puntos importantes fueron difíciles, como comunicar anticipadamente el puntaje de cada uno de los puntos del parcial, el tiempo y las extensiones de tiempo para la resolución, el material de organización previo a la materia, etc. Cuestiones de transparencia, cuestiones de claridad o acuerdos previos. Esto cuesta, cuesta culturalmente. Cuesta el cambio.

¿Por qué hay tantas resistencias a decirles a los alumnos el criterio de correción, qué es lo importante, qué punto vale más? ¿Por qué una actividad tan natural y genuina como la "priorización" es tomado por los docentes como "especulación"? ¿Acaso no deseamos que los estudiantes se preparen para la vida real, para el trabajo? ¿Acaso no tendrán que graduar su tiempo y su energía, utilizar el sentido común, aplicar criterios y tomar decisiones? Les hablamos de Pareto y después pretendemos que no lo apliquen en su examen cuando nosotros no valoramos todo de la misma forma. ¿Por qué no favorecer que lo hagan, evaluar también eso y hacer la devolución correspondiente y los fundamentos de dicha evaluación?

Esto también es parte del respeto. Terminar una materia y no haber tenido un buen rendimiento y no saber qué es lo que falló, por qué mi criterio no fue bueno, qué desatendí, no es un buen final. Falta algo. Falta saber cómo se inserta la materia y lo que propone, en la realidad.

Buenos días.



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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Las estrategias anti-copia

Recordé luego del post de anoche, algunas estrategias anti-copia de docentes que tuve:

-Una hoja con las fórmulas. El docente indicaba que para el parcial se podía traer una hoja con las fórmulas (lo que era más común copiarse).

-Una única hoja con cualquier cosa que uno quisiera. No importaba el tamaño o la naturaleza. El machete oficial estaba permitido. Ese docente decía que para lograr que el contenido del parcial entrara en una hoja, el estudiante tenía que estudiar más que memorizando porque estaba obligado a resumir, a elegir lo fundamental, a buscar formas de representación conceptuales avanzadas.

-Carpeta abierta. Recuerdo un coloquio de Inteligencia Artificial y de Base de Datos (con el mismo docente, el petizo Carranza). El examen duraba una hora y media. Sólo quien sabía la materia sin dudar podía resolverlo en ese tiempo. Se podía tener la carpeta. Yo había "tabulado" toda la carpeta, solapitas con hasta 3 palabras a modo de índice. Ese trabajo me había llevado a tener una conocimiento acerca de cómo estaba estructurada la materia. Sabía la materia en ese punto. Sólo usábamos la carpeta para confirmar lo que ya sabíamos y evitar las lagunas por nervios. Si no sabíamos no había tiempo de leer y volver a razonar.

-Medidas compulsivas. Dejar las mochilas, bolsos y carteras en el frente. El docente ubicaba a los alumnos desparramándolos en el aula, sólo con un par de hojas, algo para escribir y calculadora (por ejemplo). Esto me parecía una mala práctica ,desconcentraba porque se percibía como un maltrato, como un desprecio ("ustedes son vivos pero cuando ustedes van nosotros volvemos 2 veces").

-No dejar salir del aula comenzado el examen: para evitar consultas en el baño, personales o por teléfono.

Recuerdo que hará cosa de un año, vi una película acerca de un concurso entre colegios: matemática, física, etc. Se llama "Cheaters". Concursaban colegios excelentes, y colegios de zonas marginales o con serios problemas sociales. Un grupo de alumnos debe participar pero tradicionalmente ese colegio pierde. Deciden hacer trampa y un docente los ayuda. (El link en el nombre de la película conduce a un blog que analiza también la película y vale la pena leerlo, tal vez más que éste ;)

El tema es que ese docente les enseña a hacer trampa.

Los organiza, desarrollan estrategias de copia, obtienen las preguntas por anticipado. Algunos se encargan de la logística y otros representan el papel de "bochos" que responden a las preguntas. Acuerdan cuándo, cuánto y cómo fallar para no levantar sospechas. Todo el curso se pone a investigar para obtener las respuestas. No deben hablar entre sí fuera del certamen, no debe parecer de que están organizados.

El grupo gana el certamen contra todo pronóstico. Ahora deben ser cohesivos
Pero hay dos problemas. Uno, superado casi inmediatamente, es que el afán de ser estrella hace que alguno no falle cuando debía y levanta sospechas temporariamente. El otro, más frave, es que la distribución de roles no satisface a todos y alguno que quería "figurar" traiciona al grupo.

Las autoridades de todos los colegios, los medios, la sociedad se encadaliza. No tanto por la trampa sino porque un docente les enseñó y los entrenó en cómo hacerlo. Los chicos se van quebrando. Son castigados socialmente con el desprecio y el cuestionamiento.

Algunos de ellos años más tarde dice:

"Hicimos trampa pero lo que aprendimos con ese docente nos va a servir toda la vida. Cómo organizándonos, distribuyéndonos la tarea, pensando estrategias, podíamos vencer el aparato que perpetuaba los mismos ganadores año tras año y nos estigmaba como perdedores por el colegio del que proveníamos".

El docente tampoco se arrepentía. Sus argumentos serían interesantes para otro post.

Creo que la película se basaba en un caso real. Sino, hubiera podido serlo. No había cosas imposibles, fuera de costo, o absurdas.

Cuestionable incuestionablemente.

Pero esos argumentos, tan reales, los motivos, ¿de qué forma genuina podríamos cubrirla? ¿Cómo evitar la reproducción bourdiana que comentaba la alumna? ¿Cómo lograr eso mismo, por el lado "legal", sacando la trampa, eliminando el problema ético?

Buenos días.


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Post triste

Mi ausencia de estos días se debe al encadenamiento de varias circunstancias, la primera, que habiendo finalmente encarado el tema del "trabajo", me he visto obligada a revisar lo que sé (y de dónde proviene) y qué más me falta saber. Y otras causas como acumulación de trabajo debido a la altura del año y algún temita de salud que me mantuvo en cama varios días.

Y no era mi intención escribir esta semana, pues aún me falta mucho por leer sobre el tema. Y he evitado la tentación de escribir de otros temas que han ido surgiendo. Pero hoy no puedo evitar volver a escribir, y esta vez sobre la tristeza.

Tiene que ver con mi función docente.

Siempre me cuestioné (hasta que llegué a MI respuesta, la que me sirve a mí y pocos comparten) por qué las evaluaciones son instancias tan duras, tan crueles y tan poco comunicativas respecto de lo que ocurre con el crecimiento del conocimiento y pericia para resolver problemas, del estudiante.

Yo observé que uno entra en un juego parecido al de los antivirus y los virus. En cuanto un programador diseña una nueva estrategia de ataque o bien lo implementa novedosamente a través de un nuevo malware, otro desarrolla una estrategia de detección y neutralización. Con los exámenes pasa algo parecido: los estudiantes desarrollan estrategias de copia y los docentes desarrollamos nuestro sexto sentido para darnos cuenta.

Es un conjunto de señales, una cierta cantidad de medidas que separadas son ineficaces pero juntas permiten disuadir o invalidar la mayoría de las iniciativas. Manos bajo el banco obligan a estrechar el control. Lo mismo que las manifestaciones exageradas de preocupación, movimientos extraños, ciertos movimientos de los ojos o leves inclinaciones de cabeza o tronco. Antinaturales para la posición de escritura. A veces imperceptibles. Pero los detectamos. Entonces caminamos, recorremos, disimuladamente a fin de buscar nuevos indicios y neutralizar el intento. Evitando la confrontación, intentando que sea indiscutible. Pero estos controles son percibidos por el estudiante que se copia y por otros, próximos, y todos se ponen nerviosos y se desconcentran. Y algunos se sienten acorralados aún no habiendo hecho nada porque temen haber incurrido, sin querer, en alguna alarma y ser acusados injustamente.

¿Por qué generar esto? ¿Acaso no deseamos el mejor rendimiento de los estudiantes? Esto no contribuye.

¿De memoria? Los estudiantes creen que deben estudiar de memoria cuando no logran captar qué es aquello que naturalmente los conduce a las soluciones con un esfuerzo mínimo. Entonces recurren a la copia, al machete, a la consulta, al soplo.

Por eso soy partidaria de los parciales a carpeta abierta, con resolución de problemas de aplicación con fines prácticos, o bien de opinión, o conclusiones. Si es eso lo que van a hacer profesionalmente. No van a recitar las normas de control interno, o el procedimiento de cobranzas. Tienen que saber qué función les está faltando, detectar dónde hay duplicación de tareas o falla un control, dónde se produce un hueco. Recurrirán a libros, políticas corporativas, buenas prácticas, foros, listas de correos. ¿Por qué no permitir que hagan uso de toda la artillería? Si esto también va a ser parte de su desempeño profesional.

Tsun Zu decía que nunca hay que dejar sin salida al enemigo. Bueno... enemigo. Es una figura para ilustrar la idea. ¿Es el parcial un desafío de controles y estrategias de evasión? ¿O es una instancia de aprendizaje, totalizadora, práctica, un clímax en la exigencia de aplicación de recursos?

Hoy un alumno mío fue sorprendido mientras se copiaba. Yo ya había notado esto que decía más arriba, que el control genera más tensión y que, si no hay señales, es innecesario. ¿Gano mucho logrando que ningún alumno se copie? ¿O gano más bajando un poco el control para que todos trabajen más relajados a costo de que uno o dos hagan trampa? Así que hoy decidí sólo mirar si detectaba las señales más groseras, posturales y actuar más desatendidamente. No nos pusimos de acuerdo, pero naturalmente cada tanto alguno hacía un paneo y se plegaba a la conversación más relajada, bromas, risas. Sabíamos que el parcial de hoy requería dejarlos tranquilos.

Y en ese escenario, un ayudante ve el machete. Grosero, torpe. Otro ayudante lo toma. Yo no quería ni mirar. El jefe de trabajos prácticos intervino. No se trataba de un mal alumno. A veces estas cuestiones se minimizan. Se le atribuye, anacrónicamente para mí, un significado demasiado relevante. La copia, el machete, la consulta es considerado una trampa y la trampa, un problema de ética. Puede conducir a un sumario y el sumario a una medida más drástica. Podríamos discutir días enteros si la decisión de copiarse responde a cuestiones éticas o a cuestiones psicológicas o sociales. No estoy tan segura. Lo que creo es que no tiene mucho sentido realizar una persecución que depura un procedimiento que no considero del todo útil, pues no garantiza que el resultado obtenido el estudiante, refleja su conocimiento. Los exámenes tradicionales no lo refleja. Reproducir un enunciado, la respuesta esperada, el concepto de libro o un diagrama de memoria, no dice nada de la capacidad del estudiante de diseñar una solución aplicando genuinamente conocimiento. Por eso para mí la copia es una respuesta equivocada e infantil a un problema mal formulado y anacrónico.

Hoy ningún profesional tiene que recordar memorísticamente una receta para su aplicación directa. Hoy en día los profesionales consultan, comparar, releen una y mil veces, una norma, un modelo, discuten con pares, consultan en foros para hallar la mejor solución con las restricciones bajo las que operan.

Es cierto que los estudiantes han sido entrenados tras larguísimos años de primaria, secundaria, CBC y primeros años universitarios a que la solución de problemas reales pertenece a la realidad y no al ámbito de la facultad. Y que en los parciales y finales hay que repetir lo que dice el apunte, el profesor o el libro. Esto debe ser revertido. La carrera debe ser el ámbito de discusión y de reflexión en el que deben entrenarse para poder diseñar soluciones y continuar autoformándose cuando las tecnologías y los cuerpos teóricos evolucionan.

Cuando ocurre que un estudiante es sorprendido copiándose me invade una profunda tristeza. Si hubiéramos controlado más no hubiera llegado a esa situación. Si hubiera controlado más. Pero yo no quería controlar más sino menos. Yo quiero parciales de carpeta abierta, Internet libre, libros online, cualquier recurso. No quiero controlar para que no me pasen y ser yo la que tiene el as en la manga y enorgullecerme de que me las sé todas. ¿Qué sé? ¿Sé impedir que el estudiante despliegue una estrategia alternativa al estudio? Esto es porque pido reproducción y no aplicación. Debería ser inútil copiarse. Debería ser inútil plantear una cuestión de ética o una cuestión psicológica o social en la trampa de evadir un control. ¿Es esto lo que les será más útil como profesionales?

Esto me entristece profundamente. Qué lejos estamos como docentes y como estudiantes de lograr de la universidad un espacio de conocimiento y aprendizaje.

Y evidentemente fallamos también en hacer germinar estos valores.


Buenas noches.


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jueves, 4 de noviembre de 2010

El trabajo como valor III returns, la primera secuela

Bueno, en realidad no es la primera secuela, será la cuarta o la quinta porque las anteriores aún no entraron al horno y requieren alguna elaboración más. Ese artículo me detuvo varias veces, pero luego de leerla y releerla me pica una cosita, en general, que quiero desembuchar.

Tiene que ver con esto de que el trabajo es un valor hoy por hoy para todos los de clase media en todas sus variantes, y parte de la clase baja. De la clase alta no puedo hablar porque me es muy ajena. No hablo de lo que "se dice" con palabras bonitas, sino lo que está en la boca y expectativa de la gente.

La gente sufre si no tiene trabajo, se deprime, porque no sabe qué cosa hacer con su tiempo. El artículo cita a Hannah Arendt: "La Edad Moderna trajo consigo la glorificación teórica del trabajo, cuya consecuencia ha sido la transformación de toda la sociedad en una sociedad de trabajo. Por lo tanto, la realización del deseo, al igual que sucede en los cuentos de hadas, llega un momento en que sólo puede ser contraproducente, puesto que se trata de una sociedad de trabajadores que está a punto de ser liberada de las trabas del trabajo y dicha sociedad desconoce esas otras actividades más elevadas y significativas por cuya causa merecería ganarse la libertad."

Ese esto último de "dicha sociedad desconoce esas otras actividades más elevadas y significativas por cuya causa merecería ganarse la libertad" lo que tal vez es lo que sume a la gente en la depresión cuando está sin trabajo (la gente influenciada por lo del trabajo como valor, eso de que el trabajo dignifica, realización a través de la profesión, estar haciendo siempre algo útil, sentirse útil, sentirse productivo, prosperar en el trabajo, etc).

No todos los estratos sociales están impregnados de este valor, sólo aquellos que aceptan el rol de hacer girar la rueda, producir para que todos consumamos (yo, primera). Y lo naturalizamos de tal forma que llega un punto en que si alguien nos lo muestra decimos "no, yo no soy así".

Luego desesperamos, excepto los adictos al trabajo, por las vacaciones, ese período de ocio, en el que nos transformamos en otras personas, personas de paso, personas transitorias, con actividades, emociones y "personalidades" con fecha de vencimiento.

El problema está cuando otros estratos, de base numerosa y en apabullante crecimiento (los excluidos, los marginales), nos ponen de cara al meollo de la cuestión... que es "que laburen los giles". O sea, nosotros.

Nosotros que, para quedar bien vistos y porque no somos tan vivos, necesitamos desprestigiar las herramientas de los otros para pasarla bien, porque por pusilánimes, preferimos pasar horas, días, semanas, meses, dedicados a las aspiraciones de otros para "ganarnos" unas merecidas vacaciones, el LCD, el viaje a Paris, Disneyworld o a escalar, el hobby caro, la cena exótica.

Bueno, tal vez lo de pusilánime es fuerte. Es que yo necesito exagerar para dar fuerza a la idea. Sería algo así como una variante de "la diplomacia es el recurso de los débiles".

Pagamos con toda la vida, unos minutos de placer.

¿Horas, días?

Entonces nos autoconvencemos de que la meritocracia (el otro nombre de la ley de la selva, en donde se remplaza la fuerza por el mérito), que nunca vamos a nombrar porque es discriminatorio y deja afuera a muchos, nos hace legítimos acreedores del bienestar. Todos los demás, lo usurpan.

El mérito pone al alcance de los débiles (como yo, por ejemplo) y los cobardes (como yo, por ejemplo), el mismo premio que antes se obtenía por la fuerza de las armas y/o del ingenio (como Ulises/Odiseo).

Nosotros nos merecemos el premio por tanto esfuerzo, por quemarnos las pestañas, por nuestra fuerza de voluntad, porque supimos privarnos, porque para eso trabajamos, porque para eso pasamos noches sin dormir, para eso no nos fuimos de vacaciones y nos arreglamos solos y no pedimos prestado, porque para eso hicimos honor al "remienda tu paño y te durará un año, volvelo a remendar y te volverá a durar".

Para eso nos matamos trabajando y al hacerlo perdemos los años más plenos de nuestra vida, cuando no nos dolía casi nada, cuando resistíamos más, y nos recuperábamos mejor o ni nos dábamos cuenta. ¿Y para qué usamos esa virtud mágica de la juventud?  Para trabajar. Para otros. Porque para tener lo que tenemos IGUAL nos tuvimos que privar.

Y viene un vivo y nos asalta, nos roba, nos despoja. Uno que nunca trabajó, capaz que hijo y nieto de eternos orgullosos desocupados o vividores de niños, que estaba en el bar o embobado mirando Tinelli o falopeándose, mientras yo me quemaba las pestañas estudiando para los exámenes y tener un título que me abriera la puerta a un trabajo mejor remunerado. Y más esclavo. Porque ahora tengo celu y laptop del trabajo y tengo un pin para acceso remoto para poder conectarme "cuando quiera" y estoy en una lista de un BCP (Business Continuity Plan) en virtud del cual me pueden llamar incluso mientras festejo íntimamente algún aniversario, por ejemplo.

La bronca no es por la plata. O sí, porque, porque representa no haber gozado o no haber gozado plenamente o el todo el tiempo que era posible. La bronca es porque soy un/a gil, que se sintió orgulloso/a cuando recibió el celu, la laptop, el pin y pasó a formar parte de la lista de los "imprescindibles" y creímos, como en "La isla", que salimos sorteados en el premio mayor que "a la final no era más que la muerte, no era".

La bronca es porque todo el sacrificio y las concesiones sobre nuestra vida privada, es siempre a cuenta. A cuenta de futuras promociones por las que competimos en "mayor esfuerzo/mérito/dedicación" con otros nabos igual que nosotros, por futuros aumentos o privilegios, que tal vez luego se generalizan y resultó que sólo fuimos pioneros por unos meses, o bien se eliminan para todos en virtud de una más estricta "política de integridad".

La bronca es porque cuanto más te esforzás trabajando y estudiando, estudiando detalladamente detalles cada vez más pequeños que cambian y desactualizan cada vez más vertiginosamente y ya quedaste out, te vas olvidando de qué era sentir placer despreocupadamente, sin urgencias, sin sentirse imprescindible y SIN PAGAR NI DEBERLE NADA A NADIE.

Por eso la bronca, cuando el otro, que pasó y vio la oportunidad, te birló la billetera o te hizo pasar un mal rato (no hablo de muertes, violaciones ni torturas, entiéndase bien) sin el más mínimo esfuerzo ni sacrificio previo.

¡Con qué derecho!

¡Con qúe derecho me muestra lo idiota que soy!

Buenos días.




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