sábado, 30 de julio de 2011

La Fe de los traidores 4: Cal Trentino, el presente versus el futuro.

Los preámbulos de la delación de Cal Trentino, en La Fe de los traidores es un duelo de soliloquios ideológicos (de páginas 197 a 200, 1era. edición de Emecé del 2008).

Cal Trentino es anarquista, Vittorio es comunista. En algún momento sus sendas ideologías convergían en algunos puntos.
Luego de introducir algunos detalles acerca del aplomo de Cal Trentino en el interrogatorio (tortura), discuten acerca de cuál de los dos ha cambiado. Vittorio justifica los abusos, la caída como humano en lo más despreciable como ofrenda a un futuro soñado, que no existe hoy. Cal sólo mira el presente. Vittorio representa el sacrificio mesiánico.

En los párrafos que siguen (todos textuales), hay varios momentos interesantes para destacar, acerca de la mirada del autor es esta escena ideológica y romántica. Yo me pregunto si es posible un diálogo así en un momento como éste más allá de que, en este caso, se trate sólo de un recurso.
 
"El anarquista lo estudió con su único ojo abierto. ¿Consideraba la posibilidad de cooperar? Estaba enojado, intimidado, avergonzado, desconcertado, indeciso? No; Sin duda, no. ¿Desilusionado, quizá?
—¿Por qué debería? —replicó—. ¿A quién se lo diría? ¿Con quién estoy hablando? Yo aún soy Cal Trentino, pero usted, señor —ya no había ironía en su voz—, ¿quién es usted? ¿A quién representa?
—A la dictadura del proletariado Cal. ¿Acaso hace falta que te lo diga?
—¿No hablará, más bien, de la dictadura bolchevique? —una nota de fastidio se insinuó, como una trompeta, y se disolvió enseguida—. Obreros y campesinos han dejado de contar para este gobierno obrero y campesino.
Y, de pronto se echó a reír, como si, en efecto, discutieran en Petrogrado alrededor de un té. Contra su voluntad, Vittorio se halló riendo carcajadas rotas de cansancio. Imaginó al director escuchando los ecos de esa risa en su despacho, siempre de espaldas a la ventana, removiéndose ansioso, y el absurdo bajó todas sus defensas.
—¡Vamos! —se animó el anarquista— No me dirás que no hemos perdido el camino. Los abusos de poder el ahogo de las organizaciones obreras y las cooperativas, el terror...
Vittorio suspiró con fatiga, pero reconfortado. Hablaban de nuevo el mismo lenguaje.
—Por favor, Cal. No recites la lista: la conozco.
—Entonces? ¿Qué hacemos aquí?
—La verdad no puede ser más que una —se fastidió Vittorio ¿Realmente es tuya? ¿No de la Revolución? ¿No del gobierno que creó?
—¿Sólo mía? ¿Y los campesinos requisados? ¿Y la gente que muere de hambre? ¿Y las iniciativas asfixiadas, una tras otra, de las masas? ¿Para esto se hizo la Revolución? ¿Para esto se creó el gobierno revolucionario?
—Debemos esperar a Europa... —adujo Vittorio, sin convencimiento. Se había envuelto en los argumentos de siempre.
—Eso pueden creerlo algunos idiotas; incluso algunos idiotas del gobierno, del Partido  de la internacional, lo concedo —los ojos de Cal se encendían; contemplaba escenas que aún le hervían en la sangre—. Pero nunca nosotros, que venimos de allí. No habrá revolución en Europa; al menos, no por ahora: ambos lo sabemos muy bien. ¿Por qué, entonces?
—Por el futuro —argumenté, firme esta vez, Vittorio.
—Un futuro que no conoceremos. Ninguno de los dos —refutó Cal, el pelo pegoteado de sangre en la frente—. ¿Y qué hay de los medios para llegar a él, del precio? Han montado una dictadura que no tiene nada que envidiarle al zarismo: muertes, persecuciones, torturas, cárcel. El Estado no transformará nada; el Estado siempre conserva lo que encuentra: a unos su riqueza, a otros su pobreza.
Vittorio reconoció con disgusto la cita de Bakunin. ¿Iban a enredar-. se en puras consignas?
—¿Y qué debemos hacer, Cal? ¿Entregar el poder de vuelta a la burguesía? ¿Permitir que nos maten? ¿Qué ganarían los obreros y campesinos con eso?
—¿Y qué ganarán de este modo? —el anarquista se tocó con cuidado la cara golpeada—. En cualquier caso, ¿no es su Revolución? ¿No deberían ser ellos los que decidan, en lugar de la dirección bolchevique? ¿O es que Lenin libra por sí mismo la lucha de clases?
Vittorio lo midió por unos segundos. «Detrás de las preguntas retóricas —se dijo—, duda; en algún recóndito lugar, analiza en secreto la posibilidad de no tener razón.» ¿Deseaba ser convencido: encontrar algún sentido a la muerte que daba por segura? Quizá por eso los bolcheviques eran indispensables, podría haberle respondido: porque ellos no dudan, no dudarían jamás.
—¿Quién tiene una mejor política, Cal? ¿Los mencheviques? ¿Martov? ¿Acaso Majno?
—¿No deberían decidirlo las masas?
—De acuerdo, pero ¿cuáles masas? —lo atajó Vittorio—. ¿Las que iban a pedir al zar una limosna y fueron masacradas? ¿Las que vivaban a Kerensky?
—Las que hicieron la Revolución —remarcó el anarquista, sin sarcasmo.
—De acuerdo, pero ¿para qué la hicieron? ¿Para qué se libré la guerra civil: para hacer beneficencia? Las masas votarían hoy con el estómago vacío, pero la Revolución no se hizo para satisfacerlos. Estrictamente, no se hizo para ellos, sino para crear la sociedad que disfrutarán otras generaciones, la humanidad toda...
—¿Y ellos? ¿No merecen ni siquiera tener voz y voto?
—Por supuesto, pero admitámoslo ¿qué política se impondrá? No basta con jugar al demócrata: hay que afrontar las consecuencias. De otro modo, no se trata más que de volver al espejismo de la democracia burguesa —Vittorio creyó ver que el anarquista se agitaba por dentro, incómodo. Tal vez era una ilusión, pero decidió avanzar—. Lo real es que ni ellos ni nosotros pertenecemos a ese futuro.
—¿No? ¿Y de dónde provendrá entonces? —indagó Cal. Parecía molesto. ¿Desorientado?
—La naturaleza de los individuos, tal como existe, debe cambiar, Cal. Sí, lo que digo, no te burles: debemos cambiar la naturaleza humana. ¿No se trata de eso, en última instancia? —Por un momento, a Vittorio ya no le importó convencerlo. Hablaba para sí. —El socialismo, el comunismo, existirán cuando ya no existan la burguesía, los terratenientes, sí, pero tampoco los campesinos, la clase obrera, al menos tal como los conocemos. No se trata del atraso de Rusia: es la forma en que el capitalismo los ha moldeado a todos, nos ha moldeado: sí, también a los revolucionarios. Todavía recuerdo a los obreros de la Emilia, que votaban por el reformismo. Creíamos que eran lo mejor que teníamos... ¿Y las bases del Partido en Alemania? ¿No aceptaron la traición de sus dirigentes, no apoyaron la guerra? Y eran los obreros más avanzados de Europa.
Quedaron en silencio. Cada uno discutía consigo mismo, argumentaba ante la invisible, tumultuosa, asamblea de su conciencia. Cal objetó en voz baja:
—¿Y por eso deben ser castigados? ¿Por eso el terror? Se va a la cárcel o se muere por ineficiente en la fábrica, auque uno llegue con el estómago vacío, debilitado por el hambre, el frío, el cansancio; por negociar en el mercado negro, aunque todos lo hacen, aunque todos saben que es el único modo de sobrevivir. Se paga por disentir hasta en la pequeñez más absurda con las órdenes que vienen de arriba, aunque sean completamente estúpidas. Sólo se premia al sumiso, al adulador, al farsante. ¿Así se creará el hombre del futuro?
Vittorio pensó: «.Lo convencí, entonces? ¿También él lo ha entendido?»
—Se trata de cortar el cordón umbilical que une al pasado con el futuro —replicó, terminante—, y ésa es, por definición, una tarea de matarifes. Nos mancharemos de sangre y de culpa, no lo niego: en realidad, no pretendo negarlo en absoluto. Por el contrario: de eso se trata esto. Ante la duda, no puede haber ninguna duda. ¿Qué importamos todos nosotros? Debemos estar listos para morir y también para cometer atrocidades por los que vendrán. ¿Qué valor tienen nuestras vidas, nuestras conciencias, en comparación con el futuro de la humanidad?
—¿Y quién nos garantiza que lo que hacemos traerá ese futuro? —casi suplicó el anarquista—. ¿Que el precio de la miseria actual comprará la felicidad de nuestros hijos? ¿El Consejo de Comisarios? ¿El Comité Central?
—En nadie se puede confiar, por supuesto —admitió Vittorio, los ojos perdidos, razonando por dentro.
—¿Ni en uno mismo? —inquirió el anarquista, escrutándolo atentamente.
—Ni en uno mismo —repitió Vittorio.
—Pero el precio deben pagarlo los demás —observó Cal, y con una mueca señaló sus heridas—. Soy yo quien está preso. ¿En qué te convierte esto?
—No me engaño, Cal —Vittorio lo miraba a los ojos—. El terror existe, debe existir, también contra nosotros mismos. El uso del terror nos cambiará: cambiará a quienes lo sufran, pero también a quienes lo usen, lo ordenen. No a ellos —con un gesto vago en el aire, aludía a los interrogadores ausentes—: ellos son sólo perros obedientes, podrían serlo también de la Ojrana. A nosotros.
—Y ése es tu objetivo? ¿Para eso la Revolución: para convertirte en carcelero y chekista?
—No, ésta es la prueba que nos pone la Revolución, Cal. Tal vez tengas razón: ya no soy la misma persona que conociste en el Metropole. Al traspasar este límite, al destruir nuestra humanidad, no nos quedará sino la fe; seremos instrumentos puros de la Revolución. Seremos por ella y para ella; dejaremos nuestras debilidades, nuestras limitaciones, nuestros escrúpulos. Sólo así seremos agentes del futuro. Hay que renunciar a todo.
—¿Realmente?
El anarquista sonreía con amargura. Se había ido; la voz de Vittorio debía llegarle desde muy lejos; había respondido como un eco, al fondo de altas montañas. Se había acurrucado en la silla, hundiéndose en el valle de penumbras donde soplaba el aliento de la bestia, que, ahora era claro se escondía en esa celda: en cualquier momento, saltaría desde uno de los rincones mal iluminados por la lámpara —no había ventanas. Bajo la puerta se colaba el lamento incesante de la multitud lastimada.
—Sí, así será —dijo, al fin—: nos cambiará a ambos. No lamentaré, sin embargo, no estar allí para verlo.
Alzó los ojos. ¿Qué había en ellos? Vittorio se asustó ¿lo miraba con compasión, acaso? Sintió una punzada de angustia y se enfureció con él -consigo mismo. Insistió por última vez, de mala manera, en que hablara, se trataba de la Revolución, no de absurdas lealtades, de pruritos pequeñoburgueses. El otro suspiró.
 —No puedo decirlo. Al menos, no por propia voluntad —se sentenció. No había temor ni desafío en sus palabras.
 
"

Por ahora sólo pensar en este diálogo, no en los personajes, en las circunstancias, sino en posibles modos de pensar las cosas, la realidad, el destino. La justificación por el futuro o la implacabilidad de la realidad presente.

Más adelante me detendré en otras aristas.

Buenas tardes.


DELIMITACIÓN DE RESPONSABILIDAD: Todas las afirmaciones de este blog son libres interpretaciones mías, sujetas a posibles, abruptos y arbitrarios cambios de opinión sin aviso previo.

La fe de los traidores 3.

Finalmente terminé de leer La Fe de los traidores y más por mí (como siempre), por mi memoria, por mi registro de quién soy hoy, quiero transcribir unos párrafos. Más adelante transcribiré otros (que espero encontrar tras algún tiempo de haberlos leído) y más adelante iré comentándolos y refiriéndolos con distintas lecturas. Como siempre hago. Tengo ese bug genético de leer de distintas formas las mismas palabras y expresiones, lo cual me provee una gran amplitud a la hora de evaluar y juzgar y simultáneamente un gran desconcierto y desorientación. Gran parte de mis decisiones son entonces intuitivas, abrumada de tantas perspectivas y tan alta conciencia del no saber y de la seguridad de la inexistencia de una única verdad.

"¿Cuál es la mentira del Bien y del Mal? Es ese razonamiento del campesino que toda su vida ha visto pasar las mismas estaciones, el mismo ciclo de siembra y cosecha; las mismas penas le han sido infligidas, la misma subsistencia escuálida. Y se dice que lo existe existe por una razón ajena, superior, que lo precede, explica, justifica; existe porque así se ha dispuesto y así debe ser y no puede ser de otro modo; existe porque Alguien lo ha querido y ese Alguien sabe y sabrá siempre más que un pobre campesino, un pobre trabajador, que si pretendiera cambiarlo, si pretendiera desafiar al Destino, al único curso correcto de las cosas*, únicamente se acarrearía las desgracias, las plagas de Egipto, el desplome del cielo, el Gran Diluvio, la Calamidad, el Apocalipsis."

"Pero no son estas catástrofes las que realmente teme; esa es la mentira del campesino, del trabajador. ¿Por qué va a temer a la muerte un ser para quien la vida es mero sufrimineto? El verdadero temor de Dios es el temor a perder el camino, el camino anunciado y seguro; es el miedo a perderse, a no saber hacia dónde ir, qué desear, para qué seguir. Es el miedo a la libertad absoluta**. Es el miedo a reemplazar a Dios y ser su propio amo. El verdadero temor de Dios no es el temor a su ira y venganza: es el temor a perderlo".

"-También los anarquistas - prosiguió Giamcomo- sienten ese temor; también ellos han entronizado a sus propios dioses y les temen como a un Jehová o un Moloch. El miedo a salirse de lo que prescriben las grandes recetas; el miedo a hacer lo incorrecto, a cometer el pecado que prohibirá el acceso al Reino de Dios, a cuya diestra se sienta el Proletariado, el Pueblo, la Idea, como baratos ídolos de barro. Sus periódicos pacatos, sus panfletos de estilo prolijo, sus consignas infantiles, están empapados de esa cobardía, que se huele a leguas de distancia".

"¿Cuántas veces los hemos oído repetir las mismas frases de cartón, proclamar los mismos advenimientos, recitar la lección aprendida? En el mejor de los casos, son estudiantes aplicados, con el mérito del loro y el espíritu de la mula que tira de la noria. Sin el garrote o la zanahoria de esto se enorgullecen: caminan los mismos pasos, en círculo, el pescuezo sudado, el culo pesado, sólo por costumbre".

...

Sin duda que hay partes que tienen respuesta, no desde la perspectiva de Giacomo, que arenga a un pequeño grupo de "locos tirabombas" (tradicional idea acerca de los anarquistas) cuyo objetivo era atentar con el Papa, que incluía un policía infiltrado con la misión de desarticular el ataque, sino desde la mía, desde mis otras lecturas y mi opinión, lábil, confusa errática.

* La cursiva es mía y tiene que ver con eso que no me gusta de Agustín López Tobajas, y tampoco de Ignatius O'Reilly, la certeza de UN orden NATURAL, UNA forma CORRECTA, cuya ignorancia, evasión o gambeteo produce las desgracias que tanto nos atribulan. Esa manía de erigirnos en jueces y descalificar todo lo que no entra en nuestro campo de visión o todo aquello que por nuestra propia historia, nos perturba emocionalmente.

** Esto me hace acordar a lo que afirma Hannah Arendt (cita reducida en: http://blog.malvagris.com.ar/2011/01/el-trabajo-como-valor-ix-meet-bob-black.html, referencia en: http://www.annapujadas.cat/material/textos/cpa_txtarendt.htm)

Buenas tardes.




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jueves, 28 de julio de 2011

Trabajo versus vacaciones.

Hoy en la subred interna de Yammer de la empresa en la que trabajo, alguien de USA inició una pequeña reflexión sarcástico-filosófica acerca del trabajo y las vacaciones.

En casa traduciré el gráfico al castellano, tratando de conservar el tono, veremos qué se puede hacer. Por ahora va en inglés:




Juro que estoy detenida en la fase "briefly consider never going back" desde hace años :D

Buenos días.




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martes, 19 de julio de 2011

Trabajo: organizando los posts.

Sigo actualizando el índice de mis posts (que aún está incompleto)* acerca de «Trabajo».

Es la opción de Menú llamada --> Trabajo, en la cabecera de este blog. O bien diretamente en:
http://blog.malvagris.com.ar/p/trabajo_07.html

Los antiguos posts de Teletrabajo que publiqué en los blogs de Clarín ya están migrados y están integrados al índice. Se mantiene, en cada post, la url original a fin de acceder a los comentarios.

*más o menos actualizado al 24 de febrero del 2012

Buenos días.

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El trabajo como valor VII: el avance tecnológico y el "ejemplo aterrador".

Si bien tengo pendientes un montón de lecturas, más "serias", libros de economía, ensayos y demás para continuar aprendiendo un poco sobre este fenómeno del trabajo, me topé, mientras buscaba información sobre "Manifiesto contra el progreso" de Agustín Lopez Tobajas, con un "Manifiesto contra el trabajo".

Los manifiestos en general, son desarrollados en un estilo cercano al "libelo", así como también mencioné respecto de "Abolición del Trabajo" de Bob Black.

Éste también.

No he terminado de leer este nuevo opúsculo (nuevo para mí, no sé en qué año fue escrito) pero quería compartir un par de párrafos bajo la serie de "El trabajo como valor VII: el avance tecnológico".

Seleccioné estas líneas porque hace un tiemp noté en Linked In, red social profesional, una gran angustia por parte de los profesionales que van quedando fuera del sistema "sano" laboral para pasar a integrar las filas de los profesionales como producto "profesional independiente". Angustia que me impactó pues no he podido borrarla de mi memoria.

Ya dije hasta el cansancio que no todo el mundo quiere salir a "venderse". Mucha gente más joven y moderna lo ve como natural. Generaciones más cercanas a la de "Identidad sustituta" ("Surrogate") en donde está muy bien crear una identidad plástica, estética, feliz de felicidad superficial haciendo sociales por nosotros mientras nosotros vegetamos en una camilla siendo testigos de la vida de nuestro clon, tienen incorporado como natural el vender su imagen.

También he hablado (tal vez confusamente) acerca de la naturalización.

Naturalizar es machacar algo antinatural, contra natura, artificial, muchas veces y de muy variadas formas hasta que destruimos nuestras barreras, nuestras alertas lógicas y lo dejamos de cuestionar.

Así naturalizamos un montón de actividades, costumbres, cuidados, y "leyes" hasta que pasan a ser parte del "sentido común social" y ya nadie se atreve a cuestionarlas so riesgo de ser etiquetados como rebeldes o incluso psicóticos.

Excesivo preámbulo, pasemos al cuerpo. Las líneas que elegí son estas:

"La fracción neoliberal deja confiadamente el negocio sucio y social-darwinista a la «mano invisible» del mercado. En este sentido, están siendo desmontadas las redes socioestatales, para marginar, preferentemente sin ruido, a todos aquellos que no consiguen mantenerse en la competencia. Sólo son reconocidos como seres humanos los que pertenecen a la hermandad de los ganadores globales, con sus sonrisas cínicas. Todos los recursos del planeta son usurpados sin vacilar para la máquina capitalista del fin en sí mismo. Si esos recursos no son movilizados de una manera rentable, quedan en «barbecho», incluso cuando, al lado, grandes poblaciones se mueren de hambre. Lo incómodo del «desecho» humano cae bajo la competencia de la policía, de las sectas religiosas de salvación, de la mafia y de los comedores de caridad."

Hacía tiempo que me debía hablar de lo "social-darwinista", de la "ley de la selva", la "ley del más fuerte" new age, posmoderna o como les guste titularla.

Seguimos siendo los mismos bichos jodidos de siempre. En la época de las cavernas, era el más sano y provisto con el garrote más grande y con los impulsos más violentos, los que se imponían y prosperaban. Las mujeres elegían de entre los mejores machos (o no) con quienes perpetuar la especie.

Luego llegaron los metales y las aleaciones y dejamos las lanzas de punta de piedra y las dagas de obsidiana para hacer cada vez más sofisticadas armas y nos juntamos en ejércitos a avasallar otros ejércitos menos venturosos. Los generales, los reyes y los emperadores y sus consejeros fueron los más fuertes entonces.

Luego llega el comercio y luego la tierra, los latifundios, como origen del poder, una forma sofisticada de la fuerza bruta de los primeros días.

Y ni qué decir del capital.

El dinero, primero y luego la imagen pública y el prestigio social ahora como símbolos del poder. Estos atributos que son señal de éxito son las nuevas "fuerzas" que se imponen.

No hemos mejorado mucho.

Aquellos que no acceden al renombre, a la fama, la lujo, al dinero, no son los más fuertes.

Y ser débil siempre significó servir al fuerte, acatar al poderoso.

¿Cabe alguna duda que el mundo ha girado de la mano de estos poderosos? ¿Cabe alguna duda que "quererse bajar" es imposible? ¿Que o sos de la élite de los poderosos o servís en las filas de alguno, aunque más no sea haciendo número por inacción?

¿Cabe alguna duda que la "competencia perfecta" e incluso la imperfecta, con subsidios, cargas impositivas y demás, es la perfecta transliteración de la ley del más fuerte?

Cualquier persona hoy ve como "natural": "y... no se sabe vender", "y... no sabe nada pero se vende bien", "y... tenés razón, pero él/ella se muestra, se hace ver".

Hoy los exitosos son aquellos que pueden mostrar de sí una imagen exitosa, con el criterio de éxito que tiene el grupo social al que uno (a voluntad o no) pertenece. Desde hace un tiempo ese criterio es el "patrimonio" volátil, debido a una cada vez más acérrima sociedad de consumo, en la que cuanto más consumís, más "top" sos. "Muéstrame tu basura y te diré quién eres".

En "Educar en la sociedad del conocimiento" de Juan Carlos Tedesco, se explica muy bien de qué se trata el fenómeno de exclusión. No es, como era antes, ser pobre. No es tampoco ser "extremadamente pobre". Es "no-ser". Estar fuera. No ser parte. No tener oportunidad siquiera, no tener derecho a aspirar a ser parte. No es como el sistema de clases. Es más parecido al sistema de castas.

Estos nuevos "trabajadores", expulsados de la sociedad, garroneando cuando pueden y sino arañando o mendigando una oportunidad de prestar un servicio valioso a cambio de seguir en el sistema, son los futuros excluidos (cuando no "actuales").

"A los excluidos sólo les queda una función social: la de ser un ejemplo aterrador. Su destino debe incentivar a todos los que aún forman parte de la carrera de «peregrinación a Jerusalén» de la sociedad del trabajo en la lucha por los últimos puestos. Este ejemplo debe incitar a las masas de perdedores a mantenerse en movimiento, para que no se les ocurra la idea de rebelarse contra las vergonzosas imposiciones. "

Como dije en alguna oportunidad, muertos los dioses, tenemos que inventarnos nuevos mitos. Los excluidos, los ejemplos aterradores, los reales muertos vivos son el nuevo infierno al que temer. Y la eterna capacitación (de la que también soy parte), el nuevo dogma, garantía de salvación.

Buenos días.


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La medida del éxito.

No importa si yo, después de 20 años de trabajar en sistemas, quiero escribir, hacer música, pintar, tejer y cuidar mis plantas. No importa si todavía me queda algún placer por hacer análisis. No. Tengo que aspirar a ser project leader, tengo que aspirar a una gerencia, tengo que cambiar el auto, tengo que mudarme a un departamento en una zona cara y prestigiosa.

Tener más para aspirar a más.

Yo empecé a escribir este post, si mal no recuerdo hace dos días. Y fue ayer que durante la clase de inglés, mi profesora me decía que sus padres criticaban a su padrino, pero que ella lo admiraba. El punto principal por el que sus padres lo criticaban era que él, siendo un ingeniero, tenía un trabajo de escasa responsabilidad, no jerárquico, cuando podía aspirar a más. Un desperdicio.

En cambio ella tenía otra mirada: un hombre que con los años fue construyendo su "casita" que era una tremenda casa, confortable y acogedora, un hombre que nunca dejó de tener tiempo para amigos y parientes, un hombre que continúa durmiendo sus siestas y que sigue dándole un lugar de privilegio a la ceremonia del mate.

Ella lo veía como un hombre que sabía vivir bien.

Tal vez tardíamente pero yo aspiro a lo mismo. Con la diferencia que estoy llegando tarde porque estoy entrampada en montones de actividades para mantenerme en un dudoso equilibrio y solventar mis "gustitos" y "caprichos": mis plantas, mi pintura, mi música, mis poemas, mi docencia, mi lectura.

Cuando finalmente me declaro "cansada", lo que primero que atacan son mis "gustitos". Para la gente yo debería trabajar y luego descansar.

Entonces tiene razón Bob Black cuando dice: "Casi cualquier mal que se quiera nombrar viene de trabajar o de vivir en un mundo diseñado para el trabajo. Para dejar de sufrir, tenemos que dejar de trabajar."

Yo no estoy segura de qué relación hay entre el éxito y el trabajo. Hay un sector de la sociedad que tiene éxito y no "trabaja" o al menos no en la forma "disciplinada" en la que la mayoría de nosotros lo hacemos (con horario, con objetivos, etc).

Hay personas que tienen éxito inventando una imagen y realizando actividades que la refuerzan. Por ejemplo, ciertos personajes de la farándula, que no son productores, actores ni actrices, ni bailarines, ni cantantes, ni conductores, ni periodistas. Personas que se vieron envueltas en un escándalo y se insertaron como opinólogos (transgresores, revolucionarios o por el contrario reaccionarios, conservadores) o personas que participaron de un reality-show, o bien ocasionales parejas (reales o no) de personajes de la farándula por derecho propio.

Sacando esos personajes, nos quedan los delincuentes y los trabajadores.

En los delincuentes también hay modelos: ladrones de guante blanco, empresarios especializados en lavado de dinero, contrabandistas, chantajistas, traficantes ilegales (armas, drogas, personas, órganos, especies en extinción), todos delincuentes que ocultando (o no) su verdadera identidad, gozan de prestigio social en la "buena sociedad". Muchos de ellos tienen además algún "trabajo" de pantalla.

Entre los delincuentes hay también otros que se procuran su sustento mediante el robo, el secuestro extorsivo, aprietes, etc. Estos no cuentan con gran prestigio, salvo en subculturas reducidas y marginales. Y dentro de esta clase hay también delincuentes menores: ladronzuelos de oportunidad, rateros, carteristas, oportunistas, etc que no gozan de prestigio social tampoco.

Y ahí aparecemos nosotros, en la última clase, los trabajadores: de cuello blanco, de cuello azul, de cuello rosa, de cuello gris.

Dentro de nosotros estamos los no-jerárquicos y los jerárquicos. Pero en estas subclases no hay grandes diferencias respecto del horario, el control y las responsabilidades en términos generales. En algunas empresas hay mucha diferencia en ambas subclases y en otras ninguna o viceversa, según el estilo de gerenciamiento.

Uno de los puntos relevantes del trabajo asalariado (o seudo-asalariado) es la disciplina.

No recuerdo si ya lo mencioné, pero la disciplina no es algo natural en el hombre. Llevó siglos lograr el disciplinamiento del hombre. Las primeras disciplinas fueron la militar y la religiosa. El pueblo no era muy disciplinado. Luego, muy tardíamente, comienza el proceso de civilización que consiste en la sofisticación de las formas y coincide con la aparición de la intimidad, de la vida privada. Que tampoco, aunque nos suene raro, existían 10 siglos atrás. El proceso de civilizacón, las normas de educación, las buenas maneras, tienen que ver con la convivencia y el respeto de las distancias personales.

Recién con la Revolución Industrial comienza el disciplinamiento de las masas. Cuando hizo falta obra de mano masiva. No antes. La disciplina tiene como característica la arbitrariedad. No es disciplina, aquel que en el ejercicio de su oficio sabe que primero debe lijar la madera, luego limpiarla de polvo y después recién a aplicar en orden las distintas imprimaciones, pinturas, barnices y lacas para obtener un buen mueble, por ejemplo. No es eso. Disciplina es un conjunto de normas de comportamiento social, arbitrarias y uniformes que son exigibles mediante el uso de algún tipo de fuerza y cuyo incumplimiento es objeto de sanción.

Tampoco es la obediencia, que consiste en acatar una orden por temor, por respeto o conveniencia. La obediencia es puntual, por acontecimiento. La disciplina es regular, hay normas, hay reglar para cumplir, y aplica a una generalidad de casos.

Al respecto dice Bob Black: "La disciplina consiste en la totalidad de controles totalitarios en el lugar de trabajo. La disciplina es lo que la fábrica, la oficina y el almacén comparten con la prisión, la escuela y el hospital mental. La disciplina es el distintivamente diabólico modo moderno de control, es una intrusión innovadora que debe ser puesta en entredicho a la primera oportunidad."

La disciplina es otro de los fenómenos que tenemos "naturalizados". Si miramos hacia atrás en la Historia vemos que ese punto de aparición es durante la Revolución Industrial.

Gilles Deleuze dice en su "Postdata a las sociedades de control":
"Foucault orientó el principio de las sociedades disciplinarias en los siglos XVIII y XIX; estas sociedades alcanzan su apogeo a principios del XX, y proceden a la organización de los grandes espacios de encierro. El individuo no deja de pasar de un espacio cerrado a otro, cada uno con sus leyes: primero la familia, después la escuela ("acá ya no estás en tu casa"), después el cuartel ("acá ya no estás en la escuela"), después la fábrica, de tanto en tanto el hospital, y eventualmente la prisión, que es el lugar de encierro por excelencia.
Es la prisión la que sirve de modelo analógico: la heroína de Europa 51 puede exclamar, cuando ve a unos obreros: "me pareció ver a unos condenados...". Foucault analizó muy bien el proyecto ideal de los lugares de encierro, particularmente visible en la fábrica: concentrar, repartir en el espacio, ordenar en el tiempo, componer en el espacio-tiempo una fuerza productiva cuyo efecto debe ser superior a la suma de las fuerzas elementales."

Como extensión a la disciplina que tienen naturalizada, esta clase, la de los "trabajadores" es fácilmente manipulable por la zanahoria móvil del progreso social.

Hay que ser exitosos, hay que aspirar a más. El bienestar no es esto que hoy gozo, sino aquello que no tengo y para lo cual tengo que medrar.

Cuando un amigo que vive en Washington vino a Buenos Aires y se interesó por lo que había sido de mí en estos años preguntó por mi trabajo: "analista... y docente".

"Ah, ¿cómo? ¿No sos gerente?"

Buenos días.


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martes, 12 de julio de 2011

Me viene bien, te viene bien (II)

Ya en "Me viene bien, te viene bien" al final, anticipaba una anécdota que tiene que ver con las veces en que fui parte de algo distinto de lo que yo tenía en mente. Iba por una cosa pero hacía número para otra.

Ha habido otros casos. De chica más que de grande, pero aún sigo siendo numeraria de causas ajenas, por más cuidados que interponga.

Ir por motivos propios sin saber qué ocurre detrás nos convierte en manada. Los pastores saben poco o mucho de los verdaderos objetivos e imaginan más o menos las posibles derivaciones que pueda tener (a veces sorprendentes para los mismos planificadores).

En realidad, esto de ser manada, es en algún momento. En algún momento tenemos que acordar con las ideas o los planes de otros y ser o bien manada o bien pastor. Sino no seríamos seres sociales. El Hombre llega a ser quién es gracias al intercambio social.

Pero no me gusta ser manada de una causa muy distinta a la que traía en mente. No me gusta enterarme de algunas cosas importantes después o de no haber visto algún cuestión antes de concurrir. Y es inevitable. Cuando uno se prepara (que no es el caso del que le viene bien subirse a una marcha porque sentía la necesidad de protestar y cualquier marcha puede ser útil), se fija quiénes convocan, tratan de saber con certeza por qué se convoca y qué se epera lograr, es muy feo luego enterarse que uno hizo de idiota útil. No haberse equivocado. Eso no es grave para mí.
El tema es, ¿cómo confiar? Cómo confiar en quienes convocan.

De las personas que nos rodean, sin duda, más de uno ha urdido alguna vez alguna trama para lograr algo, sin manifestar toda la verdad o sus verdaderos motivos. Nosotros mismos tal vez lo hemos hecho. Y capaz que luego de mucho pensar nos dimos cuenta de nuestro propio ardid, cuando la cabeza te pone trampas.

Si esto pasa en nuestro entorno en donde priman los afectos y la confianza, ¿qué no podríamos esperar de un extraño? Alguien que no ha compartido ni ha vivido mano a mano con nosotros.
¿Y qué no esperar de una persona extraña con aspiraciones de poder?

¿Y qué no esperar de una persona extraña con aspiraciones de poder y aptitudes de liderago, una persona que naturalmente es seguida por otros?

Los políticos son eso. Los periodistas son eso también en algunos casos, o son parte del aparato de uno o más poderosos, en otros. Pocos resultan a la postre verdaderos quijotes.

Y nosotros somos manada. Somos manada aunque no querramos, si desconfiáramos siempre seríamos poco menos que psicóticos. No se puede estar en guardia permanentemente.
Entonces miramos qué nos viene bien. La realidad es que vivimos nuestra vida, no la de otros. Y más allá de que haya quien egoístamente sólo mira su bienestar, en general, tenemos más presente (porque nos toca diariamente y nos afecta más o menos) lo que nos pasa a nosotros y a quienes nos rodean.

Y habrá quien hable de estas cosas como algo cercano y naturalmente nos acercaremos a esa persona. Y habrá quien hable de las mismas cosas y no nos resulte tan creíble, quién sabe por qué. Indicios que no logramos determinar.

Y en base a eso y a algún otro indicio de la realidad o imaginado, depositamos nuestra confianza en uno u otro. Simplemente todos dan alguna explicación y elegimos creerles o no. Creemos o desconfiamos de sus justificaciones, en forma totalmente arbitraria. Es así: elegimos creerles.

Por ejemplo, kirchnerismo versus macrismo.

La verdad yo conozco ultrakirchneristas, (en realidad, ultracristinistas) y ultramacristas. Todos buenas personas. Todos honestos, todos con las mejores intenciones, todos trabajadores y solidarios. Pero cada uno viendo la solución desde un lugar distinto. Y todos ellos creyendo en las figuras que encarnan su ideario. Creyéndoles de verdad, desde sus corazones.

Cuando escucho las acusaciones de los cristinistas hacia los votantes de Macri, con su vehemencia y su pasión, no puedo confrontarlos. Porque sé de qué trata el fanatismo.

El problema es con el fanatismo, de cualquier tipo. No aceptar que la realidad del otro es distinta. No aceptar que el otro puede estar siendo honesto aún desde otra perspectiva. No concebir que el otro puede estar viviendo otra realidad con otras necesidades. No entender que los derechos de unos no son más importantes que los derechos de otros.

¿Qué mejor que dialogar para ver qué puede resignar cada uno para el beneficio de todos? Y priorizar las necesidades.

Siempre escucho que Buenos Aires no es el país.

Es verdad, la realidad de Buenos Aires no es la realidad del resto del país.

Tampoco la realidad de Jujuy y la gente que perdió todo lo que tenía con el alud de barro y piedras hace poco más de un año (si mal no recuerdo). Tampoco la realidad de la gente del Litoral cuando cada tanto se inunda, ni tampoco es la realidad del país lo que hoy en día vive Villa La Angostura, ni tampoco la sequía que afectó a la Provincia de Buenos Aires, o los incendios que hubo en el noreste hace uno o dos años atrás.

Para eso pagamos impuestos, para que vía la coparticipación, los recursos lleguen a los gobiernos que más cerca estén de esas realidades. Yo no puedo determinar cuál es la mejor manera de resolver los problemas de los pueblos originarios, de los parques nacionales, de las zonas inundables, de las zonas con sequía y los incendios o la mortandad de animales resultante. Yo no conozco esa realidad pero sé que es importante y que en su oportunidad ha sido urgente. Son esos ciudadanos los que deben elegir a los que mejor administren esos recursos según las necesidades de cada lugar.

La realidad de Buenos Aires debe ser atendida por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Hay que dejar que su pueblo se exprese sobre quién considera que las atiende mejor. Nos guste o no. Eso no quiere decir que la mayoría no se equivoque. Tal vez se equivoca. Para mí, Menem fue un error de mayorías. Por suerte no fui parte de ese error, pero sí lo he sido de otros.

A mí hace mucho que no me gusta nadie. Hace mucho que votar para mí es una verdadera encrucijada.

De la ciudad de Buenos Aires, me enoja que no se dé solución al problema de los hospitales públicos sea que falten recursos o controles. Me enoja que siga habiendo lugares mal habilitados y que no se saneen esos circuitos. Me enoja que aún tengamos una ciudad tan poco accesible a personas con problemas de movilidad, audición o vista. Me enoja que no tengamos una estrategia seria sobre el problema de la salud mental. Me enoja que no podamos hacer respetar la ley y que, desde el más rico hasta el más pobre, se crea con derecho de decidir cuándo debe cumplirla. Me enoja que aún no estén todos los colectivos con tarjeta.

Del país, me enoja que aún haya gente sin gas natural, sin agua potable, sin acceso a la salud o la educación en forma razonable, sin esfuerzos ciclópeos. Me enoja que sean las ONG las que sigan resolviendo las necesidades más urgentes.

De la política, me enoja cuando escucho las alianzas imposibles que han estado ensayando, no por el bien del país sino para derrotar al cristinismo. Me enojo cuando desacredita a Cristina por su soberbia o por sus carteras Louis Vuitton. Me enojo cuando escucho a Cristina o a Aníbal Fernández decir una seguidilla de chicanas y sarcasmos dirigidos al grupo Clarín, a Macri o acusar a Pino Solanas y a cuantos se opongan a sus planes. Me enojo cuando escucho a los chicos de la secundaria tomando escuelas y sin saber bien por qué, o bien declarando de que son paros políticos o bien manifestándose frente al ministerio equivocado o cuando ignoran que el Normal X no depende del mismo organismo que el Carlos Pellegrini o el Nacional Buenos Aires. Me enojo cuando Cristina no le da el aval a Macri para obtener los créditos necesarios para el subte. Me enojo cuando Macri trata de obstaculizar emprendimientos impulsados por el gobierno nacional que beneficien a todos. Me enojo cuando los punteros políticos toman plazas, terrenos e impulsan quemar el pavimento (cuyos baches sufriremos todos y que resultará en la utilización de nuevos recursos que serían más útiles en otro destino), o incentivan juicios para parar obras que necesitamos todos. Me enojo cuando veo a Alfonsín coqueteando con la izquierda primero y la derecha después, con tal de arrimarse a alguien. Me enojo cuando Binner se niega a atender a un líder de otro partido. Me enojo cuando los candidatos no tienen dignidad y los tienen guardados en una caja y los sacan cuando la causa está perdida, como en el caso de Filmus. Me enojo cuando se habla de denuncias y nunca de ideas acerca de cómo se resolverán los problemas, como hacen varios candidatos. Me enojo cuando desde el poder se estimula la división de la sociedad y se vuelven a enfrentar otra vez: capital versus interior, ricos versus pobres, clase media versus villeros, punteros versus autoridades, y así hasta el infinito. Me enojo cuando se dicen mentiras impunemente acerca los verdaderos motivos de un corte. Me enojo cuando mes a mes el IPC no supera los 0.8. Me enojo cuando los señores de los escritorios (de todos los signos políticos) hablan en nombre de los más necesitados, como si alguna vez hubieran sabido qué es pasar un mes buscando una moneda para viajar o cómo servir una cena digna todas las noches. Me enojo cuando nacionalizan la realidad de Buenos Aires, porque no es el vecino de Buenos Aires (de Villa Lugano y de Recoleta) el que la nacionaliza, sino el que la sufre. Me enoja que un militante del más acérrimo liberalismo económico sea candidato a vicepresidente por un gobierno "progresista". Me enoja que los partidos de izquierda digan disparates como propuestas, total, no van a conseguir los votos que los hagan hacerse cargo de lo que dicen.

Me enojo cuando escucho intereses tan parciales y la gente deja de darse cuenta de que nuestros "pastores" se están olvidando de nosotros para pelearse entre ellos y para ello, nos usan a nosotros, sus manadas...

... olvidándose que de nuestras necesidades consiguen el poder que tanto los desvela.


Buenos días.


DELIMITACIÓN DE RESPONSABILIDAD: Todas las afirmaciones de este blog son libres interpretaciones mías, sujetas a posibles, abruptos y arbitrarios cambios de opinión sin aviso previo.


lunes, 11 de julio de 2011

Me viene bien, te viene bien

Hace un tiempo atrás me indignaba cuando en una marcha (protesta también) ocurría una de las dos cosas que siguen:
  • El periodista ponían en boca del "marchista" (llamemos "marchista" de ahora en más a las personas que acuden a una marcha, protesta o escrache) los argumentos que debía afirmar/referir esta persona
  • Cada entrevistado aducía un argumento distinto
El primer caso a veces es muy grosero. Algunas veces las preguntas que guían al marchista son muy evidentes, otras están hechas en un lenguaje ajeno al suyo y al repetir textualmente queda en evidencia.

Este caso es el típico del que va porque está enojado o quiere expresar disconformidad y cualquier argumento le viene bien. Uno mira para abajo, a un lado, estirando la ceja y dice "Bueh" y la cosa no pasa de ahí.

Pero el segundo caso es peor para mí. Porque da cuenta del grado de manipulación a que está sometido el marchista.

Recuerdo que hace unos años un periodista preguntaba a distintos marchistas "por qué es la marcha":
-porque no pagan los sueldos
-porque no nos dan aumentos
-para que aumenten el presupuesto para salud
-en solidaridad con el sindicato X o los empleados de la empresa Y

El periodista preguntaba por el otro argumento:
-¿No les pagan hace cuántos meses?
-No, sí nos pagan, pero no alcanza para nada. Hace un montón que no nos aumentan.

O bien:
-¿La marcha es por mejora salarial?
-Sí, y además en solidaridad con el sindicato X

Y luego:
-¿Usted viene por el aumento...
-Sí (interrumpiendo)
-O por solidaridad al sindicato X?
-Ah, no, a ver, che Pancho, ¿por qué es la marcha?

Estos ejemplos son reales. No los datos exactos pero sí la situación. Me quedaron muy grabadas.

El año pasado con las protestas estudiantiles pasó algo similar. Preguntados varios estudiantes, hubo por lo menos 3 respuestas distintas. En definitiva nadie sabía muy bien por qué estaban allí... salvo unos pocos. Y con los chicos me parece más grave que con adultos.

Lo mismo pasó con lo de Kraft al comienzo. Como Kraft queda a 200 metros de donde trabajo, los cortes me afectaban directamente. Yo tenía información de la radio, de gente que trabajaba en Kraft (personal no jerárquico) y de los vecinos. Las primeras declaraciones en la radio me indignaron. No sólo eran erráticas sino que desmentían hechos que me constaban (por haberme llegado de fuentes en las que yo confío) que habían ocurrido. O bien, por el contrario, se creaban situaciones que no habían ocurrido en la realidad. Las declaraciones a los largo de los días y luego de los meses, fueron variando. Los argumentos finales no tenían nada que ver con los inciales. No importaba: la gente repite lo último que escucha y no revisa hacia atrás el curso de los acontecimientos.

También en este caso los periodistas buscaron los testimonios de distintos sindicalistas y operarios. Y desde luego, igual que en los otros casos hubo distintas versiones.

Hace poco alguien comentó en una reunión, respecto a otro rubro, y otros años, que era "sabido" que se acostumbra a hacer acuerdos entre los sindicatos y la patronal. Esto siempre ha sido parte del folklore y yo conocía ese folklore (quién no, dirás). Pero nunca me constaron los detalles, salvo alguna anécdota de alguien conocido. Dice el folklore que en general estos acuerdos son negociaciones ganar-ganar entre las partes patronal y sindicato (no empleados, que no son parte real).

Por ejemplo, hay que reducir 20 puestos (por inventar). Entonces se reúne la patronal con el sindicato y acuerdan despedir a 200 y mediante conflictos ir bajando hasta los 20 necesarios. La empresa consigue los que quiere (20 puestos menos) y el sindicato queda como héroes que salvaron 180 puestos de trabajo.

No me consta que sea así pero tampoco me arriesgaría a afirmar que es mentira. Saco las cuentas y el costo económico del efecto colateral me hace parecer esto como una fantasía. Si fuera así para el mundo ya no hay arreglo posible. Pero no me parece imposible. La gente con poder muchas veces es inescrupulosa. Y eso que estoy sacando de en medio el costo y desgaste sociales.

La conclusión es que en definitiva, no importa los motivos reales, sí importa la excusa que sirve de detonante y los resultados finales. Si pudiéramos saber cuál era el objetivo previo mucho mejor, pero en general esto nunca llega a trascender. ¿Pensamiento conspirativo? Hay mucho para hablar de eso también.

Yo pienso en todas las marchas que fui. Fui creyendo que iba por un motivo pero a larga se supo que había otras cuestiones detrás. Y yo, haciendo número.

También recuerdo la poca información que tenía cuando fui a protestar a la DINADEA en los '80, por la Escuela Esnaola, por la Ley de Educación Superior en el '95, ya como ayudante en Ingeniería, y en otras muchas oportunidades. Por más que uno intente informarse con anterioridad es muy difícil lograr estar "bien" informado y tener "la posta" de lo que realmente está ocurriendo o qué hay detrás de una convocatoria.

Con qué poca información y con qué mala memoria he votado. Y aunque los demás digan: "vos, yo no". La realidad es "sí, vos también".

Tengo experiencia en el "idiotautilismo".

Somos manada. Nosotros vamos al corral, al pastoreo, al corral, al pastoreo.

Y tarde o temprano, al matadero.


Buenos días.


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viernes, 8 de julio de 2011

El orden natural 2.

Una gran contradicción que yo veo en el dogma católico (aunque seguramente los teólogos tienen una repuesta rebuscada que sólo en los finos capilares de las justificaciones imposibles, tienen explicación) es entre el libre albedrío y las profecías.


"Estaba escrito", "como estaba escrito", "hágase tu voluntad", "para que se cumplieran las escrituras".


¿De qué se trata el libre albedrío? ¿O, como en "El abogado del diablo", no importa lo que hagas siempre te harán volver al guión?


¿El Guión Divino qué incluye? En algún lado del Nuevo Testamento dice que ya están determinadas las almas que se van a salvar y las que no. ¿Para qué medrar entonces?


¿Tiene razón Olaf Stapledon cuando en "Hacedor de estrellas" dice que Dios es un niño aún jugando con sus mundos, creando y condenando a un infierno, simplemente porque está creciendo y como todo niño es algo cruel, egocéntrico, y poco o nada empático?


Si lo que hacemos puede ser profetizado, ¿el "libre albedrío" es una engaña-pichanga para mantenernos entretenidos? Y si el libre albedrío es real, ¿las profecías sólo tienen validez mientras sus protagonistas no hagan uso de libre albedrío? ¿No es poco serio prestar oído a profecías si damos crédito al libre albedrío?


El Guión Divino, las categorías del mundo y del universo, sus relaciones, las almas ya salvadas y las condenadas, ¿se pueden alterar? ¿No será como en Matrix, que no importa lo que hagamos, hay ciertos programitas muy dispuestos a hacerse los "gambas" para traernos de nuevo al Guión?


¿Isaías era tan mal profeta-guionista que Jesús, colgado en la cruz debía recitar sus últimas palabras para que se cumplieran las escrituras y no desprestigiar a tan importante profeta?


¿Es bueno un orden natural que cuenta, desde antes de nacer, con el guión de mi vida, si moriré siendo bebé, si seré un asesino serial, si seré un mártir o un general victorioso, un altruista, un premio Nobel, un estafador o una madre abnegada?


¿Es bueno pensar que todo lo que ocurre sucede en el momento adecuado, en el lugar adecuado, que lo que hacemos era lo único que podíamos hacer, que la decisión que tomamos fue la única que podíamos tomar?


Entonces, da lo mismo lo que decidamos.


Yo no creo en esto. No creo en nada de esto.


Si es así, y creo que es precisamente el punto, no hay motivos para mejorar, no hay motivos para esforzarse, no hay motivos para aprender y mejorar el conocimiento, no hay motivos para el progreso. Pero fundamentalmente no hay motivos para oponerse a lo que ya está instituido porque "todo lo que está, está bien, en su lugar, y en su oportunidad".

Lo que hagamos, lo que ocurre ocurrirá de todos modos, sin estudio, sin esfuerzos. Si la penicilina debía ser descubierta, como de hecho lo fue, igualmente iba a ser descubierta, exactamente por esa persona y en ese lugar y fecha. Y si decidió estudiar era porque estaba escrito, no hay mérito propio.

El mérito ya no existe, es una ilusión, porque estamos impulsados por el guión, no somos nosotros, es una fuerza externa, como dicen los asesinos psicóticos, que nos impulsa a actuar. No podíamos hacer otra cosa. Al conservadurismo también le gusta que las cosas queden tal como están o si se mueven que vuelvan a su corral. Al anarco-capitalismo, le encanta pensar que sí existe el mérito y lo lanza al ruedo a competir y ganarse su lugar. Al socialismo, al comunismo y al sindicalismo, también le importa que la gente crea que algo puede cambiar, que no existe predestinación. Al anarquismo ni hablar, pura autodeterminación. ¿Cómo puede ser que ante tal profusión de ideas, sólo una facción, pequeña frente a la variedad con la que se confronta, domine millones de mentes? Las mismas mancias, las supersticiones, "combatidas" por el cristianismo (aunque con un guiño), son esos programitas gambas que nos vuelven al orden pre-establecido, aunque por izquierda, igual que la Pitonisa (Matrix).

El mundo sólo puede ser manejado si internamente creemos en el destino, en el orden natural, en que hay una forma en que las cosas deben ser. Y que naturalmente, como en un sumidero, hacia allá nos dirigiremos.


Como el Rey Blanco que no logra dominar a su lápiz porque invisiblemente Alicia lo mueve por él y "escribe toda clase de cosas que no son mi intención".


¿Es bueno un guión que incluya asesinos y violadores de niños? ¿Es bueno un guión que incluya genocidas, explotadores, usuareros, sicarios, condenados a vivir enfermos hasta el día de su muerte?


¿Es bueno ese orden natural?


¿No habrá un orden artificial donde nosotros podamos ser artífices y tomar acción que mejore el precario guión oficial?


¿Estaba escrito que yo hoy dijera esto, en un blog, posible porque millones de personas desarrollaron esta tecnología que me permite dejar mis palabras al alcance de cualquiera?


Buenas tardes








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La infantilización del trabajo 2.

El tema de la infantilización del trabajo es movilizante.

Me parece que es una característica más notoria en grandes empresas que en pequeñas, porque en estas últimas el empleado tiene un papel más relevante en la toma de decisiones, aunque sea indirectamente, por la disminución de niveles y la amplitud de las tareas que realiza.

En las empresas grandes el empleado está lejos de la cima en donde están los planteos estratégicos. Los problemas son complejos, mucho más complejos, y con más recursos para desmembrarlos y abordarlos con el máximo detalle. Y ahí está precisamente la cigota.

Ya en el gerencia media, en las implementaciones tácticas, hay una lógica subordinación a la estrategia: no sos tan libre para decidir. Tenés un margen y comulgues o no con los lineamientos, serás evaluado según los objetivos que te impusieron/propusieron/elaboraron "conjuntamente".

Todo es más guiado. Nada se va a salir de cauce y en caso de que sí, como "todos somos responsables, nadie es imputable".



Sin sarcasmos ni chicanas, en las empresas muy grandes o multinacionales los procesos son muy complejos. Inabarcables. Para manejar la complejidad, estas organizaciones parten los procesos en subprocesos, con procedimientos imbricados de manera tal que nadie sabe muy bien cómo se inserta en el todo.


Por eso la cultura de esas empresas he visto que es "ante la duda, esperar". Esperar a tener más datos, esperar a la firma de su superior que tiene una visión más amplia y con más conocimiento del impacto, esperar a ver qué hace el otro.


Si a esto sumamos la competencia de cargos que hay al ascender jerárquicamente (sea o no esta competencia feroz) en muchos jefes hay una clara dificultad para delegar. Miedos.

Miedo a perder el control de lo que pasa en su área... miedo de perder el hilo de algún proceso de negocio que cae en un "pozo ciego", o alguna transacción que se salió de cauce... miedo a dejar crecer a los más capaces o criteriosos so riesgo de ser reemplazados... miedo a innovar porque para acceder a su bonus o aspirar a una rotación beneficiosa o una promoción hay que cumplir con los objetivos, aunque se lejos se vea que no es lo mejor para hacer... miedo a innovar por temor a ser incomprendido... miedo a innovar por temor a convertirse en una amenaza para su propio jefe... miedo a disentir por temor a perder el sponsor o mentor... miedo a quedar pegado en una decisión que resulte perdedora.


Miedo.


Miedo.


¿Y en qué nos convertimos cuando tememos? Retrocedemos, volvemos a experimentar las dependencias de los "mayores" del mismo modo de cuando éramos niños.


Suena a exageración, pero no es así; la realidad es que la literatura empresaria habla de estos síndromes y la OMS también menciona algo relacionado indirectamente con esto.


Esta parálisis del criterio profesional, esta anulación del pensamiento autónomo, esta imposibilidad de aplicar el juicio crítico, es parte de lo que se entiende como "infantilización del trabajo".


Cuando se está mirando el fenómeno desde abajo, como en mi caso, vemos que es muy común esto. Terminamos viendo como los jefes medios y altos, tienen actitudes de este tipo "y.. por las dudas", "poné esto que es lo que quieren ver", "no, eso no se puede decir", "¿no podemos decir en vez de b?" "mejor, dejalo como está", "¿funciona? dejalo así", "no se puede", "si no me lo firman...", "por escrito", "quién se hace responsable", (que no es igual pero sumando, restando y sacando raíz cuadrada se podría decir que está en el vencindario).


Esto afecta principalmente a aquellos que aspiran genuinamente a aplicar su talento al negocio, pues notan como un obstáculo para actuar, estos excesivos cuidades hacia arriba. Agravado por cierta dejadez hacia abajo, achanchamiento propio de los lugares en las que la cultura está inmersa en estos temores.




Pero también están quienes privilegian sus propios negocios a expensas de la empresa, o su propia carrera. Y aquí la cosa es diferente.


No es lo mismo un "que firmen primero ellos" por temor a "quedar pegados" ante cierta incertidumbre, a un "que firmen primero ellos" porque tu jefe tiene un as en la manga (que vos tampoco sabés) y algún conocimiento de algo más que los demás ignoran y sabe que es muy probable que alguien quede pegado, y ese, no va a ser él. O por el contrario, un beneficio que no puede ser de otro más que él.


Y como esto también se ve en otras situaciones. En las organizaciones en donde el tráfico de poder es muy notorio (organismos del estado, multinacionales también, grandes ONG) estas estrategias personales son tanto o más frecuente que las retiradas por temor. Y en estas organizaciones además de quijotes y pusilánimes, tenemos muchos maquiavelos.



Con los maquiavelos es difícil descubrir el juego, hasta que es tarde. Con pusilánimes es posible saber qué está pasando. O incluso, lo que va a pasar. Con los quijotes también es bastante anunciado el curso de los acontecimientos.


En las multinacionales, los empleados están/estamos entrenados para reconocer ciertas alarmas, ciertos "metrics", ciertos indicadores. Fuera de eso, por más que tengamos en el camino un dragón echando fuego interrumpiéndonos el paso, nadie lo verá y todos avanzarán hacia él con total insensibilidad, pese a los esfuerzos y finalmente incrédula resignación del mismo dragón.





Desde luego que este fenómeno de infantilización del trabajo ocurre bajo ciertas circunstancias, y no alcanza con una sino con una combinación de varias, se me ocurren estas:





  • Incapacidad de delegar del jefe


  • Incapacidad de asumir responsabilidades del empleado (por lo que fuere)


  • Complejidad de los procesos


  • Inaccesibilidad de la información (restricciones de acceso, confidencialidad, imposibilidad técnica, falta de conocimiento)


  • Carencia o por el contrario, exceso de lineamientos


  • Exceso de burocracia


  • Grado de colaboración del equipo de trabajo


  • Grado de visibilidad del proceso y cómo se inserta la propia tarea en él


  • Sobreexigencias al puesto


  • Incapacidad de definir prioridades, redefinir urgencias y reasignar recursos


  • Grado de tolerancia al error


  • Nivel de trabajo sobre los errores a fin de generar aprendizaje


  • Baja flexibilidad o dificultad de adaptar las prácticas en función de los resultados


Y como estas muchas más.



Desde luego que no puede ignorarse que la personalidad del empleado juega un papel importante. ¿Qué traemos de nuestras casas, nuestro barrio, nuestro colegio? ¿Qué se nos pegó de las restricciones y permisos heredados? ¿Cuáles son las obligaciones que creemos tener? ¿Cuáles son las faltas que nos permitimos cometer? ¿Qué tolerancia a los fracasos tenemos? ¿Qué grado de necesidad de aprobación del otro podemos manejar?



Si aceptamos todas las presiones seguramente seremos los primeros fusibles en quemar.



En el libro de Melamed, "Empresas depredadoras" (que no sé dónde quedó, no lo encuentro) se cita una pequeña observación acerca de quiénes pueden ser víctimas de los síndromes laborales.



Tanto el depositar nuestras más preciadas expectativas de éxito personal en el trabajo, como el hecho de no poder concebir el negarse ante una presión, son cosas que provienen de los "genes" culturales de nuestra familia. Y aunque los médicos laborales (por jugar en el equipo empresario) y los médicos particulares (por propugnar a favor de la autonomía del paciente), consideren que todo depende de uno y de cómo maneje los problemas, las presiones y el stress, la OMS más razonablemente destaca lo importante del rol de aquel que detenta el poder.



La personalidad del empleado no es la única causa, y tampoco creo que sea la determinante. Si un empleado tiene las características de personalidad necesarias para resultar víctimas de estos procesos, pero la organización no fomenta este tipo de relaciones, no desarrollará el síndrome en la organización (podrá hacerlo en su familia, en su club de barrio, pero no en el trabajo, o tal vez en ningún lado).



En cambio sí se produce que una persona normal, independiente y juiciosa llegue a plantearse si está en lo cierto o está equivocado cuando empieza a notar estos conflictos entre lo que piensa y lo que experimenta, y aún más cuando observa la anuencia, inconciente generalmente, de muchos de los otros miembros de la organización. Si las presiones internas y externas que operan sobre esta persona la obligan a permanecer en esta situación, es probable que terminen minando su autoafirmación y comience a verse afectado.



La confluencia de estos factores (por ejemplo, la falta de información, atribuir igual importancia a lo importante y lo accesorio, excesiva responsabilidad sin autoridad para disponer de recursos o tomar decisiones, etc), dan origen a órdenes y expectativas por parte de la empresa, muchas veces contradictorias. El empleado termina por no saber cómo debe conducirse y termina actuando como un niño, a la espera de órdenes claras, la autorización para avanzar con el próximo paso, desconfiando del propio criterio hasta no ser controlado por alguien más, echando culpas, ocultando la propia participación, disfrazanso la realidad, maquillando las circunstancias.



Somos humanos. Somos mañeros. Y no es fácil deshacerse de las mañas.



Llegamos a estas situaciones porque en los antecedentes (propios o ajenos) vemos que la puja entre unos y otros, el que se anticipa y se impone tiene una ventaja. No hay inocentes. De los dos lados se producen abusos. El problema es cuando la balanza empieza a estar baja casi siempre del mismo lado. Y cuando las víctimas de los abusos no han sido jamás abusadores.



Buenas tardes.


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