domingo, 26 de septiembre de 2010

El mobbing y algunos síndromes laborales

Por estos lares no es frecuente escuchar hablar de mobbing o de acoso laboral. En nuestra tradición, el empleador tiene muchos derechos y muy amplios sobre el horario de su empleado, el pago o no de las horas extras, la naturaleza de las tareas asignadas, el trato dispensado, entre otras cuestiones.

Sin embargo la legislación laboral ha hecho grandes avances en equiparar las expectativas del empleado con la oferta del empleador.

La ley hoy reconoce que el empleado tiene derecho a desempeñarse de acuerdo a su capacidad, ni por encima, ni por debajo, a que les sean asignadas tareas en forma razonable, a recibir información correcta y oportuna para el cumplimiento de sus tareas, así como a un trato respetuoso y a garantizar que sus compañeros lo integran y lo tratan como a un par sin diferencias.

El año pasado, un colega que trabaja en otra multinacional comentaba algo así como:
"Hoy me quedé hasta las 19 hs porque tenía una teleconferencia con colegas de distintas partes del mundo. Entré varias veces pero no había nadie. La reunión estaba programada para las 18 hs. A las 19 hs vi que entraba una gerenta en Francia y estábamos los dos solos y esperamos un rato hasta que le dije que me iba a casa y que me conectaba de ahí para ver si alguien más se sumaba. Ellos aún estaban dentro de su horario pero yo debería haber terminado. Estas teleconferencias siempren agarran a alguno muy fuera de horario, incluso de madrugada. Me fui a casa y las 21 hs me conecto y no había nadie, salvo la de Francia. Así que seguí trabajando en casa hasta la hora de cenar. A las 23 hs me pongo a cenar y ahí me llaman. Tuve que interrumpir urgente porque ya se habían reunido varios y estuvimos hasta la una de la madrugada. A las 6 me tenía que levantar otra vez."

No lo mencionaba con enojo, sino con naturalidad. Su trabajo es importante, el trabajo globalizado es así, sin horarios, con laptop en el avión, con laptop en la casa, con laptop en la playa, teléfono superinteligente con correo y todos los chiches para no estar ausentes jamás. Ya el año anterior había sufrido un colapso, con desmayos y con recomendación de reposo absoluto. Desde luego que él hizo el reposo trabajando desde su casa con las mismas presiones que habitualmente recibía en su oficina, pero sin hacer viajes.

Este nuevo tipo de esclavitud está totalmente naturalizado, es el "costo" de pertenecer, de ser "miembro", es paradójicamente el premio y el reconocimiento. Ser requerido de esa forma es una "prueba de amor", una muestra de lealtad, de que se tiene tatuada en la piel la camiseta y que el trabajo es full life.

Supongamos que mi colega cae en desgracia, pasará probablemente al síndrome de "mal de amores", y, según sea la política de su empresa, a integrar el variable número de "muertos vivos". Si en cambio no es descartado tiene algunos de estos posibles futuros: colapsar en pocos años con problemas cardíacos cada vez más graves (o de otra índole, síndrome de Karoshi), saturarse, quemarse (burnout) y retirarse a "vender ceniceros a El Bolsón" (executive dropout) o bien jubilarse en la empresa haciéndose acreedor de beneficios de por vida.

Observemos que el abanico de posibilidades es amplio en relación a la expectativa de una carrera laboral. La coronación es jubilarse en la empresa con honores. Todas las otras posibilidades (muertos vivos, executive dropout, Karoshi, mal de amores o también el streen -que no es por ahora el caso de mi colega-) son salidas equivalentes al fracaso. Después de haber dejado la vida allí y tal vez, en muchos casos, de haber sacrificado a la familia y a los "amigos".

¿Puede aplicarse la figura de mobbing a estos casos? Estos gerentes se prestan voluntariamente a este trato límite. El único problema es que el ejecutivo paga con su silencio la oportunidad de tener en ésta u otra empresa, la tan ansiada carrera.

Horas extras nunca reconocidas ni reclamadas, tareas por encima del límite de la capacidad (no necesariamente intelectual), pruebas de amor que exigen sacrificar a la familia o anteponer la empresa a ella, no alcanzan a constituirse en ninguna garantía.

Alguna vez escuché que podría equipararse con una estafa moral.

En los próximos posts me ocuparé de introducir el trabajo de la Organización Mundial de la Salud citado en el post anterior y extractar el artículo de E. Hallowell sobre el ADT.

Buenas noches.


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