viernes, 27 de mayo de 2011

El trabajo como valor X: la gente III y los vínculos

Todos los ensayos y artículos que he estado leyendo necesitan de la pata de la realidad. Escritos por personas de otros países, en otros años, es posible que la gente no esté pensando o sintiendo como afirman los artículos.

Aún así, mi sospecha es que la situación es aún peor a lo que se describe desde el ámbito académico. Al menos en lo que respecta a la naturalización de los conceptos satélites al trabajo.

Es por eso que me interesa continuar indagando acerca de la opinión de la gente acerca del trabajo, las sensaciones que tienen y han tenido, sus hábitos de trabajo, el día antes, el último día, las entrevistas, la desvinculación, el comienzo de la jornada, el fin de la jornada, cuán importante es para esa persona el trabajo en general o el trabajo actual, en su vida, cuán influida está su vida de relación por las relaciones en el trabajo.

Porque ayer, cuando volvía a casa pensaba, si yo no trabajara donde trabajo, ¿elegiría a las personas con las que tomo café o almuerzo, como amigos o mínimamente compinches para un café o una comida? En este último empleo llevo 10 "demasiados" años.

Luego pensé en otros trabajos que conservo desde hace más años aún o menos (16 años y 2 años y medio respectivamente). ¿Elegiría conversar con ellos, de política, de economía, de cambios sociales, del trabajo, de la gente, si no fuera porque el trabajo me fuerza a entablar con ellos una relación?

¿Qué son las cenas de camaradería? ¿Qué son las fiestas laborales de fin de año? ¿Los eventos, emprendimientos y esfuerzos diversos de RRHH por generar vínculos de identificación entre la gente, sino esfuerzos denonados por naturalizar relaciones que tal vez, de otra forma, no serían viables?

¿Quién sería yo si no hubiera participado de cursos, cenas, almuerzos, desayunos, fiestas con gente con la que poco tengo que ver? Si me los hubiera encontrado en el cumpleaños de un amigo, ¿habría buscado su conversación?

¿Desde qué ángulos valoro a estas personas? Esos ángulos, ¿son miradas naturales en mí o son valoraciones impuestas por un vínculo exigido?

De hecho, en muchos casos cuando desaparece el vínculo laboral, las relaciones generadas en él, se diluyen con el tiempo o en otros casos, desaparecen abruptamente.

Si bien salimos a buscar nuestros amigos, o los encontramos y los atesoramos, heredamos también vínculos forzosos a partir del vínculo elegido de los afectos (parientes políticos, amigos de amigos, parejas, etc). Y a eso tenemos que sumar una montaña de relaciones impuestas que también nos redefinen.

¿La gente tendrá ganas de mirar introspectivamente y responder qué le pasa con todos estos efectos colaterales del trabajo?

Y yendo más allá. En los sectores sociales en donde el trabajo es algo evitado por generaciones, ¿cómo son los vínculos sociales? ¿Se refuerzan los valores grupales con menor amplitud de criterios? ¿Será así, como uno supone?

Habrá que poner más encuestas. Y habrá que salir a buscar quien desee responderlas.

Buenos días.



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jueves, 26 de mayo de 2011

El trabajo como valor X: la gente II

Ayer, 25 de mayo, cerraba la miniencuesta acerca de nuestra postura frente al trabajo. Esta primera convocatoria tuvo sólo 21 visitas. Más adelante reiteraremos la encuesta, algo más cuidadosamente y también la difundiremos un poco a ver si logramos más respuestas que la hagan más representativa.

Esta pequeña muestra de 21 respuestas hay que enmarcarla en lo siguiente:

-Si bien la mayoría de la gente eligió una única respuesta, la encuesta aceptaba respuestas múltiples, con lo que 21 respuestas no implica 21 personas.
-Son respuestas de personas con acceso a Internet, supuestamente con trabajo y/o habituadas a trabajar.
-En las primeras 10 respuestas, al menos el 7% corresponde a conocidos míos, algunos de ellos colegas o ex-colegas.
-Las siguientes respuestas corresponden a internautas, en algunos casos seguidores de blogs o bloggers, personas proactivas e inquietas.

Teniendo en cuenta estos datos, pasemos a los resultados.



En estas respuestas vemos que no hay manifestación acerca de ningún estigma social y las personas eligen seguir trabajando pero aducen como motivos: a) ingreso extra, b) mantenerse ocupado, c) sentirse útil/realizado.

Tanto el hecho de mantenerse ocupado como útil o realizado, como entretenimiento ("para no aburrirme") como al indicar "sentirse útil/realizado", implican tener incorporada alguna valoración del trabajo. En ambos casos la elección implica que se ha incorporado al "trabajo" (con todo lo que implica: responsabilidad, horarios, autoridad, eficiencia, calidad, etc), a la esfera de lo personal y de la autovaloración.

Una única respuesta además, indica que el ocio es perjudicial. Yo incluí esta opción en la encuesta porque entre la gente conocida escucho mucho este argumento. El no tener trabajo produce que mucha gente tenga más "oportunidades para desviarse", o bien que se "corrompa al ánimo". Además, el hecho de "elegir el ocio antes que el trabajo", también está mal visto entre la gente que conozco, según se manifiesta abiertamente como comentario "adicional". Sin embargo cuando son preguntados específicamente al respecto, corrigen su respuesta y se manifiestan con mayor amplitud y tolerancia.

Este comportamiento de "no sostener" la preferencia al ocio por sobre el trabajo, cuando la persona es preguntada, es más común de lo que parece. Y lo mismo con la actitud opuesta: condenar la preferencia por el ocio aún cuando la persona es preguntada haciendo foco en ello.

Pensemos que aquello que decimos inadvertidamente cuando no nos sentimos observados es más fiel de nuestra estructura de pensamiento que aquello que manifestamos cuando somos interrogados y nos sabemos observados en nuestra respuesta, pues sabemos que alguien está infiriendo conclusiones a partir de ella.

Continuemos.

Una única respuesta acepta elegir el ocio por sobre el trabajo. En este caso sería interesante saber si esta persona sostendría su elección si tuviera que revelar su nombre (en primer lugar) y si tuviera que revelarlo en presencia de conocidos en sus distintos ámbitos sociales. Esto nos daría la pauta de cuán libre se siente de privilegiar el ocio al trabajo. Personalmente no estoy segura de poder sostener yo esta respuesta en algunos de mis círculos sociales, los de menor intimidad y los que incluyen a mayor cantidad de personas mayores. Es probable que a la persona que respondió de esta forma le ocurra algo similar.

Otros motivos muy elegidos (que podrían converger a los anteriores), condicionan la opción de trabajar o bien la descartan, pero con algunos matices interesantes respecto del "no" anterior:
-En un caso, elegiría el ocio, excepto que el trabajo fuera con fines sociales. O sea, que la retribución principal sea el bienestar producido por la concreción de un beneficio común. Este caso es interesante porque de no ser así, implica que elegiría el ocio y que sólo lo sacrificaría por el bien común.
-En el otro caso, privilegia "otros proyectos" que no son vistos como trabajo. Es probable que las personas que eligieron esta respuesta no se hayan detenido a analizar la diferencia entre "realización personal" y "otros proyectos". En el primer caso, la persona lo ve como un trabajo y ve el valor del trabajo como medio para la realización personal. En el segundo la persona considera que puede realizarse a través de otras actividades con fines propios (por eso son proyectos, porque tienen un fin) pero sin los atributos del trabajo: retribución monetaria, horario, obligatoriedad, responsabilidad, requerimientos externos de calidad/características. O sea, esta persona elige un ocio también, como en el caso del "no, y no haría nada en su reemplazo", pero a diferencia de éste, (que no toma en cuenta qué hará o bien que ya lo hace y no ve que el trabajo sea un impedimento), esta persona está esperando disponer del tiempo laboral para realizar algún sueño, o actividad placentera a la que hoy no se puede dedicar como quisiera.

Todas las respuestas atribuyen al trabajo algún lugar de relevancia en esa persona, tanto por lo que implica, como por lo que posibilita o por lo que impide (en el caso de ocupar tiempo). Sólo en las respuestas "no y no haría nada en su reemplazo" y en "tengo muchos otros proyectos", el trabajo es un impedimento para gozar del propio tiempo con libertad.

Por ahora, suficiente para la segunda lectura.

Se agradecerá especialmente cualquier comentario o sugerencia sobre la encuesta, los resultados, el análisis y las sugerencias para introducir mejoras en la próxima edición de la encuesta.

Buenos días.



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martes, 24 de mayo de 2011

Cambia, todo cambia

La incesante búsqueda del equilibrio.


Una utopía tal vez, una aspiración imposible a un estado permanente en una vida signada por el cambio.

El agua se evapora. Cambia de estado, se filtra, circula, se enriquece o se contamina, disuelve, se integra.

La materia orgánica se descompone, colonias de microorganismos se desarrollan y mutan en todo organismo vivo, imponiéndole una resistencia u obligándolo a sucumbir.

La materia inorgánica se erosiona. Se mezcla, se amalgama, reacciona químicamente, se degrada, se excita y se transforma.

Nosotros fútilmente nos aferramos a alguna edad: la niñez, la juventud, la adultez. Los años mozos, la flor de la vida, la mejor edad. "Yo no era así", "no me reconozco", "ahora soy otra", "estaba mal", "ahora estoy bien". Intentos de coronar un estado "normal" de las cosas, destinados al fracaso en cuanto algo de todo lo que nos rodea en permanente cambio, nos desvié de ese idealizado centro.

¿Nosotros somos o fuimos algo permanente alguna vez?

¿Cuánto duró la niñez? ¿Éramos el/la mismo/a niño/a a los 3, a los 5, a los 7, a los 10, a los 11? ¿Nuestro rostro no cambió sus dimensiones y proporciones? ¿Nuestra altura? ¿La proporción de nuestro torso, nuestra cadera? ¿La longitud de nuestras piernas? ¿Los dedos?

¿Y la adolescencia? ¿Iguales a los 13, a los 16 a los 18? ¿No es que engordamos o adelgazamos? Nuestro cuerpo cambia todo el tiempo, cuando mantenemos nuestra altura, varía nuestro peso, nuestras proporciones. Cambios sutiles en nuestro rostro, perdemos de a poco los rasgos de niños, y no es igual nuestro aspecto a los 13 que a los 17, aunque nos parezcamos. Con el tiempo, la tersura de la piel, sino la agudeza visual, sino la docilidad de nuestro cabello, sino la flexibilidad de nuestras articulaciones. No lo notamos de un día para otro, notamos los cambios de a poco.

¿Cuál es el día del que pensamos que nosotros éramos como pensábamos, sentíamos o nos veíamos ese preciso día?

¿Cuál es el mes que quedó fijado en nuestra memoria como aquel en que nos identificamos y decidimos congelar, arbitrariamente, nuestra mejor imagen de nosotros mismos?

"Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos".

Esto podría decir yo de mí misma. Yo de ahora leyendo lo que yo escribí segundos antes, somos el primer "nosotros". Nuestras pasadas versiones de nosotros mismos segundos, minutos, horas, días, meses, años, décadas antes. Cada una reclamando identidad con alguna voz prestada en nuestra memoria, tratando de establecerse como el prototipo de nosotros mismos.

¿Quién era, quién soy?

Buenos días.DELIMITACIÓN DE RESPONSABILIDAD: Todas las afirmaciones de este blog son libres interpretaciones mías, sujetas a posibles, abruptos y arbitrarios cambios de opinión sin aviso previo.
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Ausencia

No me he olvidado de mi blog. Hay tantos temas pendientes y tantos nuevos o emergentes por repensar... pero el tiempo no abunda precisamente.

Buenos días

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martes, 10 de mayo de 2011

El mundo vigente

Ayer alguien me decía que al leer bastante y más aún de géneros distintos, fuentes diversas (y yo agregaria además, líneas de pensamiento que no comparto), el conocimiento adquiere una labilidad que hace que pierda vigencia rápidamente.

Fue a raíz de un personaje, el escritor, a quién califiqué de fracasado pero en realidad imaginaba estúpido y sin remedio. No he sido comprensiva con él. Podría desacreditarlo pero no estaría más que desacreditar alguna parte de mí, que ha oficiado de germen.

Recordé entonces que cuando era adolescente escribía cientos de poemas que me suspendían en el cielo brevemente. En pocos día me avergonzaban y en meses los odiaba.

Cuando juntaba varios, los quemaba sin compasión.

No recuerdo ni una metáfora, ni una imagen que trascendiera en mi memoria. Seguramente eran dolorosos y se solazaban en el dolor como quien se revuelca entre sábanas de seda.

¿Dura?

La misma dureza que hace al personaje del escritor despreciable.

El hecho es que del medio centenar de poemas y la media docena de relatos anteriores al 2000 que evadieron las regulares y sucesivas inquisiciones de las décadas de los '80 y '90, sólo puedo leer con placer la tercera parte.

Cada cosa que ocurre, últimamente, dispara en mi cerebro una historia, una variante de la realidad. Mis cuentos ahora como mis poemas entonces, difícilmente pasen las inquisiciones venideras.

Buenas noches.


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