jueves, 21 de febrero de 2013

Un escenario simple 2. Las necesidades.

De los comentarios de Jora surge que tal vez podría haber ampliaciones sobre algunos aspectos. Da para varios posts, éste sólo tratará del tema de las necesidades reales. Pero hay otros temas para abordar más adelante: el poder, la planificación participativa para la Economía, las naciones, la internacionalidad, un montón de cuestiones. Pero fundamentalmente, cómo actuar en caso de sequías, terremotos, sunamis, explosión de volcanes, inundaciones, epidemias, pandemias, tratamiento de residuos, ingeniería genética, diferencias culturales. Sería ingenuo pensar que un escenario simple como el del post anterior tiene resueltas todas las aristas posibles. 

No hay que olvidar que la creatividad humana hoy está acotada a aquellos temas que son de interés de quienes acumulan el capital y discrecionalmente lo dan como salario o donaciones privando a otros, interesados en desarrollar otros temas, negándoles el medio de sustento (no elegibles). ¿Se entiende? Hoy tanto las fundaciones, los organismos oficiales de investigación, los estados, se enfocan en ciertos temas y hacen pujar a todos los talentos dejando adentro a unos y afuera a otros. De no existir límites a la libertad y asegurando el sustento de todos, la creatividad se multiplicaría exponencialmente. Potencialmente no habría problema sin una solución (aunque no fuera la óptima, habría una solución aceptable), sin atender a la limitación que hoy implican los recursos dinero y tiempo (horario laboral).


Pero volvamos al tema que quería tratar en este post, el de las necesidades reales, ¿Por qué con Jora conversábamos (ver comentarios del post anterior) acerca de las necesidades reales y la obsolescencia programada?


Lo que yo le respondía a Jora, reafirmando sus conceptos, es que la necesidad de reemplazar artículos de uso tiene más que ver con una necesidad de las empresas que lograr una nueva venta que la caducidad real del producto porque haya dejado de satisfacer una necesidad. Es la publicidad y el marketing las disciplinas encargadas de crear en nosotros la necesidad del reemplazo. 


Esto no sólo ocurre con los productos y las empresas. Cuando nos vemos defendiendo argumentos políticos e ideológicos también somos víctimas de esta manipulación. ¿Alguien me puede explicar cuál es la necesidad real de condenar lo que una pareja de personas del mismo sexo desee hacer con sus vidas, cuando yo ni sé dónde viven ni qué hacen siquiera y tal vez jamás me los cruce en la vida? ¿O cuál es la necesidad de defender una situación ficticia, adoctrinada desde un catecismo, cuando es todas luces una patraña? Todo el tiempo hacemos eso. No estamos habituados a cuestionarnos la real necesidad de consumir, de reemplazar, de pensar, de decir, de opinar, de defender una idea o de condenarla. La mayoría de las veces nuestra vida no se desviará un grado de su camino.


Son distracciones.


Y son disciplinamientos.


Estamos disciplinados a decir y a bajar la cabeza ante unos: "¿cómo te vas  poner eso?", o "¿cómo te vas poner siempre lo mismo?". "Porque me encanta", no es un argumento válido. La mirada de descalificación opera, aunque una decida ponerse lo mismo siempre, una sale con la idea de estar desafiando el sentido común, la racionalidad que todos tienen menos uno. Como si fuera un capricho o una provocación. 


Y la realidad es que la provocación está en el otro al cuestionar mi gusto por ponerme la misma ropa (por ejemplo), siempre que pueda y desee. 


Del mismo modo, "pero ese celular es de la prehistoria", "¿no tenés internet en el celular?", "¿¿¿¡¡¡no tenés what's up!!!???


Dicen que ciertas lámparas (si bien su vida útil sigue una distribución gamma de probabilidad si mal no recuerdo, o sea que si supera un cierto valor de tiempo sin fallas, son casi eternas... bueh, en realidad creo que estoy mandando fruta) tuvieron que ser "saboteadas" porque sino no era rentable su fabricación. Las lámparas tienen componentes contaminantes. O sea que sobreproducimos lámparas y por ende contaminamos porque sí, sólo para que una empresa pueda seguir ganando plata. Porque sino tendríamos una lámpara durable pero, una vez quemada, ninguna más.


Suena compulsivo.


Es.


O sea, podríamos tener bienes que duraran más, menor supuesta variedad de productos iguales (como el caso de los yogures), con menor utilización de recursos naturales, menor tiempo de producción por ser menor cantidad, dedicando menor tiempo a su fabricación y elección. 


Trabajaríamos menos.


Si nos enfocáramos en lo que realmente necesitamos.


Zygmunt Bauman escribió mucho sobre el tema (y antes que yo, je!) y también habla, no sólo de la industria de los desperdicios y basuras, del reciclado, sino también de la obesidad: te hacen comer de todo, te hacen desear de todo y luego ocupás tu tiempo Y DINERO, (claro, siempre se trata de eso), en gimnasios, nutricionistas, planes de adelgazamientos, cirugías, liposucciones, mesoterapia, masajes, vendas frías, plataformas vibratorias, laxantes, diuréticos, anfetaminas, quemadores de grasa, pilates... para hacer desaparecer la abundante inversión anterior de sobrealimentación.


Es disparatado. 


Sumamente.


¿Es necesario hacernos todo ese daño y hacer ese daño a la naturaleza, depredándola, sólo para que otros, las empresas (porque la mayoría de nosotros somos meros RECURSOS de las empresas, un RECURSO NATURAL más -algo de eso hablé en otro post, también: Recursos Humanos-), decía, para que las empresas junten dinero en pala? Dinero que nos dosifican y mezquinan convenientemente a los empleados, productores y sociedad en inversiones apenas levemente paliativas del daño ocasionado al medio ambiente.


Nunca tuve tiempo de hacer la cuenta aunque sé que utilizar el lenguaje de la Macroeconomía, sería subastar mis argumentos al peor postor. Pero querría hacer el ejercicio de calcular el PBI mundial por rubro, versus un consumo promedio algo por encima del promedio realmente necesario y ver en cuánto supera la producción mundial en las necesidades reales.


Cuando digo "subastar mis argumentos al peor postor" quiero decir que el PBI es toda la producción de bienes y servicios pero valorizados en dinero y de por medio está la variable PRECIO que es lo que tergiversa todo este asunto de las necesidades. 


El precio, como alguna vez también rezongué, es una medida externa del costo de acceso a la satisfacción de una necesidad impuesta por alguien que no la tiene a alguien que sí la tiene. El precio es el que limita la satisfacción de las necesidades y a su vez, impone limitaciones al trueque. Es un disparate pensar que un techista pueda cobrarme en programas informáticos un trabajo que yo le pida. Tiene que ser la sociedad en su conjunto quien le retribuya con su sustento y bienestar completos por su trabajo, porque yo contribuyo a la sociedad con mi trabajo. Pero el precio hace que yo tenga que reservar el dinero que gané con mis programas informáticos o mis lecciones de la facultad y cuando lo tenga (o me financie), encare la reparación de mi techo que hoy en día sólo me protege del sol porque de la lluvia... por poner un desdichado ejemplo (es broma).


El post en que mencioné el tema de la obsolescencia programada fue "Como los perritos de Pavlov". En él me referí como "expropiación consentida" y la equiparaba con el hurto:

¿Y si no consumimos qué? Nos expropia la obsolescencia. Esta expropiación no la vivimos como criminal. Esta expropiación, de manos de los más ricos y poderosos no la vemos como un crimen. Sí la vemos como un crimen, si proviene de un raterito que nos aliviana de un celular que igualmente tendremos que descartar a lo sumo 6 meses más tarde.
La obsolescencia es esto: una expropiación legal. Bien vista. Estimulada y que cuenta con nuestra total colaboración.
No podemos no renovarnos porque dejamos de recibir soporte, dejamos de conseguir repuestos, o bien somos mal vistos o bien no queremos pasar por perdedores.
Estamos obligados a renovar nuestros consumos, a renovar nuestros incondicionales votos de consumo eterno. Nuestra ofrenda a la esclavitud cuasi religiosa moderna.

Volviendo al tema de la producción mundial. Ya hace 100 años más o menos Kropotkin calculaba a ojo de buen cubero que trabajando 5 horas diarias se podría producir abundantemente, bienes y servicios para abastecer a todas las personas. 


¡5 horas!


¿Y hoy con los avances tecnológicos que hay, aún siendo más? Sí, tendríamos que revisar las tecnologías y materias primas o insumos, y reemplazarlas por otras más benignas con el medio ambiente y las personas. Ya no estaríamos apremiados por el tiempo, de salir con un lanzamiento, de ganarle a la competencia, de colocar un producto en una cantidad de unidades que supera las necesidades sobrestimuladas o inventadas. Como sería el caso de que un perfume dure todo un día y usar para ellos hormonas animales, a los que se daña para un fin completamente superficial.

 ¿Pero cuál sería el problema de reconvertir la industria, si la misma sociedad, principal interesada, no tendría ya la presión de la rentabilidad para trabajar a conciencia en la adaptación de las tecnologías, sin límites a los cuidados hacia las personas, la naturaleza y el equilibrio ecológico?

¿Cuáles son las verdaderas necesidades? ¿Dónde quedaron? ¿Qué las tapa, las oculta? ¿Cómo tirar abajo a esas necesidades impostoras, verdaderos demonios, mucho más verdaderos que Satán y falazmente mucho menos temibles?

Buenos días.



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domingo, 10 de febrero de 2013

Dónde poner el límite.

No es un post de autoayuda, no al menos a nivel personal. Tal vez a nivel social. O tal vez podríamos hacer una comparación al final del post.

Ayer estaba en el Taller de Lectura, retomando esta actividad que me gustaba tanto. Últimamente hablamos más de lo que leemos y lo que hablamos se aleja cada vez más de mi forma de pensar. O mejor dicho, yo me voy alejandro.

Algo es cierto, cuando uno empieza a ver, ya no hay forma de pararlo, es una bola de nieve, un alud.

El punto es que surgieron varios temas relacionados, durante y luego de la reunión, con una de las asistentes con las que suelo irme a pie desde Santa Fe y Pueyrredón hasta un poco más allá de Parque Centenario.

Se habló mucho de las guerras, a partir de una lectura que llevó otra asistente, un texto de Saer sobre los soldados que custodiaban la tienda de Menelao. La realidad de una guerra, algunas anécdotas rememoradas a partir de la forma de describir esa cotidianeidad de la gente con los hechos que trascendían desde el frente, más todos los mitos, nos condujeron al tema de Malvinas, una situación que vivimos y que no he logrado superar pese a que no tuve ningún familiar ni amigo directo involucrado. No quiero pensar lo que hubiera sido de mí si la situación hubiera sido otra. No quiero imaginarlo. Es un dolor inmenso y que nunca pudo cerrar. No desde el nacionalismo, sino desde el humanismo.

Por eso, porque se habló de Malvinas y un poco desde el sentido racional de una guerra, tipos de guerra, homenajes, reconocimientos, cantidades de personas, situación de los soldados, etc, empecé a sentirme mal. Sobre todo cuando se habló de que Malvinas fue, reconocidamente por todos los eruditos, la última guerra de tipo territorial que hubo, con campo de batalla y no de características virtuales como a partir de entonces.

Otra vez empecé a cuestionarme cómo puede ser que el aspecto humano esté siempre negado, renocido en palabras pero oculto tras cifras que ponen racionalidad para no mostrar en toda su crudeza el sinsentido de una guerra.

Cuando tenía 18 (tenía 18 en el '82) pensaba que había chicos como yo en el frente. Enfrentando a profesionales, descuidados, maltratados por sus mismos generales, extirpados de sus vidas -tan extrañas a la guerra- a una realidad de pesadillas. Y convencida entonces de que los varones demoran un poco más en madurar que las mujeres en ese período lloraba todos los días por esos niños aún en muchos aspectos, sumergidos en una pesadilla sin poder salir, adoctrinados en la ceguera.

Recordaba haber visto oficinistas de 40 años gritando bravuconadas* en la plaza y yo horrorizada pensando: "sos un hijo de puta, te hacés el machito acá, en Buenos Aires, protegido, a salvo, cómodo, mientras chicos de 18 y 20 años están perdiendo la vida o siendo mutilados, metidos en el horror que no van a olvidar mientras vivan. Sos un turro hijo de puta, ojalá bombardearan Buenos Aires para que supieras lo que es el horror de una guerra que tanto te encanta que enfrenten otros, pibes apenas, por vos".

Lo lamento pero era eso lo que me venía una y otra vez a la cabeza y no puedo expresar las otras cosas que también venían a mi mente. Simplemente me puedo callar enfrente de otros, pero no puedo evitar pensar lo que pienso ni sentir lo que siento.

No quedo bien cada vez que sale el tema de Malvinas.

Traté de ausentarme de la conversación y de no hablar porque sé que derrapo invariablemente, y puedo llegar a ponerme vehemente con algo que no puedo arreglar y que los demás no pueden comprender porque hay un largo camino de razonamientos detrás, invisibles a simple vista.

La ceguera es tal que no hay palabras que yo diga que haga que la gente deje de pensar en términos de textos de Historia, de estadísticas, algo que para mí es el peor sacrilegio. Hacerle eso a una persona, arrancarla de su vida y plantarlo en una pesadilla, sin elección. Ojalá hubieran desertado esos chicos, ojalá hubieran tenido la claridad de pensamiento de desertar antes de partir.

Luego se habló de otras cosas que no recuerdo. Pero lo que sí recuerdo es que en un momento me escuché diciendo algo que fue retrucado enseguida con un "pero hay que poner un límite, eso era lo que hacían los guerrilleros". "En algún punto hay que poner un límite", dijo.

Y yo pensé: "Precisamente sí, hay que poner un límite. El punto es dónde y cómo. Lo que está en discusión no es la necesidad del límite sino en qué significa el límite y qué estamos dispuestos a convalidar para que sea efectivo y no sólo un paliativo light de conciencia."

Recuerdo sólo eso porque lo que yo decía era algo así como que respetando las leyes, obedeciéndolas, uno no frena este tipo de cuestiones, de abusos. "No es la forma", escuché que decía la misma persona.

Pero yo he estado cambiando mucho mi estima hacia la ley. Tal vez mientras no sentía que me limitaba tanto la ley estaba ahí y yo acá. Lo que primero me cuestioné fueron los modelos de solidaridad, que me venían haciendo ruido, por el tema de la dignidad, de la dependencia, del desanimar la autonomía para forzar un modelo asistencialista que empobrece a las personas en todo sentido, no en el sentido económico. De la lástima y la compasión que colocan al otro por debajo, en una posición de inútil.

He estado viendo cómo las leyes han favorecido la especulación, el enriquecimiento de ciertos sectores, la creación de nuevos sectores industriales (generando nuevas burbujas en las industrias de los servicios), restringiendo la libertad de los profesionales (colegiaturas, impuestos), limitando el acceso al conocimiento (derechos, promoción de niveles en carrera con desaparición de las específicas y favoreciendo las generalistas), limitando el uso de los espacios públicos, impidiendo la libre asociación de las personas a fin de resolver creativamente sus necesidades con regulaciones, garantías, impuestos, registraciones, controles... por demás.

Entonces cuando ella decía "no es la forma", yo pensaba, "sí es la forma porque la ley está para proteger a los perpetradores de los abusos, haciendo la vista gorda, disfrazándolos de otra cosa, impidiendo defenderse porque no podés accionar, está prohibido accionar. Está apneas permitido como una concesión extrema y tolerante, el rezongo, la queja, la marcha. Pero qué efecto tienen. También hay leyes para limitarlo, siempre el terreno gris: el libre tránsito, el servicio público, la destrucción de los bienes públicos. Y ajustarse tanto a la ley, , no avasallar la prohibición en el mejor de los casos, posterga (cuando no impide). Y la postergación también implica muertes, implica locura".

Y mi cabeza volvía a Malvinas, a los excluidos que morirán sin conocer una vida digna, a los instrumentos del delito en niños que no sobrevivirán a los 18 años, y entonces pensaba eso y pienso: realmente a veces deseamos (quien diga que no, se miente a sí mismo) unas pocas muertes para evitar millones. Realmente a veces una muerte por horrorosa y cuestionable que sea es la única forma de frenar el horror porque la ley allí está para impedir cualquier otra medida. La ley está ahí para escalar esa violencia interna, te corta el paso, te sostiene las manos, te tapa la boca. Y luego te castiga por eso que ella misma ha provocado. Porque los millones no tienen ni conciencia de lo que se está haciendo los ellos, mientras que esos unos pocos, sí; aberrantemente saben lo que hacen y no sólo no les importa, sino que lo consideran un instrumento a sus fines de poder.

Recordé a Thoreau y la desobediencia civil. En estas situaciones de rebelión y destrozo cerebral es cuando entiendo qué decían esos locos. Thoreau estaba preocupado por la guerra, promovía la deserción ante el horror de la guerra, tanto desde las perspectiva del soldado como del invadido.

Sí (sentía en la carne sin atreverme a pensarlo en palabras), una muerte, es terrible en términos de humanismo pero es peor la muerte y el horror de miles completamente ajenos a los motivos que originaron esa situación sin salida. Motivos completamente espúreos, motivos que no fueron impedidos a tiempo y siempre relacionados con el dinero, con el poder, siempre con el poder.

Y sí, yo no levantaría mi mano para arrojar una piedra porque fui aleccionada para ser oveja, cordero. Pero también eso es violento porque internamente sé que soy cómplice y no me consuela decir como otros "para eso está la ley, hay que cumplir la ley, hay que confiar en las instituciones". Porque sé que es la ley y las intituciones las que promueven, reproducen y estimulan todos estos abusos. Y no hay derecho a arruinarle la vida a millones de personas. Si la vida es inesperadamente corta.

El mal menor o el mayor beneficio es un típico dilema de ética. Se estudia en Derecho. No tiene solución. Simplemente uno elige. Y asume. Asume el costo del resultado. Pero uno elige porque no hay una respuesta correcta. Cualquier camino es malo, uno simplemente elige el que cree más beneficioso.

El punto es que en la Guerra de Malvinas había millones de personas ajenas al tema y un puñado de locos jugando a los soldaditos con pibes de 18 y 20 años. Por un tema de poder, de dinero, de nacionalismo estúpido, de banderas, de fronteras y de vaya a saber qué otras estupidedes más.

Después de eso caminábamos pero mi cabeza ya no estaba en sus cabales. Y releo estos párrafos y me doy cuenta de que sigue en desorden.

En la conversación posterior durante la caminata, la conversación de sólo dos, el tema derivó a la ley, tema que tenía ya agitándose en mi lengua. Y mi compañera habló de las obras sociales, de la ley que obliga a las obras sociales a tomar personas mayores y de los puntos oscuros. Me contó el caso de una mujer que vio en la Superintendencia de Salud (o como se llame, se trata del ente de control) que suponía que la ley le posibilitaba acceder a una prepaga de calidad e iba a denunciar el arancel abusivo que le imponían: $6000 (algo así como USD 1000). Yo le decía: "las leyes se hacen así. Se ponen un montón de detalles que hacen que en apariencia la ley te beneficie pero en la práctica la mayoría de los casos queden afuera". Entonces recordó que la Superintendencia de Salud estaba llena de "Gentileza de Swiss Medical", la señalización de los espacios por ejemplo. Entonces decía que justamente allí no debería haber ninguna gentileza de ninguna empresa, ya que es órgano de contralor. Que cómo iban a defender a la gente si estaban comprometidos con las empresas y que era evidente que se iban a poner, mediante éste (y vaya a saber cuántos otros sobornos, pienso yo) por retribución, a favor de la empresa. Fue ella quien asesoró a la mujer sobre cómo dejar constancia de su reclamo ya que el empleado simplemente no le ofrecía alternativas para acceder a su derecho.

Yo agregué algo acerca de los legisladores, los califiqué de parásitos según mis conclusiones, y calculé que la mayoría no tiene idea de lo que hace, que formulan leyes que generan problemas a la gente y que corrigen con nuevas leyes que empeoran las cosas. Y que otra minoría es conciente de lo que hace y lo hace funcionalmente a las empresas.

Encima nos expropian para someternos con sus arbitrios, y se aumentan discrecionalmente los ingresos a costa de nuestra estupidez.

Ella consideró que la solución era respetar a las intituciones porque de esa forma se limita el poder.

Yo no coincidí pero preferí callar, porque temí quedar muy expuesta en otro lado, en un territorio del que nadie quiere saber y que yo misma hubiera preferido nunca pisar.

Y volvemos al inicio. ¿Cómo se limitan estos abusos si la misma ley garantiza que no podamos asumir soluciones definitivas por todo lo que prohibe ni poner frenos al menos, a la espantosa colección de víctimas, mudas, escondidas detrás de estadísticas mentirosas, disfrazadas con eufemismos?

Y vayamos al tema de la autoayuda. Los libros hablan de lo sano que es saber poner límites, cómo nos protege, cómo nos evitan llegar a situaciones que nos sumerjan en la incapacidad de protegernos del abuso, en la violencia o a hacer cosas que no queremos. Como un NO, evitan tantos males. Y el punto es precisamente reconocer cuándo decir no (que es dificilísimo), cómo decir NO y cómo hacer que sea efectivo y no quede en el terreno del berrinche.

Y como sociedad, cómo hacemos para decir NO, dónde elegimos ese límite, como hacemos para recuperar todo ese terreno perdido. Cómo hacemos para que la misma sociedad entienda que ya estamos sumergidos en un terreno en donde no podemos actuar. Que es el el respeto ciego a la ley lo que nos sumergió en ese terreno y nos condujo a este punto en donde un NO ya es violencia.

Dónde debimos haber puesto el límite, cómo fuimos seducidos, engañados, cuál fue el argumento de la tolerancia, del ser civilizado que abrió la puerta a esta situación.

Dónde ponerlo.

Buenos días.

Nota del 26-feb-13: edité esta nota y eliminé las referencias a atentados, porque los atentados merecen varios posts de análisis y no soltarlos así, ligeramente a la red.
Este post fue escrito durante después de un día de conmoción y no es fácil expresar toda la cadena de motivos y explicaciones que hay detrás de cada afirmación.

*Releo este post y no puedo evitar violentarme de nuevo. 18 años entonces. 30 años después aún recuerdo a ese hombre y recuerdo que mi mansedumbre y mi terror me impedía agredirlo, pero mis sentimientos me llevaban a desearle la peor muerte. No me importa lo políticamente correcto, ni la moralina de "noooo, no se le desea la muerte a nadie". 
Quien jamás haya deseado la muerte a alguien que reclame su beatificación en vida al Vaticano.
A mí no me engañan.


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viernes, 8 de febrero de 2013

Un escenario simple.

Antes que nada quiero advertir que esto es una gran simplificación. Pero si bien las simplificaciones son peligrosas si uno se olvida que no son la realidad, creo que es bueno pensarlas y luego si lo obtenido gusta, empezar a trabajar en serio con la complejidad.

El escenario que propogo imaginar es la abolición del dinero y la acumulación.

Uno podría intentar destruir el sistema financiero de muchas formas: conspirando y generando caos, destruyendo sistemas y backups, destruyendo el dinero físicamente y las máquinas para producirlo y varias medidas más, que si fueran posibles, aunque desaparecieran por el medio que fuere todos los valores monetarios, el oro y demás, aún así, para mí, no llegaríamos a abolir el dinero. Porque el dinero noes hoy "moneda" es una necesidad. La gente piensa en términos de dinero. ¿Cómo podríamos abolir el concepto dinero y el concepto indispensabilidad del dinero?

Empecemos de cero. ¿Por qué abolir el dinero? Porque en teoría es una medida del valor de las cosas que mejora el trueque. Pero en la realidad no es así. Mide las contribuciones. ¿Y es justo que alguien que no puede contribuir tanto como otro carezca de lo que necesita? ¿Podríamos eliminar por un rato la idea del mérito y suponer que todos tenemos buena voluntad y somos capaces de contribuir de manera suficiente?

Un escenario simple sería ir a trabajar en lo de siempre, tranquilamente pero no pagar ni cobrar absolutamente nada.

O sea, yo produzco un banquito. Voy y corto la madera o lo que me toque y me voy a casa. Voy al almacén y tomo lo que necesito para la comida, voy a la tienda y tomo la ropa que necesito. Los antiguos vendedores toman nota para reponer o bien de las demandas para la planificación participativa.

El ex-vendedor a su vez pasa por el almacén y toma sus alimentos o bien va a un bar y elige una comida.

Cuando tiene calculada la reposición o pedidos se comunica con los centros de producción los que cumplido con el pedido, lo entregan a logística quienes lo dejan en el centro de distibución (antes local de venta). La logística simplemente carga combustible cuando necesita o deja sus unidades en reparación, pues sus choferes simplemente pasan por almacenes y tiendas y toman lo que necesitan.

El centro de producción calcula sus materias primas y usa la energía que requiere y otros insumos. Se comunica con los proveedores y hace su pedido. Los proveedores calculan la materia prima necesaria y envía su pedido a los extractores, por ejemplo: consechadores, faenadores, productores. Cada uno en la cadena simplemente toma lo que necesita y produce lo que habitualmente hace.

Para recrearse se dedica al arte, a la investigación, se reúne con sus amigos o su familia porque otras personas contribuyen a la sociedad produciendo instrumentos musicales, pinceles y telas, o instrumentos de medición, o sirve comidas o jugos, hace masajes, produce películas o conciertos u organiza juegos,  para que la gente se sirva según su necesidad.

Algunas personas desearán investigar mejoras y se reunirán en centros de investigación o de ciencias aplicadas y luego con los centros de producción para producir nuevos productos más eficientes, menos contaminantes o más bellos, livianos o durables.

No todos deseamos hacer lo mismo.

No todos hacemos de la misma forma las mismas actividades.

No todos necesitamos lo mismo y en las mismas cantidades.

Si cuando vamos por aquello que satisfaga nuestra necesidad y lo obtenemos en el momento (comida) o en un tiempo razonable, no hay necesidad de competir con otro por la misma unidad.

¿Por qué tiene que intervenir el dinero en esto?

¿Qué mejora el dinero?

Si hubiera trueque sin duda que se dificulta intercambiar objetos de distinto valor o duración. No dura lo mismo un mueble que un pan.

Pero si todo lo producido se deja a disposición, se distribuye, se destina y en contrapartida se toma lo necesario, para qué el dinero.

Obviamente este escenario prescinde además de la propiedad.

¿Necesitamos que en un modelo en donde cada uno toma lo que necesita haya acumulación?

El problema es la pereza, ¿no? Que la gente no desee trabajar.

Eso tiene fácil solución.

Primero, trabajar lo necesario según lo planificado y sin exceder las posibilidades de la planta o las personas que trabajan allí.

Segundo, permitir que la gente elija qué hacer. Hacer lo que a uno le gusta. Las tareas se tornan desagradables cuando no son completas. Clavar un clavo en el mismo lugar de maderas distintas es aburrido. Hacer un banco completo o una parte completa de algo más complejo, no.

Bueno, se cuestionará la eficiencia. Se produce más si se parte la tarea. La famosa división del trabajo.

Pero,¿necesitaríamos tanta eficiencia? ¿Tanta producción? ¿O menos?

¿No será que la competencia entre empresas por la acumulación es lo que exige producir más en menos tiempo?

¿Y no será que esa necesidad hace que sea necesario crearle la necesidad de consumir a la gente?

¿Acaso, los que no tenemos problemas económicos, no comemos de más y nos enfermamos incluso por eso? ¿Y otros mientras tanto, todo los contrario? ¿Acaso no tiramos, regalamos o vendemos ropa casi sin uso? ¿Acaso no tenemos un montón de objetos "por si acaso" o que usamos muy de vez en cuando? ¿No sería mejor tomar lo que necesitamos y devolverlo si no lo vamos a usar pues los objetos tendrían sólo el valor del uso y serían mejor mantenidos y aprovechados?

Sin duda que hay más cuestiones por pensar, pero pensemos si este escenario simple no sería mejor que el actual. Pensemos cuántas tensiones y violencias evitaría. Desaparecida la moneda y la acumulación, muchas de las grandes preocupaciones y motivos de control, castigo y condena social desaparecerían.

Pensemos, no hay peligro en sólo pensar. Imaginemos. Fantaseemos. Soñemos despiertos en cómo sería. No hay peligro en que el mundo se derrumbe. No hay peligro en que el caos sea incontrolable y nos convirtamos en hordas de depredadores irracionales. Ese es un mecanismo más de control, de mantener las cosas tal cual están forzadas a ser hoy. Si no creyéramos en la perversidad del hombre, no podría sostenerse la forma de vida actual. ¿Vos te considerás así de perverso?

Imaginá. Sólo imaginá. Imaginá en un escenario de buena voluntad. Y pensá que lo más probable es que el resto de la gente actué igual. No sos vos más bueno que tu vecino.

¿No sería mejor pensar más en las simplificaciones, apostar a la buena fe y eliminar los parches que hemos inventado para sostener un escenario tan complejo e inicuo con el actual basado en la acumulación y el consumo, como la publicidad, el marketing y la vigilancia?

¿No sería mejor empezar a pensar formas en prescindir de estos males?

Continuará... o no.


Buenas noches.





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jueves, 7 de febrero de 2013

Las musas ausentes y yo.

Yo escribo poemas, algunos cuentos, algún trozos de novela pero no más que eso. No soy escritora, menos poeta. Si escribo es porque de las innúmeras filas de letras que transitan mi cerebro por día, la informática permite que algunas de ellas dejen traza. Así, tal vez con suerte la décima parte de mi caos mental queda por escrito, o grabado también, sobre todo si es melodía.

Pocas veces he vuelto sobre algo escrito una vez parido. En general escribo de un tirón y sin detenerme y ocasionalmente le doy 2 ó 3 relecturas en donde pueden llegar a mutar levemente, pero inmediatamente después. Una vez que el texto fue abandonado a su suerte considero que se ganó el derecho a permanecer.

Tal vez soy un poco animista.

Del mismo modo mis intentos de novela o mis cuentos devenidos en cuasi epopeyas urbanas, quedan abandonados largas temporadas porque los personajes se resisten a cumplir con el destino que les reservé. Es empezar a escribir y ellos por su cuenta deciden improvisar sus propias reacciones. Así, por ejemplo, Alexa, mujer vana y simplona aunque fuerte y resuelta, no ha permitido que le dictara cómo llevar su historia y se empeña en hacer y deshacer escenas de novelones baratos, según su naturaleza.

Veremos si en algún momento logro negociar con ellos alguna solución de compromiso.

Hace algo más de 30 años, cuando releía lo escrito, 1 ó 2 meses después, me invadía una furia incontrolable, una vergüenza oprobiosa (por ser redundante), tomaba las hojas y las quemaba sin piedad, como un acto de justicia. Pocos textos se salvaron de esas inquisiciones. En ellas perecieron fácilmente unos 300 poemas que sigo pensando que no representaron ninguna pérdida para el arte.

Luego de 30 años puedo decir que he perdido la vergüenza. Los blogs permiten escribir cómodamente y están a salvo del fuego, más no de su eliminación. No descarto que alguna vez renazcan en mí esas vergüenzas como maremotos y puedan llevarse todo rastro de estos flujos mentales. Mientras tanto, están ahí, a la vista para quien quiera saber qué transita por mi mente, últimamente monotemática.

La impunidad está garantizada por el anonimato del número. Por suerte pocos testigos se acercan a mis páginas con lo que mis vergüenzas están relativamente a salvo.

Buenos días.

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