viernes, 11 de enero de 2013

Cómo identificar a un duende.

No es que crea en duendes.

Mi cabeza no cree pero mi cuerpo sí.

Así como mi cuerpo ve colores a los números y a las palabras, a las tonalidades musicales, a los modos gregorianos y a la música en general, del mismo modo hay objetos o personas que se me hacen duendes.

Y cuando eso ocurre, se impone la condición de duende a la de persona.

Una vez con una amiga en Gesell, vimos un arbolito que crecía en forma desigual. Ambas vimos en él simultáneamente un duende.

Tuve algunos compañeros de trabajo que eran duendes. Uno era técnico de PCs, el otro era vendedor corredor. Un miembro de la familia de mi compañero es un duende. Es muy fuerte en él su condición de duende, y él es conciente de ellos pues afirma ver fantasmas y creer en ellos. Dice también haber hecho viajes astrales y conocer las terrazas de la manzana de su casa con lujo de detalles.

Pero el último duende que conocí fue ayer.

Ayer fui al acampe cultural de la Sala Alberdi. Uno de quienes me dio su versión de la situación era claramente un duende.

¿Cómo se identifica un duende?

Por la mirada fundamentalmente. La mirada de duende no puede describirse pero cuando la ves no te caben dudas.

En algún caso por el aspecto físico general, la combinación de proporciones, rasgos, colores de su piel, cabello u ojos.

En casi todos los casos son medio ladronzuelos, audaces siempre. Un poco provocadores y ladinos. Y fundamentalmente son carismáticos, confianzudos y no dudan en aprovecharse de la ingenuidad de los incautos. Son pacíficos pero yo tengo la certeza interna e inexplicable de que son capaces de matar sin premeditación. Sus versiones de los acontecimientos es bastante veraz pero siempre ocultan algunos detalles que implican otros fines, no necesariamente malos, pero no confesos. Creen que el mundo y sus historias son simplemente un camino por recorrer y que a un camino no se le debe nada.

Tienen alguna meta en la vida que tiene que ver con el destino de los duendes: valerse por sí mismos.

Tal como está dicho en "Peer Gynt" de Ibsen.

Y si fuera como dice la obra, cualquiera podría convertirse en duende.



En la cueva del Rey de la Montaña de Edward Grieg, en versión de Apocalyptica. La cueva del Rey de la Montaña es uno de los movimientos de un da las dos suites que compuso Grieg para la obra de Ibsen.


Buenos días. 

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