miércoles, 24 de noviembre de 2010

Los que van quedando a un lado

A esta altura del año me resulta difícil retomar la lectura. Me refiero al tema del trabajo. No sólo quiero releer el ensayo y un artículo que encontré en Internet sino que además me pasaron un artículo "¿Qué es un buen trabajo?" que deseo leer.

Pero nuevamente tengo tema para rezongar un poco más. Y tiene que ver (redundantemente) con el trabajo.

En otro post mencioné un caso de un empleado (en una empresa en donde trabajé antes) que conocí, que merecía una promoción y que se convirtió en un "muerto vivo".

Hace unos años supe que esa empresa, que en su momento era una pyme (más "me" que "p") estaba creciendo (esto se veía en las noticias de los diarios, además de otros medios), llevando sus procesos a estándares y profesionalizándose. Cuando me enteré de este interés en estandarizar sus procesos pasaron por mi cabeza dos ideas. La primera tenía que ver con el apego a las viejas prácticas con las que yo había tenido que lidiar muy duramente, folklore que había sido sostenido y mantenido por la dirección. La segunda era que el interés del dueño en estandarizar sus procesos obedecía al deseo de incrementar su valor para una futura venta, o bien para cotizar en bolsa. Porque como pyme, funcionar, funcionaba bien.

Enseguida llegó la confirmación de que el interés era aumentar el valor. Sin haber implementado este cambio la empresa salió a la bolsa con obligaciones negociables (obviamente también salió en los diarios). Pero acciones tal vez es otra cosa. Otra permanencia.

Durante un par de años no hubo novedades. Luego comenzaron a incorporar empleados, plantas, nuevos negocios, disímiles, diversificados, enroques con los depósitos, emprendimientos inmobiliarios, exportación... fuera de su rubro. Y nuevos directores y un gerente general. Sin promociones del personal histórico.

La vieja camada se sintió dejada de lado. Y el malestar ataca hoy a cada uno de manera diferente. Entraron nuevos profesionales y en las entrevistas les decían que deseaban un recambio, una renovación, una mayor profesionalización. Esto me enteré no ya por amigos sino por una compañera en un curso que hice a mitad de año y que estaba ingresando a la empresa. (Todo se sabe tarde o temprano, ¿eh?).

Un amigo que aprecio mucho hoy está sufriendo una mezcla de síndromes. Y conozco varias personas allí con las que mantengo relación, tal vez no tan frecuentemente, pero sí con gran afecto. Y habrá más víctimas. Sé de gente que vivía dentro de la empresa, que ha descuidado a su familia y a sus afectos. Historia conocida, ¿no?

Ya no es una gran familia.

Y sospecho que esto es consecuencia de los planes leoninos de alguna consultora estratégica. De esas que se enfocan en los procesos y se desenfocan de las personas que los llevan a cabo. La transición entre pyme y empresa grande, líder en su rubro, se está haciendo con crueldad.

Hay otras soluciones. Hay alternativas. La sospecha más viva hoy en día, es que se trata de acelerar el saneamiento para propiciar una excelente venta.

Ajo y agua.

Buenos días.



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jueves, 18 de noviembre de 2010

La docencia como un juego de cazadores y cazados

Hoy tuve una clase de "cierre" de un Workshop. La docente, Viviana, excelente (no menciono el apellido porque tal vez no desea "figurar" en Internet), estuvo a cargo de un curso de Oratoria, digamos, de "Comunicaciones efectivas", pero en inglés.

El curso, perfectamente diseñado. Material excelente, útil, aprovechable al máximo (para mi nivel de inglés). Viviana, la docente, excelente, organizada, presente, atenta, observadora de las dificultades, en pleno dominio de los recursos y de la atención de los asistentes.

El curso fue un mes atrás.

Y hoy, un mes más tarde, teníamos una especie de "evaluación": una presentación en WebEx, en donde debíamos presentar a nuestra área y a nosotros mismos, con todos los pasos y recursos: programación de la reunión, invitación a los asistentes, confección de la presentación, con todos los elementos, apertura, agenda, desarrollo, gancho, pausas, lenguaje, conclusiones, preguntas y cierre.

El mes corrió y no habíamos podido reunirnos con mi compañera para preparar el material y ensayar, ya que para ambas presentaba una cierta dificultad. Ante la negativa a nuestra solicitud de posponerla nos pusimos a trabajar. Logramos hacer algo respetable, nos organizamos y finalmente esta mañana completamos la evaluación.

Sentí que habíamos sido respetadas porque la clase había cuidado todos los detalles. El trato de nuestra docente, Viviana, había sido cordial, paciente, atenta, solícita. Y ahí caí en la cuenta de cuán poco frecuente es ser respetado como alumno/a.

Y no pude menos que recordar el parcial que tomamos el martes pasado. Estamos haciendo grandes esfuerzos en el grupo por mejorar esto pero yo noto que aún falta un poco para vencer este tufillo a arbitrariedad hacia la experiencia de aprendizaje del estudiante.

Volviendo al cierre del workshop de inglés, cuando le hice llegar algunas palabras a mi docente, le puse que había sido muy enriquecedor porque había aprendido de ella, del diseño del curso, de mis compañeros, de las actividades. Pero sobre todo, del respeto hacia mi tiempo y mi energía (que a esta altura del año, ya es escasa).

Está bueno no dejar de ser alumno, nos recuerda aquello que esperamos de nuestro docente y de la institución que enmarca el proceso.

El punto es que en el curso de Didáctica que hice en la facultad, éramos conminados a tener en cuenta estas cuestiones. Eso que no es parte del temario pero que está presente, el respeto, la organización, es también indicativo, tiene significado y produce un aprendizaje en el alumno. El alumno también aprende a hacer trampas o a ser frontal en respuesta a lo que yo hago como docente. También le transmito cuánto valoro la transparencia o la voluntad de llegar a acuerdos y entendernos en el mismo lenguaje y con protocolos conocidos y acordados. Y esto es algo que, de ser experimentado, se hace difícil después, elegir otra cosa.

En la materia en la que trabajo hemos hecho grandes cambios pero aún faltan muchos por hacer. Pero algunos puntos importantes fueron difíciles, como comunicar anticipadamente el puntaje de cada uno de los puntos del parcial, el tiempo y las extensiones de tiempo para la resolución, el material de organización previo a la materia, etc. Cuestiones de transparencia, cuestiones de claridad o acuerdos previos. Esto cuesta, cuesta culturalmente. Cuesta el cambio.

¿Por qué hay tantas resistencias a decirles a los alumnos el criterio de correción, qué es lo importante, qué punto vale más? ¿Por qué una actividad tan natural y genuina como la "priorización" es tomado por los docentes como "especulación"? ¿Acaso no deseamos que los estudiantes se preparen para la vida real, para el trabajo? ¿Acaso no tendrán que graduar su tiempo y su energía, utilizar el sentido común, aplicar criterios y tomar decisiones? Les hablamos de Pareto y después pretendemos que no lo apliquen en su examen cuando nosotros no valoramos todo de la misma forma. ¿Por qué no favorecer que lo hagan, evaluar también eso y hacer la devolución correspondiente y los fundamentos de dicha evaluación?

Esto también es parte del respeto. Terminar una materia y no haber tenido un buen rendimiento y no saber qué es lo que falló, por qué mi criterio no fue bueno, qué desatendí, no es un buen final. Falta algo. Falta saber cómo se inserta la materia y lo que propone, en la realidad.

Buenos días.



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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Las estrategias anti-copia

Recordé luego del post de anoche, algunas estrategias anti-copia de docentes que tuve:

-Una hoja con las fórmulas. El docente indicaba que para el parcial se podía traer una hoja con las fórmulas (lo que era más común copiarse).

-Una única hoja con cualquier cosa que uno quisiera. No importaba el tamaño o la naturaleza. El machete oficial estaba permitido. Ese docente decía que para lograr que el contenido del parcial entrara en una hoja, el estudiante tenía que estudiar más que memorizando porque estaba obligado a resumir, a elegir lo fundamental, a buscar formas de representación conceptuales avanzadas.

-Carpeta abierta. Recuerdo un coloquio de Inteligencia Artificial y de Base de Datos (con el mismo docente, el petizo Carranza). El examen duraba una hora y media. Sólo quien sabía la materia sin dudar podía resolverlo en ese tiempo. Se podía tener la carpeta. Yo había "tabulado" toda la carpeta, solapitas con hasta 3 palabras a modo de índice. Ese trabajo me había llevado a tener una conocimiento acerca de cómo estaba estructurada la materia. Sabía la materia en ese punto. Sólo usábamos la carpeta para confirmar lo que ya sabíamos y evitar las lagunas por nervios. Si no sabíamos no había tiempo de leer y volver a razonar.

-Medidas compulsivas. Dejar las mochilas, bolsos y carteras en el frente. El docente ubicaba a los alumnos desparramándolos en el aula, sólo con un par de hojas, algo para escribir y calculadora (por ejemplo). Esto me parecía una mala práctica ,desconcentraba porque se percibía como un maltrato, como un desprecio ("ustedes son vivos pero cuando ustedes van nosotros volvemos 2 veces").

-No dejar salir del aula comenzado el examen: para evitar consultas en el baño, personales o por teléfono.

Recuerdo que hará cosa de un año, vi una película acerca de un concurso entre colegios: matemática, física, etc. Se llama "Cheaters". Concursaban colegios excelentes, y colegios de zonas marginales o con serios problemas sociales. Un grupo de alumnos debe participar pero tradicionalmente ese colegio pierde. Deciden hacer trampa y un docente los ayuda. (El link en el nombre de la película conduce a un blog que analiza también la película y vale la pena leerlo, tal vez más que éste ;)

El tema es que ese docente les enseña a hacer trampa.

Los organiza, desarrollan estrategias de copia, obtienen las preguntas por anticipado. Algunos se encargan de la logística y otros representan el papel de "bochos" que responden a las preguntas. Acuerdan cuándo, cuánto y cómo fallar para no levantar sospechas. Todo el curso se pone a investigar para obtener las respuestas. No deben hablar entre sí fuera del certamen, no debe parecer de que están organizados.

El grupo gana el certamen contra todo pronóstico. Ahora deben ser cohesivos
Pero hay dos problemas. Uno, superado casi inmediatamente, es que el afán de ser estrella hace que alguno no falle cuando debía y levanta sospechas temporariamente. El otro, más frave, es que la distribución de roles no satisface a todos y alguno que quería "figurar" traiciona al grupo.

Las autoridades de todos los colegios, los medios, la sociedad se encadaliza. No tanto por la trampa sino porque un docente les enseñó y los entrenó en cómo hacerlo. Los chicos se van quebrando. Son castigados socialmente con el desprecio y el cuestionamiento.

Algunos de ellos años más tarde dice:

"Hicimos trampa pero lo que aprendimos con ese docente nos va a servir toda la vida. Cómo organizándonos, distribuyéndonos la tarea, pensando estrategias, podíamos vencer el aparato que perpetuaba los mismos ganadores año tras año y nos estigmaba como perdedores por el colegio del que proveníamos".

El docente tampoco se arrepentía. Sus argumentos serían interesantes para otro post.

Creo que la película se basaba en un caso real. Sino, hubiera podido serlo. No había cosas imposibles, fuera de costo, o absurdas.

Cuestionable incuestionablemente.

Pero esos argumentos, tan reales, los motivos, ¿de qué forma genuina podríamos cubrirla? ¿Cómo evitar la reproducción bourdiana que comentaba la alumna? ¿Cómo lograr eso mismo, por el lado "legal", sacando la trampa, eliminando el problema ético?

Buenos días.


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Post triste

Mi ausencia de estos días se debe al encadenamiento de varias circunstancias, la primera, que habiendo finalmente encarado el tema del "trabajo", me he visto obligada a revisar lo que sé (y de dónde proviene) y qué más me falta saber. Y otras causas como acumulación de trabajo debido a la altura del año y algún temita de salud que me mantuvo en cama varios días.

Y no era mi intención escribir esta semana, pues aún me falta mucho por leer sobre el tema. Y he evitado la tentación de escribir de otros temas que han ido surgiendo. Pero hoy no puedo evitar volver a escribir, y esta vez sobre la tristeza.

Tiene que ver con mi función docente.

Siempre me cuestioné (hasta que llegué a MI respuesta, la que me sirve a mí y pocos comparten) por qué las evaluaciones son instancias tan duras, tan crueles y tan poco comunicativas respecto de lo que ocurre con el crecimiento del conocimiento y pericia para resolver problemas, del estudiante.

Yo observé que uno entra en un juego parecido al de los antivirus y los virus. En cuanto un programador diseña una nueva estrategia de ataque o bien lo implementa novedosamente a través de un nuevo malware, otro desarrolla una estrategia de detección y neutralización. Con los exámenes pasa algo parecido: los estudiantes desarrollan estrategias de copia y los docentes desarrollamos nuestro sexto sentido para darnos cuenta.

Es un conjunto de señales, una cierta cantidad de medidas que separadas son ineficaces pero juntas permiten disuadir o invalidar la mayoría de las iniciativas. Manos bajo el banco obligan a estrechar el control. Lo mismo que las manifestaciones exageradas de preocupación, movimientos extraños, ciertos movimientos de los ojos o leves inclinaciones de cabeza o tronco. Antinaturales para la posición de escritura. A veces imperceptibles. Pero los detectamos. Entonces caminamos, recorremos, disimuladamente a fin de buscar nuevos indicios y neutralizar el intento. Evitando la confrontación, intentando que sea indiscutible. Pero estos controles son percibidos por el estudiante que se copia y por otros, próximos, y todos se ponen nerviosos y se desconcentran. Y algunos se sienten acorralados aún no habiendo hecho nada porque temen haber incurrido, sin querer, en alguna alarma y ser acusados injustamente.

¿Por qué generar esto? ¿Acaso no deseamos el mejor rendimiento de los estudiantes? Esto no contribuye.

¿De memoria? Los estudiantes creen que deben estudiar de memoria cuando no logran captar qué es aquello que naturalmente los conduce a las soluciones con un esfuerzo mínimo. Entonces recurren a la copia, al machete, a la consulta, al soplo.

Por eso soy partidaria de los parciales a carpeta abierta, con resolución de problemas de aplicación con fines prácticos, o bien de opinión, o conclusiones. Si es eso lo que van a hacer profesionalmente. No van a recitar las normas de control interno, o el procedimiento de cobranzas. Tienen que saber qué función les está faltando, detectar dónde hay duplicación de tareas o falla un control, dónde se produce un hueco. Recurrirán a libros, políticas corporativas, buenas prácticas, foros, listas de correos. ¿Por qué no permitir que hagan uso de toda la artillería? Si esto también va a ser parte de su desempeño profesional.

Tsun Zu decía que nunca hay que dejar sin salida al enemigo. Bueno... enemigo. Es una figura para ilustrar la idea. ¿Es el parcial un desafío de controles y estrategias de evasión? ¿O es una instancia de aprendizaje, totalizadora, práctica, un clímax en la exigencia de aplicación de recursos?

Hoy un alumno mío fue sorprendido mientras se copiaba. Yo ya había notado esto que decía más arriba, que el control genera más tensión y que, si no hay señales, es innecesario. ¿Gano mucho logrando que ningún alumno se copie? ¿O gano más bajando un poco el control para que todos trabajen más relajados a costo de que uno o dos hagan trampa? Así que hoy decidí sólo mirar si detectaba las señales más groseras, posturales y actuar más desatendidamente. No nos pusimos de acuerdo, pero naturalmente cada tanto alguno hacía un paneo y se plegaba a la conversación más relajada, bromas, risas. Sabíamos que el parcial de hoy requería dejarlos tranquilos.

Y en ese escenario, un ayudante ve el machete. Grosero, torpe. Otro ayudante lo toma. Yo no quería ni mirar. El jefe de trabajos prácticos intervino. No se trataba de un mal alumno. A veces estas cuestiones se minimizan. Se le atribuye, anacrónicamente para mí, un significado demasiado relevante. La copia, el machete, la consulta es considerado una trampa y la trampa, un problema de ética. Puede conducir a un sumario y el sumario a una medida más drástica. Podríamos discutir días enteros si la decisión de copiarse responde a cuestiones éticas o a cuestiones psicológicas o sociales. No estoy tan segura. Lo que creo es que no tiene mucho sentido realizar una persecución que depura un procedimiento que no considero del todo útil, pues no garantiza que el resultado obtenido el estudiante, refleja su conocimiento. Los exámenes tradicionales no lo refleja. Reproducir un enunciado, la respuesta esperada, el concepto de libro o un diagrama de memoria, no dice nada de la capacidad del estudiante de diseñar una solución aplicando genuinamente conocimiento. Por eso para mí la copia es una respuesta equivocada e infantil a un problema mal formulado y anacrónico.

Hoy ningún profesional tiene que recordar memorísticamente una receta para su aplicación directa. Hoy en día los profesionales consultan, comparar, releen una y mil veces, una norma, un modelo, discuten con pares, consultan en foros para hallar la mejor solución con las restricciones bajo las que operan.

Es cierto que los estudiantes han sido entrenados tras larguísimos años de primaria, secundaria, CBC y primeros años universitarios a que la solución de problemas reales pertenece a la realidad y no al ámbito de la facultad. Y que en los parciales y finales hay que repetir lo que dice el apunte, el profesor o el libro. Esto debe ser revertido. La carrera debe ser el ámbito de discusión y de reflexión en el que deben entrenarse para poder diseñar soluciones y continuar autoformándose cuando las tecnologías y los cuerpos teóricos evolucionan.

Cuando ocurre que un estudiante es sorprendido copiándose me invade una profunda tristeza. Si hubiéramos controlado más no hubiera llegado a esa situación. Si hubiera controlado más. Pero yo no quería controlar más sino menos. Yo quiero parciales de carpeta abierta, Internet libre, libros online, cualquier recurso. No quiero controlar para que no me pasen y ser yo la que tiene el as en la manga y enorgullecerme de que me las sé todas. ¿Qué sé? ¿Sé impedir que el estudiante despliegue una estrategia alternativa al estudio? Esto es porque pido reproducción y no aplicación. Debería ser inútil copiarse. Debería ser inútil plantear una cuestión de ética o una cuestión psicológica o social en la trampa de evadir un control. ¿Es esto lo que les será más útil como profesionales?

Esto me entristece profundamente. Qué lejos estamos como docentes y como estudiantes de lograr de la universidad un espacio de conocimiento y aprendizaje.

Y evidentemente fallamos también en hacer germinar estos valores.


Buenas noches.


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jueves, 4 de noviembre de 2010

El trabajo como valor III returns, la primera secuela

Bueno, en realidad no es la primera secuela, será la cuarta o la quinta porque las anteriores aún no entraron al horno y requieren alguna elaboración más. Ese artículo me detuvo varias veces, pero luego de leerla y releerla me pica una cosita, en general, que quiero desembuchar.

Tiene que ver con esto de que el trabajo es un valor hoy por hoy para todos los de clase media en todas sus variantes, y parte de la clase baja. De la clase alta no puedo hablar porque me es muy ajena. No hablo de lo que "se dice" con palabras bonitas, sino lo que está en la boca y expectativa de la gente.

La gente sufre si no tiene trabajo, se deprime, porque no sabe qué cosa hacer con su tiempo. El artículo cita a Hannah Arendt: "La Edad Moderna trajo consigo la glorificación teórica del trabajo, cuya consecuencia ha sido la transformación de toda la sociedad en una sociedad de trabajo. Por lo tanto, la realización del deseo, al igual que sucede en los cuentos de hadas, llega un momento en que sólo puede ser contraproducente, puesto que se trata de una sociedad de trabajadores que está a punto de ser liberada de las trabas del trabajo y dicha sociedad desconoce esas otras actividades más elevadas y significativas por cuya causa merecería ganarse la libertad."

Ese esto último de "dicha sociedad desconoce esas otras actividades más elevadas y significativas por cuya causa merecería ganarse la libertad" lo que tal vez es lo que sume a la gente en la depresión cuando está sin trabajo (la gente influenciada por lo del trabajo como valor, eso de que el trabajo dignifica, realización a través de la profesión, estar haciendo siempre algo útil, sentirse útil, sentirse productivo, prosperar en el trabajo, etc).

No todos los estratos sociales están impregnados de este valor, sólo aquellos que aceptan el rol de hacer girar la rueda, producir para que todos consumamos (yo, primera). Y lo naturalizamos de tal forma que llega un punto en que si alguien nos lo muestra decimos "no, yo no soy así".

Luego desesperamos, excepto los adictos al trabajo, por las vacaciones, ese período de ocio, en el que nos transformamos en otras personas, personas de paso, personas transitorias, con actividades, emociones y "personalidades" con fecha de vencimiento.

El problema está cuando otros estratos, de base numerosa y en apabullante crecimiento (los excluidos, los marginales), nos ponen de cara al meollo de la cuestión... que es "que laburen los giles". O sea, nosotros.

Nosotros que, para quedar bien vistos y porque no somos tan vivos, necesitamos desprestigiar las herramientas de los otros para pasarla bien, porque por pusilánimes, preferimos pasar horas, días, semanas, meses, dedicados a las aspiraciones de otros para "ganarnos" unas merecidas vacaciones, el LCD, el viaje a Paris, Disneyworld o a escalar, el hobby caro, la cena exótica.

Bueno, tal vez lo de pusilánime es fuerte. Es que yo necesito exagerar para dar fuerza a la idea. Sería algo así como una variante de "la diplomacia es el recurso de los débiles".

Pagamos con toda la vida, unos minutos de placer.

¿Horas, días?

Entonces nos autoconvencemos de que la meritocracia (el otro nombre de la ley de la selva, en donde se remplaza la fuerza por el mérito), que nunca vamos a nombrar porque es discriminatorio y deja afuera a muchos, nos hace legítimos acreedores del bienestar. Todos los demás, lo usurpan.

El mérito pone al alcance de los débiles (como yo, por ejemplo) y los cobardes (como yo, por ejemplo), el mismo premio que antes se obtenía por la fuerza de las armas y/o del ingenio (como Ulises/Odiseo).

Nosotros nos merecemos el premio por tanto esfuerzo, por quemarnos las pestañas, por nuestra fuerza de voluntad, porque supimos privarnos, porque para eso trabajamos, porque para eso pasamos noches sin dormir, para eso no nos fuimos de vacaciones y nos arreglamos solos y no pedimos prestado, porque para eso hicimos honor al "remienda tu paño y te durará un año, volvelo a remendar y te volverá a durar".

Para eso nos matamos trabajando y al hacerlo perdemos los años más plenos de nuestra vida, cuando no nos dolía casi nada, cuando resistíamos más, y nos recuperábamos mejor o ni nos dábamos cuenta. ¿Y para qué usamos esa virtud mágica de la juventud?  Para trabajar. Para otros. Porque para tener lo que tenemos IGUAL nos tuvimos que privar.

Y viene un vivo y nos asalta, nos roba, nos despoja. Uno que nunca trabajó, capaz que hijo y nieto de eternos orgullosos desocupados o vividores de niños, que estaba en el bar o embobado mirando Tinelli o falopeándose, mientras yo me quemaba las pestañas estudiando para los exámenes y tener un título que me abriera la puerta a un trabajo mejor remunerado. Y más esclavo. Porque ahora tengo celu y laptop del trabajo y tengo un pin para acceso remoto para poder conectarme "cuando quiera" y estoy en una lista de un BCP (Business Continuity Plan) en virtud del cual me pueden llamar incluso mientras festejo íntimamente algún aniversario, por ejemplo.

La bronca no es por la plata. O sí, porque, porque representa no haber gozado o no haber gozado plenamente o el todo el tiempo que era posible. La bronca es porque soy un/a gil, que se sintió orgulloso/a cuando recibió el celu, la laptop, el pin y pasó a formar parte de la lista de los "imprescindibles" y creímos, como en "La isla", que salimos sorteados en el premio mayor que "a la final no era más que la muerte, no era".

La bronca es porque todo el sacrificio y las concesiones sobre nuestra vida privada, es siempre a cuenta. A cuenta de futuras promociones por las que competimos en "mayor esfuerzo/mérito/dedicación" con otros nabos igual que nosotros, por futuros aumentos o privilegios, que tal vez luego se generalizan y resultó que sólo fuimos pioneros por unos meses, o bien se eliminan para todos en virtud de una más estricta "política de integridad".

La bronca es porque cuanto más te esforzás trabajando y estudiando, estudiando detalladamente detalles cada vez más pequeños que cambian y desactualizan cada vez más vertiginosamente y ya quedaste out, te vas olvidando de qué era sentir placer despreocupadamente, sin urgencias, sin sentirse imprescindible y SIN PAGAR NI DEBERLE NADA A NADIE.

Por eso la bronca, cuando el otro, que pasó y vio la oportunidad, te birló la billetera o te hizo pasar un mal rato (no hablo de muertes, violaciones ni torturas, entiéndase bien) sin el más mínimo esfuerzo ni sacrificio previo.

¡Con qué derecho!

¡Con qúe derecho me muestra lo idiota que soy!

Buenos días.




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viernes, 29 de octubre de 2010

El trabajo como valor III: recorriendo la historia del concepto

En la búsqueda de la objetividad, actitud que llega a su máxima expresión con el positivismo, el Hombre intenta tomar distancia de los hechos, hacerse ajeno a fin de desinvolucrarse y poder observar y seleccionar las variables, evaluar, sopesar, compararlos y sacar conclusiones con la menor injerencia posible de emociones.

Una ilusión de objetividad pero un muy buen intento.

Por eso no nos entendemos. No es que el mundo se divida en dos, en aquellos que sí pueden tomar distancia y en los que no. Sino que, según de qué se trate y cuánto podamos salir de escena, podremos analizar más fría o más emocionalmente. Y muchas veces pasa que nos encontramos con el que tomó una distancia distinta a la nuestra y ve más borroso por demasiado cerca o pierde los detalles por demasiado lejos.

Entre esta gente que mira de lejos (no sé si tan de lejos) están los economistas, los filósofos, los historiadores, los psicólogos, los sociólogos y todos aquellos que logran salir, en virtud de la ciencia o del arte, del caso particular a alguna clase de generalidad. Así es que me pareció una buena de indagar un poco sobre el trabajo y descubrir qué pienso, el recorrer los libros y la web en busca de las ideas de otros sobre el tema y tratar de dejar a un lado mi propia experiencia o la de mis allegados.

Ya en mis primeras búsquedas pude encontrar respuestas a mis inquietudes y confirmar que otros antes que yo se han sentido incomodados o perturbados por las creencias populares y políticas acerca del trabajo y se han sentido llamados a aclarar, explicar y profundizar.

Mi primera invitación es a leer los cinco artículos de

El primero de ellos, "El trabajo a través de la historia", escrito por Javier Alvarez Dorronsoro, en 1999, ordena algunas de las ideas que caóticamente surgieron en los distintos posts de este tema y en este blog.

Los invito especialmente a leer esta breve historia del trabajo, que no tiene desperdicio. Luego, podremos juntarnos a discutirlo. Sobre todo lo que respecta al cambio de mirada del TIEMPO y al valor económico del tiempo.

Lujurioso.



Buenos días.


Artículo del Nro. 9 de la revista "Cuaderno de Materiales"
Número: http://www.filosofia.net/materiales/num/numero9.htm
Revista: http://www.filosofia.net/materiales/index.html


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jueves, 28 de octubre de 2010

El trabajo como valor II: la cultura del trabajo

Yo también he repetido esta frase "la cultura del trabajo" como algo loable, como la causa del crecimiento, de las buenas costumbres, de una sociedad solidaria, justa, limpia de métodos e intenciones.

La solución a todos los problemas.

"La cultura del trabajo se perdió". "Con la industria del despido se perdió la cultura del trabajo". "Hoy en día tenemos chicos que nunca vieron trabajar a sus padres ni a sus abuelos". "Muchos jóvenes hoy en día no se cuestionan si deberían trabajar para solventarse, no lo ven como alternativa".

Y antes que éstas: "El trabajo dignifica". "Antes la gente pasaba toda la vida en el mismo empleo". "En los ferrocarriles los ingleses empleaban a la familia para que a la hora de la cena, hablaran del trabajo". "Un trabajo digno". "Hace tres meses (un año, dos años) que no consigo trabajo, no tengo fuerzas ni para levantarme".

Está el que se mata trabajando, que trabaja como un burro, ejemplo de esfuerzo y rectitud, que se enorgullece de su eficacia o eficiencia. 

Pero también he escuchado: "yo cambio mi tiempo por dinero", "somos mercenarios".

El trabajo se convirtió en varias cosas:
-una medida de valor social, estar incluido o no que no te valoren en lo que podés/sabés hacer
-la "elección" que diferencia a la gente honesta de los vagos
-algo que hacer durante el día, la semana, para darle sentido a la existencia
-un canje de tiempo por dinero, estable, sin riesgos

El trabajo en la moral cotidiana se opone al delito y a las avivadas. Vos trabajás para obtener. El ladrón  te asalta y te saca lo tuyo por la fuerza. El estafador te engaña y se apropia de lo tuyo mediante ardides y mentiras.

La Doctrina Social de la Iglesia a través de distintas encíclicas papales, principalmente, va normando las condiciones de un trabajo digno y señala que es digno en tanto es ejecutado por hombres. Su dignidad proviene de ella.

Hasta ahora ninguna visión de ningún economista. La voz de la calle. Esto irá viniendo en próximos posts.

Por lo pronto, yo adhiero a Oscar Wilde cuando dice: "El trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer.


Buenas noches.


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El trabajo como valor I: introducción

En un post anterior "Subir el techo para dar lugar a que suba el piso" mencioné que "el trabajo como valor" daba para otro post. En realidad da para más de un post y no sé en qué terminará esto, pero es posible que tire por la borda varias de las introspecciones que componen este blog.

Un primer borrador echaba mano a algunos recuerdos aislados pero no alcanzaban a explicar mi esquizofrénica relación con el trabajo. Debo reconocer que fui educada con la idea del trabajo como uno de los primeros valores, y con frases alusivas que la reforzaron durante décadas.

Hasta que escuché dos cosas: una, que la idea del trabajo como algo indiscutible en la vida de una persona decente, aparece recién en la Edad Media, cuando empieza a transformarse la sociedad alrededor de los artesanos y su actividad. Y que incluía cuestiones como la libertad acerca del tiempo de trabajo, la dedicación y la especialización durante toda una vida, el orgullo, el discipulado, la templanza del oficio. A partir de allí, la volví a escuchar varias veces. En mi curso de Didáctica, cuando vimos el origen de la "escuela" y su meta funcional a la sociedad industrial, en la "Postdata sobre las sociedades de control" de Gilles Deleuze en donde explícítamente ejemplifica (a raíz de las sociedades disciplinarias) las fábricas: "Es la prisión la que sirve de modelo analógico: la heroína de Europa 51 puede exclamar, cuando ve a unos obreros: “me pareció ver a unos condenados...”. "

Si esto tiene en comienzo, se cae de la categoría de "ley natural"... pensé

La segunda, un conjunto de ideas que se resumen en "en Uruguay la gente (que es menos consumista) se da permisos para hacer otras cosas y estar sin trabajar durante ciertos períodos, o bien que habiendo poco trabajo la gente no se desespera tanto si no lo tiene, o bien que la gente trabaja como algo que puede hacer para vivir". Juntas parecen aberrantes, pero originalmente no eran afirmaciones chocantes sino llamadas de atención a ciertas actitudes medio enfermizas que trataban de neutralizar. Así las escuché y así quisiera que se lean.

Estas ideas estaban en mi cabeza cuando escribí que el tema daba para un post aparte.

Pero ya habían germinado otras, las expresadas acerca del abuso laboral, del empleador, los síndromes laborales, el stress laboral, la OMS y mi propia sensación de que preferiría estar haciendo otra cosa en lugar de trabajar, cada vez más frecuentemente.

Porque si bien muchas veces encuentro placer en el trabajo y antes ésta era una situación permanente, hoy en día deseo hacer otras cosas y el trabajo se convirtió, en el medio que me permite solventarlas y aquello que me roba mis mejores horas, energías y voluntad, simultáneamente.

Entonces cuando decidí escribir sobre el trabajo como valor pensé: "voy a pensar un poco en el tema para saber qué es lo que realmente pienso del trabajo".

Entonces recordé a Ignatius O'Reilly, personaje de "La Conjura de los necios" de John Kennedy Toole, y su idealización de la vida y pensamiento medievales que esgrime como justificación a su abandono y pereza crónicos, y plasmándolos como un manifiesto en su "Diario de un chico trabajador".

Y también vino a mi memoria el ensayo "¿Por qué trabajamos?" de Jean Fourastié, que hube de leer a mitad de la secundaria y cuyas ideas ignoro si hicieron nido en mi cerebro.

Y finalmente y como frutilla del postre la voz de Dios diciendo "ganarás el pan con el sudor de tu frente" y ahí nomás "parirás con dolor".

Castigos divinos. ¿Por qué entonces pasó de ser el precio a pagar para recuperar el paraíso perdido a un valor, una actividad dignificante que da sentido a la propia vida?

En el próximo post (éste ya se puso demasiado largo), seguiré atando cabos (frases, hechos) relacionados con el trabajo. Más adelante incluiré un ensayo muy polémico al que llegué buscando el de Jean Fourastié (que hasta hace poco seguía en casa) y un libro que compré y estoy leyendo, muy oscurantista, reivindicatorio (como Ignatius Reilly) del pensamiento y forma de vida medieval. Por ahora no daré nombres.

¿Casualidades?

Buenas noches.



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martes, 26 de octubre de 2010

Hace mucho que estoy lejos

Hace mucho que estoy lejos de los partidos políticos. Hace mucho que me cuesta votar, pero aún así voy y voto. E intento privilegiar algo: una idea, un plan, intentar corregir un rumbo, balancear el poder, no sé, cada elección es un desafío para mí y tengo que hacer un esfuerzo para encontrarle la vuelta. Y desde hace años no voto ganadores. Y las veces que he votado ganadores, tampoco he pensado que ahí terminaba la cosa.

Pero eso no hace que deje de sumar. Critico o cuestiono,  sí, lo que me parece que está mal. Pero no creo que impedir sea la forma de corregir la mayoría de los problemas. Y tampoco creo que imponer mi idea sea lo mejor. El mundo va hacia algún lugar. Y ese lugar es aquel al que empuja la mayoría. Y va ir igual aunque yo empuje para el otro lado, o me siente encaprichada.

Diré mi idea, intentaré entender otras ideas, intentaré influir de buena fe, sumar voluntades o sumarme alguna otra, pero seré cuidadosa al intentar torcer un rumbo. Porque hay muchas cosas que veo, pero hay muchas más que no veo, muchas realidades que no conozco, muchas situaciones que pesan más que la de mi pequeño mundo.

Porque yo estoy aquí sentada mientras suceden millones de situaciones a tan sólo unos pocos kilómetros a la redonda, algunas de ellas definitivas y otras intrascendentes. Y no me estoy enterando. O me entero de algunas y las juzgo muy personalmente.

Tal vez mi visión aporte algo, tal vez lo que veo ayude a otros a ver algo que no ven. Acuerden o no. Intento mirar y escuchar lo que pasa a mi alrededor. Y si alguien opina, escucho. Tal vez empiece a ver algo que no vi hasta ese momento.

A veces estoy más dispuesta y a veces un poco menos.

Pero no está mal que haya gente que haga cosas, aunque no sea las que yo considero importantes. Siempre se puede mejorar y aprovechar lo que otros hacen. Siempre se puede enriquecer. Siempre se puede concluir, poner de manifiesto, observar, sorprenderse.

Yo veo cómo la gente que me rodea, cada vez más, refuerza y estrecha su campo de visión. No miran para los lados, no quieren confundirse, piensan que son estafados, que los demás los van a tomar por tontos. Entonces me pongo las orejeras, miro para adelante y abajo y sigo mi camino.

¿Tan grave es equivocarse? La mayoría de las cosas que hacemos y decimos no tienen la menor trascendencia, mientras que la mayoría son bastante solucionables. Si el error es nuestro gran maestro... ¿De dónde aprendemos sino? ¿De reforzar nuestras creencias repitiéndolas frente al espejo? ¿O de mirar alrededor y ver cuán aplicables siguen siendo nuestras ideas? ¿Tanto miedo tenemos a no haber acertado y no tenemos miedo de no cambiar a tiempo?

¿No es acaso la diversidad, el alcance y la profundidad lo que hace sólida una idea? Si mi idea vale sólo para mí y para mi día, ¿qué derecho tengo a imponerla? (Particularmente yo creo que las ideas se comparten -o no-, nunca se imponen. Y no hay dos personas que tengan la misma versión de una supuesta misma idea).

¿Alguna vez nos detuvimos a pensar todas las veces que afirmamos algo que luego la realidad demostró que no era así? ¿O también nos autoconvencimos de que tampoco era eso lo que queríamos decir? ¿O simplemente decidimos olvidarlas... o recordarlas de otro modo?

¿Tan difícil es pensar que cuando opinamos aquella vez, había dos o tres cosas que no sabíamos o que no tomamos en cuenta o que pensábamos que pesaban menos o más?

Yo sé que entre los hechos y yo hay un montón de ruido y de intenciones (de todo tipo) que interfieren. Y a eso además, lo miro con mi propio colador enfrente. Con mi propio ojo de cerradura. Yo sé que aquello que me cuenta ese libro es mi interpretación de lo que interpretó el autor. Y no sólo eso, sino que también mi interpretación incluye lo que el autor omitió. Y también tengo mi interpretación de por qué ocurre que el autor omita o yo, en mi interpretación, lo haga. Sus intenciones y las mías.

Ni qué decir cuando alguien habla...

Pero igual hay que vivir y vivir implica tomar decisiones. Y saber algo es mejor que no saber nada porque también puedo concluir sobre lo que no está, o comparar lo que está con lo que veo y lo que escucho y aún así sacar conclusiones.

Yo no creo que sea mejor decir "prefiero no enterarme porque es una gran mentira". Conocer esa mentira también me dice acerca de qué me están mintiendo, qué es aquello tan importante y adónde lleva.

Y pienso y vuelvo a pensar y descubro que ya no estoy de acuerdo, o bien que recién ahora empiezo a entender o a atisbar algo que ni sospechaba.

¿Es mejor no saber? ¿Es mejor no participar? ¿Es mejor no hacer?

¿Me voy a dejar conducir sin intentar influir para sentirme manada al cabo de mi vida?


Buenos días.


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miércoles, 20 de octubre de 2010

Expulsados y autoexiliados

Autoexiliados. Fuera de la naturaleza.

El problema con compararnos o comparar nuestros comportamientos con la Naturaleza tiene un problema muy serio hoy en día. El Hombre ya no es parte de la Naturaleza. No sólo no tenemos predadores en ella sino que tampoco tenemos instintos. Y ambas cosas nos hacen extremadamente peligrosos. (No olvidar que éstas son introspecciones, no "teorías", ni "leyes").

Éste fue un golpe duro para mí pues a mí me gustaba pensar que era un animalito como otros, con la particularidad de que es capaz de pensarse a sí mismo. Pero cuando en mi curso de Didáctica vimos el ejemplo de La Colmena (que tampoco sabía bien cómo funcionaba, y de hecho en uno de mis primeros posts está bastante mal usada como ejemplo) vimos que lo que llamamos cotidianamente como instinto dista mucho del instinto animal. De hecho en el Hombre hay otra cosa que lo reemplaza y se llama "pulsión" según me contó un pajarito con doctorado y todo.

Sinceramente, no me preocupaba demasiado que no existiera el instinto maternal. Siempre me había sonado a verso... habiendo visto de lo que algunas madres son capaces y que ello se dé en número tal y en forma tan variable según pasan los siglos, me era difícil pensar que un instinto pueda fallar y cambiar de esa forma. Que es bonito y emotivo, sí lo es. No cabe duda. A todos se nos inflama el pecho de emoción y ternura pero cuando miramos de más lejos... no es tan así.

Pero sí fue un golpe saber que tampoco existe el instinto de conservación, que fue el tiro de gracia durante esa clase. Eso y saber que el Hombre es el único que puede sacrificarse en pos de un ideal (no de una amenaza a la especie), me hizo un cortocircuito durante varios días. Las sinapsis colapsaban y de a ratos se producía como un vacío, un horror enceguecedor, hasta que cedió y hoy es simplemente una desdichada decepción.

Eso y atarlo con la frase de mi padre "cuando se inventaron las armas de fuego se acabaron los guapos" y sus corolarios, aplicados al Reino Animal ("los animales ya heredan el temor al hombre, desde que se inventaron las armas de fuego"), fueron eslabones lógicos dentro de la cadena que condujo a esa arriesgada afirmación de "el hombre se salió de la Naturaleza".

Eso sin pensar en la clonación, los implantes, aplicaciones de todo tipo, transplantes, etc...

El único predador del Hombre, es el Hombre. Muertos y desafiados los Dioses, el Único Dios, los Tabúes, desprestigiados los rituales, las iniciaciones y a un paso de perecer la "Nacionalidad" en manos de la "Ciudadanía", desmistificados los Ídolos y los Modelos...

¿Qué será de nosotros?

¿Qué será nuestros Custodios, los Saludables Límites?

Somos predadores. Algunos parecemos inofensivos. Pero desde hace siglos los Íncubos, los Súcubos, otros Demonios, Brujas, Magos, Duendes, Trolls, los Grandes Antiguos, los Primordiales, los Aliens, pueblan la imaginería de los artistas anunciando que están agazapadas aún, nuestras monstruosas identidades dictatoriales.

¿Es necesario recordar las atrocidades de las que como género hemos sido capaces?

¿Es necesario recordar las excusas que inventamos para justificarnos y la creatividad con que creamos nuevas excusas?

¿Es necesario reproducir los atropellos y abusos en los que nos hemos perfeccionados, merced a la Política, el Fundamentalismo (de cualquier signo), la Guerra y la Exclusión?

Expulsados del Paraíso y autoexiliados de la Naturaleza, ¿quién nos refugiará de nosotros mismos?

Buenos días.



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Recetas para ir quedándose solo

(Paréntesis de los temas que vengo pensando).

Recetas para ir quedándose solo:

-Ocuparse todo el tiempo de uno mismo
-Ocuparse todo el tiempo de los demás
-Quejarse todo el tiempo
-Mostrarse feliz todo el tiempo
-Hacer propaganda todo el tiempo (política, religión, ideología, etc)
-Destruir mitos y supersticiones ajenos
-Aterrorizarse y tomar precauciones extremas por supersticiones propias
-Tener demasiado tiempo libre
-No tener tiempo libre
-Sentirse en falta todo el tiempo
-No sentirse responsable por nada todo el tiempo
-Estar pendiente de la propia apariencia todo el tiempo
-Desatender totalmente la apariencia todo el tiempo
-Ser dogmático
-No tener opinión
-Superar las expectativas de los otros (todo el tiempo)
-No alcanzar nunca a cubrir las expectativas de los otros
-Dejar todo inconcluso
-Ser incapaz de dejar algo inconcluso
-Ser totalmente fríos
-Ser invariablemente tibios
-Ser explosivo
-Ser dependiente
-Ser autosuficiente
-Exigir demasiado
-No pedir nada

No sé bien qué es la soledad. Sus noticias me llegan como algo permanente e implacable en algunos y sensaciones breves y pulsátiles en otros. Unos últimos la buscan como una redención y yo he militado alguna vez en esas breves huestes.

Es uno de los grandes males de nuestra sociedad, dicen. Imagino que la permanencia la transforma en un mal. No la soledad sino la imposibilidad de finalizarla.

Soledad como sensación. Soledad como falta de compañía. Soledad como falta de comprensión. Soledad como incomunicación. Soledad como enfrentamiento con nosotros mismos.

Soledad como silencio. Tanto al no tener nada que decir como al no haber respuesta. Soledad como ruido: tanto al no poder despegar el mensaje del fondo, como a los obstáculos para llegar al otro o percibirlo como tal. Como aislamiento.

Soledad como quietud, como inacción, como ausencia de motivo. Y soledad como movimiento, como no poder detenerse, y continuar por cualquier camino pero siempre avanzando. Y soledad como andar en círculos, o soledad como quedar detenidos siempre ante la misma puerta. Soledad como impotencia. Soledad como incapacidad.

Soledad como ausencia de respuestas, soledad como falta de entidad. Soledad como abandono, como dejar de estar al lado.

Soledad como agotamiento, como desazón y como decepción.


Soledad como sensación final cuando algo se fue de control. Soledad como pérdida.


Cualquier camino conduce a la soledad. Cualquier actitud puede ser una receta para quedarse solo.


Sentirse solo o quedarse solo. Situaciones distintas que producen sensaciones parecidas. A veces es sólo una cuestión de mirada. A veces, sólo cuestión de no ver.



Buenos días.


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lunes, 18 de octubre de 2010

El stress, el acoso, el abuso y nosotros mismos

Más adelante retomaré el tema del stress laboral (OMS) y otros síndromes laborales ya mencionados, del acoso laboral y del abuso del empleado pues estoy dando vueltas en círculos con este tema y no veo que avance. Pero antes de cerrar este capítulo introspectivo (harto repetitivo), me reiteraré a mí misma una vez más en un punto: tanto aquellas actitudes que asumimos respecto de nuestras responsabilidades, como la predisposición a victimizarnos o la tendencia a avanzar sobre el otro a fin de obtener una ventaja, son todas actitudes que dicen mucho de nosotros, de nuestro entorno formador (familia, escuela, universidad, amigos, etc) y de nuestras circunstancias y las presiones que ejercen sobre nosotros.

No sólo habla de nuestro perfil ético, sino también del lugar que nos damos a nosotros mismos en cada uno de los roles que nos toca ejercer.

También dice dónde están nuestros puntos débiles, por dónde aceptamos presiones y por dónde las rechazamos. Qué personas, personalidades, caracteres tiene real poder sobre nosotros, entendiendo por poder aquello que logra que hagamos cosas o que dejemos de hacer otras: como dejar de lado expectativas, afectos o enfrentarnos a la autoridad, autosometernos y dejarnos para lo último, o desafiar normas y avanzar más allá lo de políticamente correcto.

Y todo esto tanto como empleados como empleadores, o como tercero ejerciendo una presión o sufriendo la desatención de alguien más. Porque no sólo somos nosotros quienes sufren acoso, stress o ejercen abuso, sino que a veces son nuestros padres, parejas, hijos, otros familiares y amigos, y entonces pasamos a ser terceros. Los terceros que ejercien presión y demandas sobre alguien más, con mayor o menor éxito.

Esta información que brindamos en estas situaciones está ahí y puede ser interpretada de muchas formas posibles. Esa interpretación es lo que convierte esa información que brindamos en conocimiento, conocimiento acerca de nosotros mismos. Y no manejamos esa interpretación que hacen los demás. Por ende no manejamos ese conocimiento.

Una personalidad obsesiva puede ser útil para perseverar en una solución a un problema difícil y también puede ser un problema en sí cuando se requiere una solución expeditiva.

Una personalidad generalista puede ser excelente para encuadrar un problema y ubicar los aspectos claves y pésima para llevar adelante los detalles del éxito (el diablo está en los detalles).

Un personalidad prolija y ordenada puede ser de gran ayuda para mantener bajo control un proyecto pero un estorbo a la hora de improvisar una salida creativa o una solución de compromiso.

Esa información está ahí como un halo, la revelamos en cada palabra y en cada gesto.

¿Tiene sentido decir cuáles son mis fortalezas y debilidades si ellas los serán circunstancialmente?

Y estas situaciones límites, una vez superadas, dan información a mucha gente acerca de nosotros mismos, de las empresas, de la situación laboral en general, del gremio, de la sociedad (argentina en este caso, o Buenos Aires, para ser más exacta), de las leyes nacionales, municipales, del estado del arte de la empleabilidad, del bienestar laboral.

Pero todo eso pasa a segundo plano a la hora de pensar en lo que nos dice acerca de nosotros mismos, de nuestras necesidades y de nuestros esfuerzos por balancear nuestra búsqueda de la subsistencia y de la felicidad. Que no siempre coinciden.

Saber que decidimos. Saber que tenemos el control de más aspectos de los que pensamos. Saber que nuestras decisiones están encuadradas en factores ajenos a nuestro control. Todo, a partir de este punto, nos ayuda a pensar las cosas de otro modo. A conocer nuestras limitaciones (puedo o no puedo lidiar con esto) y a buscar alternativas posibles para nuestro bienestar sin dejar de ser útiles.

Una cosa es huir ante una dificultad como un cobarde y otra muy distinta elegir otro camino como un valiente. La diferencia es la actitud, de "escapar" a "ir en busca de". Esto nos para de otra forma frente a los avatares que nos encontramos o que nos creamos.

Y esto también es información, para los demás y para nosotros mismos.

Buenos días.




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sábado, 16 de octubre de 2010

Elegir, siempre elegir (es nuestro destino) II

Yo soy obsesiva con algunos textos, películas, creencias. Lo reconozco, pero como es natural, todo lo que elijo hacer y leer me amplía la visión dentro de ese eje rector. Correcciones hay, sin duda y bienvenidas sean.

Uno de esos textos es el episodio del Gato de Cheshire de Alicia en el País de las Maravillas, que nunca vi lo suficientemente explotado en las versiones cinematográficas. Se podría hacer algo mejor con eso. En ese episodio Alicia experimenta algo que le llama la atención, una voz cuyo cuerpo no ubica primero, y luego un gato que habla para más tarde presenciar cómo su cuerpo se desvanece y queda la sonrisa (¿buena disposición? ¿sorna? ¿burla?).

Pero lo que importa es el diálogo. Alicia está en un lugar en donde ocurren cosas extrañas que para los demás son naturales. Esto es lo primero que la seduce y espanta. Lo segundo es que no puede lidiar con tantos cambios (¿crecer?) y quiere detenerse en algún lugar concreto, en algún destino cierto.

Entonces le pregunta al gato (a cualquiera) por dónde seguir. El gato, genialmente le responde: "depende de a dónde desees ir".

Primera parada.

En varios posts insistí que uno ve lo que puede ver en función de lo que trae: lo que conoce, las inquietudes, las elecciones que lo hacen detenerse o ignorar lo que tenemos enfrente pero por sobre todas las cosas, el enfoque que le daremos. Es nuestra formación (en la que con mayor o menor conciencia somos artífices) la que nos marca el camino, y el ángulo en que extendemos nuestra visión.

¿Cualquier camino le sirve a Alicia? ¿Le da lo mismo una cueva, sola, un palacio con una corta, su casa con su familia? ¿Dónde quiere estar?

"No importa dónde. Sólo quiero salir de aquí." O algo así, responde Alicia.

"Entonces no importa qué camino tomes". Responde nuevamente el Gato con su genialidad.

Segunda parada.

Hay muchos caminos para salir de ahí, algunos la conducirán a lugares agradables y confortables, emocionantes y desafiantes, curiosos y maravillosos, tediosos, pervesos, tristes, y otros tantos darán un recorrido circular y la dejarán en el punto de partida.

Si no le importa adónde ir, o sea, acepta cualquier cosa que la vida le ofrezca, cualquier camino estará bien.

Salvo por un detalle que pasó por alto el Gato de Cheshire. Hay varios caminos que la conducirán al mismo lugar en que está ahora que es donde no quiere estar.

¿Está equivocado o la equivocada soy yo?

Tal vez después de caminar toda una vuelta y experimentar otros paisajes, encontrarse con otros personajes, ella prefiera ese lugar a ningún otro o bien ese lugar aparezca como totalmente distinto porque lo ve con otros ojos.

Bien, entonces, si Alicia camina sin aprender nada, en círculos, el Gato está equivocado.

Pero tal vez el Gato sabe que Alicia no dará un paso sin verse modificada. De hecho comió un pastel y bebió una poción, y creció y se redujo, todo para seguir avanzando.

Sí, tal vez el Gato vio en ella la marca de Caín (ver Demián) y sabe que cualquier destino será otro lugar para ella.

Sigamos andando, como Alicia...

Otra de mis fijaciones tiene que ver con la idea central de otra película que no recuerdo si me la contaron o escuché de refilón una parte. La película se llama "Di que sí" (acabo de buscarla) y la protagoniza Jim Carrey.
La verdad es que no la vi entera y no sé tampoco si la veré, pero esa idea me quedó haciendo ruido y eso significa que viene anunciando malón.

En la película, el protagonista sale de una reunión tipo de autoayuda pero algo compulsiva (como en algunas religiones o de tipo venta multinivel) en donde la norma es decir que sí a todo. A todo. Absolutamente a todo. Lo bueno y lo malo. Así que, sintiéndose obligado, al salir de la reunión, lleva a un ¿mendigo? ¿indigente? a su casa en el auto, éste le pide cosas y él, no puede decir que no, así que a todo le dice que sí. Se siente el más idiota cuando el hombre le confiesa "me va muy bien en ese lugar, todos los que salen me dicen que sí a todo". Termina en un lugar oscuro, apartado, solo y es víctima de algún tipo de asalto. A partir de ahí su vida empieza a cambiar.

¿Para bien? ¿Para mal? Ningún resultado es definitivo, todo depende lo que hagamos con eso. Hay un cuentito muy simpático al respecto, que viene en distintas versiones, y estoy segura de que hay otra mucho más larga con más avatares.

El punto, es que él sale de su camino aceptando hacer algo distinto a lo que su lógica le indicaría. Por propia decisión. Algo distinto para que algo cambie.

Decir que sí para salir del camino que veníamos sosteniendo.

Pero volvamos con Alicia.

Entonces decide ser más precisa y pregunta por dos caminos que ya ve marcados (podría inventar otro nuevo también). Ambos conducen al encuentro con un loco: la liebre de marzo o el sombrerero loco.

Tercera parada.

La liebre de marzo está loca por una cuestión de la naturaleza: las libres, en el hemisferio norte, entran en celo en marzo y se ponen "locas". Lewis Carroll se vale del refrán común allí "loco como libre de marzo".

El sombrerero está loco en virtud de su oficio. El hidrargirismo que sufrían los sombrereros era común en esa época aunque luego fue corregido.

Ella elige nuevamente y visita a la liebre de marzo. Pero hay algo fuera de su control. Con ella está también el sombrerero loco.

Si hubiera elegido visitar al sombrerero, ¿se habría encontrado con el lugar vacío? Aquí entramos ya en terrenos aún más farragosos. Sigamos por donde veníamos.

Ella observa cómo se conduce la relación y decide entrar en el juego. Acepta y mantiene distancia simultáneamente. Acepta porque ella es una buscadora. Mantiene distancia porque está limitada por sus conceptos de lo normal, de la educación y otras cuestiones que rigen su comportamiento.

Si ella hubiera sido una niña de la calle, ¿cómo se habría conducido en esa tertulia?

Final del recorrido.

Alicia es una buscadora, "se mete" en un agujero, peligroso. Cae, cae, por un pozo hasta que toca fondo. Decide crecer, decide replegarse. Decide creer lo increíble, lo imposible y lidiar con eso. Decide preguntarse por el camino. Decide salir de donde está. Decide seguir avanzando y ver qué le depara el camino. Decide seguir sin norte. Elige el camino de la locura y acepta, expectante, el juego.

...

Ya había crecido cuando salió a la venta la serie "Elige tu propia historia". Lástima.

No podemos negar nuestra naturaleza exploradora. Hay otros caminos. Seguir la receta lleva a repetir el pastel. La innovación y el progreso, requieren aceptar los riesgos.

¿Pero cuándo deberíamos repetir o seguir y cuándo innovar o arriesgarnos?

Buenos días.



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viernes, 15 de octubre de 2010

Elegir, siempre elegir (es nuestro destino)

Gran parte de lo que nos pasa es lo que elegimos. Pocas son las cosas que no elegimos y simplemente nos ocurren. El problema es sólo que no lo sabemos, muchos hemos oído de padres, maestros, amigos, parientes y jefes: es el destino, la culpa es de... (otro), si no hubiera sido por él/ella, entonces... Aprendimos a que el mundo nos arrastra, las circunstancias nos dominan, y que es muy poco lo que podemos manejar.

No es tan así.

Es cierto que hay cosas que no podemos manejar. Presenciar un accidente no es siempre algo que podamos evitar. Y eso que vemos nos impacta, nos golpea, nos imprime imágenes, sensaciones, pensamientos, emociones. Vemos lo que ocurre alrededor, nuestra actitud, la de otros, los medios, las víctimas, los victimarios. Todo eso vemos. No elegimos estar allí, pero desde que llegamos allí hacemos de por sí elecciones. Elegimos qué mirar, observamos o desviamos la vista. Lo que queremos ver, lo que nos interesa, o estimula nuestra curiosidad o nuestra morbosidad, o lo que nos espanta, aterra y evitamos, incluso imprudentemente, aceptando correr riesgos. Eso también elegimos. Elegimos ser presa del pánico también y hacer algo imprudente por evitar ver, evitar tocar o evitar participar. Estamos de acuerdo en que en esa situación no somos concientes, pero nos entrenamos durante años para elegir automáticamente eso que estamos haciendo aunque no podamos predecirlo. Como en "perdiendo el control" (esa idea es realmente genial): un control remoto inteligente que adelanta, saltea o hace pausas en nuestra vida y aprende de nuestras decisiones hasta que decide por nosotros. Eso es lo que nos pasa. Elegimos una vez no mirar. Elegimos otra vez no mirar y elegimos correr un riesgo. Salió bien. Tal vez alguien nos socorrió, nos mimó. El punto es que salió bien y tal vez mejor de lo que esperábamos. Repetimos y salió bien otra vez. Finalmente, con el tiempo, perdemos memoria de las elecciones, pero ya nos programamos para reaccionar así, tal vez, corriendo riesgos, soltando objetos, corriendo sin mirar, u otros descuidos porque en nuestros ensayos salió bien.

Y salir bien no es necesariamente que no haya habido otros accidentes que provocáramos, sino que tal vez, se apiadaron de nosotros, nos perdonaron, nos tuvieron lástima (poooobre, no lo puede manejar) y las consecuencias fueron más mimos, más premios, por la debilidad que por mantener el control. Y otra hubiera sido la cuestión si las reacciones de los otros hubieran sido otras, o si hubiéramos provocado algún accidente que nos afectara realmente, por nuestra acción.

Lo que hacen los demás no es algo que esté totalmente dentro de nuestro control. Pero sí está dentro de nuestro control estimular que pongan distancia, que nos presten atención, o que nos ignoren, que nos cuiden, que nos protejan, o nos dejen solos. Nuestros intentos, sí están dentro de nuestro control, con mayor o placer o rechazo, es algo que decidimos nosotros. La respuesta del otro a nuestra actitud es algo que no está dentro de nuestro control, sino del control del otro.

Pero lo que decidimos hacer con esa respuesta del otro está nuevamente bajo nuestro control. Incluso la sensación de no poder manejarlo es algo propio que construimos con nuestros ensayos de situaciones previas. Nuestra sensación de éxito, de fracaso, de peligro y de seguridad tiene que ver con situaciones que elegimos vivir y por reacciones que elegimos tener de aquellas situaciones que no elegimos.

Esos ensayos nos hicieron aprender. Si me desmayo, la gente tendrá mayor cuidado conmigo. Si no quiero esta situación exploto y pierdo el control y eso frenará a los demás. Si alguien se interpone me pongo violento. Si me repliego evito discusiones. Yo me voy a salir con la mía. Ojalá sea una persona razonable.

Todos lemas que nos rigen y que nos marcan el camino. Todos lemas propios que construimos aún sin saber.

La gran diferencia es que pensar que las circunstancias nos dominan y que no podemos hacer nada para cambiarlas nos marca un camino, un camino por el cual me dejo llevar por las decisiones de los demás.

Si en cambio pienso que esta decisión es un ensayo más y puedo ver que pasa y repetir o bien cambiar algo, es algo mucho más potente que me marca otro camino: el camino en el que yo propongo las decisiones y acepto o me retiro del juego sin sentirme arrastrado por las circunstancias.

Pero esto ocurre todo el tiempo y la mayor parte del tiempo elegimos qué hacer, dónde estar y qué vivir, con qué gente tratar y qué trato recibir.

Elegimos la carrera que estudiamos. Elegimos a nuestros amigos. Elegimos el deporte que vamos a practicar. Elegimos pintar un cuadro o encender la tele. Elegimos la instrospección o el pasatiempo. Elegimos leer el libro o el apunte. Elegimos adivinar, memorizar o razonar. Elegimos hacer un esfuerzo o ensayar estrategias que nos ahorren esfuerzos. Elegimos el esfuerzo o la comodidad.

Porque muy adentro esperamos algo de todo eso.

Y eso es totalmente nuestro. Por elección.

Elegimos creer lo que nos dicen o buscar la corroboración o la refutación.

Elegimos que nos alcance o buscar más.

Elegimos cuándo estudiar, elegimos cúando abandonar una carrera porque elegimos qué privilegiar cuando no podemos con todo o bien porque elegimos aceptar que eso no nos gusta. Elegimos cuándo privilegiar el trabajo a la familia. Elegimos privilegiar a la familia en función del estudio. Elegimos una universidad por la prolijidad de los horarios u otra por la libertad de pensamiento.

Elegimos perder algo cuando decidimos. Elegimos decidir o que decidan otros. Elegimos dejarnos seducir por una u otra idea.

Elegimos poner límites. Y elegimos dejarnos avasallar.

Elegimos escuchar a un docente o ignorarlo. Elegimos detenernos en algún concepto o saltearlo. Elegimos desarrollar una destreza. Elegimos postergar. Elegimos profundizar pese a que no era necesario o incluso nos restaba tiempo. Elegimos el placer o la obligación.

Elegimos seguir un poco más o detenernos. Elegimos ver o mirar para el costado. Elegimos enfrentar algo que no anda bien o naufragar en la sensación de que todo está mal.

Elegimos cortar un problema en pedacitos o mezclar todo.

Elegimos probar algo con lo mejor de nosotros para que funcione, o con lo mínimo para que falle y poder decirle al mundo "¿viste que no iba a funcionar?".

Elegimos limitados. A veces más. A veces menos. Pero siempre, siempre, elegimos.

Elegimos según lo que le dejamos al otro hacer con nosotros. Elegimos romper con gente que no nos deja elección y elegimos romper con gente que nos dice que podemos elegir y no lo hacemos.

Elegimos lo mejor y elegimos lo que pensamos que es menos peor. Elegimos para ver y elegimos para sacarnos algo de encima.

Acertamos y nos equivocamos.

Buenos días.


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jueves, 14 de octubre de 2010

Romper los círculos viciosos

Hace un par de años atrás estuve bastante tiempo pensando en este tema, pero no vi entonces ninguna solución.

Los círculos viciosos no son la contracara de los círculos virtuosos. Los círculos virtuosos son altamente inestables, como estructuras resonantes de esas que estudiábamos en química en el colegio. Cualquier cosa los rompe, los corrompe, los hace hilachas y pedazos de hilachas.

En cambio los círculos viciosos son sólidos, estables, se refuerzan constantemente.

¿Por qué? Porque es más fácil crear y creer en una excusa, por una cuestión de comodidad, que buscar y sostener la verdad. Es más trabajo. Requiere mayor esfuerzo y mayores resistencias, de todos los que, en su posición de comodidad o beneficio, intentarán transformar ese círculo virtuoso en vicioso para que estemos más cómodos, todos.

Intentarán... estemos... Ellos... nosotros. Todos estamos instalados en montones de círculos viciosos, a sabiendas o ignorantes de ello.

Algunas frases que hemos oído seguramente (o tal vez dicho) que tienen que ver con los círculos viciosos:

"Yo no voy a pagar impuestos para que los funcionarios se los roben, para eso me quedo yo con la plata y la gasto bien"
"Se roban toda la plata de los impuestos, qué voy a declarar bienes personales o ganancias. Hay que ser estúpido."
"¿Para qué? Yo me rompo el lomo laburando y viene un vago que no quiere trabajar y le dan plata para que no trabaje".
"Para qué vas a pagar, después viene una moratoria".
"Yo con mi plata hago lo que quiero, si quiero acumular deuda de impuestos es problema mío."
"Yo no pago nada de ganancias, yo declaro a mis padres y a mis hijos y mi marido me declara a mí, a mis padres y a mis hijos. Pongo los gastos del auto, el seguro de vida, el seguro del auto, y todo lo que puedo. ¿A ellos les voy a dar la plata? Si igual no tienen ningún control."
"Yo no voy a hacer el único gil que no robe, si acá todos salen hechos de su función. Yo me llevo mi tajada."
"¿Qué vas a hacer? ¿Vas a denunciar? Si todos están prendidos. El fiscal, el juez, el comisario, el funcionario, el periodista. Si tu caso no es negocio para alguien, vas a ser el chivo expiatorio. Mejor abrite."
"Cómo no vas a poder seguir con el negocio, arreglás un par de inspectores, comprás IVA. Todo el mundo lo hace, sino no podés."
"Si hacés las DDJJ te llenás de inspectores".
"Si laburás en negro, ningún inspector te toca la puerta. Yo tengo todo en regla y las inspecciones me tienen loco. En cambio a dos puertas de acá hay un taller trucho, 100% negro, no existe. Todos lo saben pero como no está registrado no va ningún inspector."
"A la gente le tenés que dar lo mínimo. Si le das más, igual te hacen juicio".
"Vos le tenés que decir X, total la gente no sabe y tampoco se molestan. Si alguno llega a saber, negociás."
"Acá llamó el periodista Y amenazando que si no le daban $X sacaba tal noticia. Y me da bronca porque es mentira pero una vez que sale el daño ya está hecho."

Estas suenan a estrategias en juegos. Me refiero a lo que la Teoría de Juegos menciona como estrategias que no son más que decisiones con miras a obtener un beneficio o mitigar un riesgo (real o imaginario, adecuado o improcedente).

(Sería interesante ahondar en algún otro post, más adelante sobre la relación existente entre el pago de impuestos, compensaciones, subsidios y la teoría de juegos, pero no será en éste. En este post la idea es más general.)

¿Cómo se rompe un círculo vicioso?

Ese es el problema. Si ninguno ve el beneficio de romperlo ni percibe el riesgo de continuarlo, el círculo vicioso no se romperá. La impunidad social se asegura porque estas prácticas están tan difundidas y naturalizadas que no existe un escarmiento social real. Los individuos repiten argumentos políticamente correctos pero en mayor o menor medida refuerzan estas prácticas. Al ser en alguna medida "cómplices" y "co-autores", en última instancia, son pocos los que hacen algo por romper el círculo vicioso.

Y además están tan difundidas estas prácticas, que las personas dudan si alguna vez han estado involucrados de alguna forma. Temen entonces revelar o atestiguar por temor a salir perjudicados tangencial o inadvertidamente.

El juego se refuerza por el éxito de las estrategias de sus jugadores.

Y por el silencio precautorio de los testigos.

¿Cómo se rompería un círculo vicioso si no existiera esta resistencia? Por cualquier eslabón, en la primera oportunidad en que un actor del juego decide cambiar su estrategia. Y esto ocurre cuando algo del beneficio o el riesgo percibidos, se modifica.

Cada tanto tenemos noticias de alguien que hizo una "cámara oculta" a un coimero, o alguna catástrofe de las que Buenos Aires nos tiene acostumbrados, saca a la luz, la cadena de círculos viciosos en las que estamos entrampados. Actores, cómplices, testigos y espectadores de los efectos, cada uno, se convierte en un eslabón del círculo, de innumerables círculos que nos atraviesan en una red cuyo efecto final es la sociedad en la que estamos inmersos.

Si hacemos las mismas cosas, reforzamos los mismos círculos.

Buenos días.



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viernes, 8 de octubre de 2010

Sangrar por la herida IV: mal de amores

Mal de amores es otro de los síndromes. En realidad muchos de estos síndromes están relacionados. ¿Podemos hablar de mal de amores sin hablar de adicción al trabajo? No estoy muy segura.


El hecho es que en el caso de mal de amores quien lo sufre experimenta lo mismo que durante un desengaño amoroso. La persona siente que dio todo y le pagan con ingratitud, no es reconocido, no valoran los sacrificios. Trabajar sin horario, viajes, compromisos sociales, cenas y presentaciones de negocios fuera de horario, desgaste familiar, postergación y tal vez pérdida familiar. Fines de semana, noches enteras. Problemas de salud: stress, hipertensión, problemas cardíacos. 


Se sentía orgulloso.  Siendo la empresa  prestigiosa, se sentía orgulloso de "ser parte", "un elegido", por su núcleo social, además, admirado y privilegiado.

La empresa tal vez no pidió explicitamente concesiones, sacrificios... "pruebas de amor", pero el individuo voluntariamente se presta al juego. Entiende la sutileza, lo no dicho, sabe leer entre líneas. Pensando en el futuro, en el premio, o en mantenerse un poco mimado, o bien por temor a las represalias, nunca explicitadas, siempre sospechadas.


O tal vez la empresa sí pidió entrega. Y el individuo, voluntariamente accedió, creyendo en una promesa velada, sugerida, engañosa, de gratitud y reconocimiento, o de ascenso.


Dar todo por seguir siendo elegido.


Y en cambio ser descalificado, descartado, reemplazado.


La víctima no entiende. No entiende qué hizo mal. No entiende qué faltó. No entiende qué pasó. No sabe cómo pasó de ser mimado a ser prescindible. No sabe cuál fue el paso en falso que resultó decisivo.


No entiende cómo se está quedando afuera.


Si además, afuera no hay nada.


Buenas noches.


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