viernes, 30 de septiembre de 2011

La llave del mal.

Cuando elegimos saber, ya nada es igual. Es lo que nos dice el Génesis. Morder el fruto del árbol de la Sabiduría, la Manzana Prohibida, es empezar a ver cosas inimaginables.

Conocer nos hace ver cosas que ponen nuestro mundo de cabeza.

La ignorancia, durante milenios la Santa Ignorancia, no dicha, no aceptada, ha sido la llave de cierto tipo de felicidad. La Feliz Ignorancia. La felicidad del "Pare de sufrir". La felicidad del "ojos que no ven, corazón que no siente".

Cuando descubriste que aquel que te parecía bondadoso, y que idealizabas sin maldad, era en realidad un pusilánime, o se sentía amenazado, por ejemplo, o no tenía carácter, se te cae un ídolo. "Saber" te hace ver otra cara de la verdad.

Cuando elegimos tomar el toro por las astas, nos topamos con un montón de detalles y decisiones que tomar. Siempre tenemos la opción de elegir otra cosa, aunque sea cuestión de vida o muerte. La vida o la muerte, sólo en el extremo, siguen siendo opciones.

No todo está en nuestras manos, pero al menos, a partir de esa decisión, haremos el intento. Como dice Jack Nicholson en "Atrapado sin salida" cuando apuesta arrancar el lavabo y fracasa. Podemos elegir hacernos cargo de nuestra vida, o su alternativa, dejar que otros se hagan cargo. Y ahí dependerá de cuáles son los intereses de los otros, el curso que tome nuestra vida. Si por algún motivo somos importantes, tenemos algo que los beneficia, seremos cuidados. Si no estamos en esas prioridades simplemente recibiremos coletazos de las decisiones de los demás.

Aquellos que dicen que el mundo les hace, los empuja, los segrega, los daña, no los cuida, son aquellos que decidieron ser mecidos por las olas del paso de los otros por el mismo río. Sus vaivenes serán responsables de los nuestros porque nosotros no hemos decidido hacer nuestras propias olas. Impactaremos en un acantilado o encallaremos en alguna orilla hasta esperar que otra ola nos devuelva a la corriente. Será una vida esperando que otros nos empujen a vivirla y nos abandonen repentinamente, incluso sin aviso.

Elegir tomar las riendas de nuestra vida nos impulsa a conocer, conocer para poder elegir mejor, para poder elegir lo más conveniente, para aprender a seguirle el rastro a la felicidad. Una vez que hemos tomado esta decisión, no hay vuelta atrás. No hay forma de dejar de elegir. Elegir una vez y esperar ingenuamente de que todo continúe por inercia es por lo menos, una ingenuidad. Son aquellos que sienten que han arriesgado y han perdido y que mejor hubiera sido no haber salido de casa. Pero eligen también. Eligen renunciar a la responsabilidad de seguir buscando ese paso estrecho para salir del paso y avanzar.

Elegir conocer, morder la manzana, es el pecado, el Gran Pecado de los Temerarios, de aquellos que salen a buscar el Vellocino de Oro, el Arco Iris.

La vida no es igual después de haber dado ese paso. Como Alicia cuando se mete en el agujero tras el Conejo. Luego no puede detenerse y no importa dónde esté, cada paso que da, vuelve a cambiarla. El regreso nunca es desandar los pasos. Dar cada paso la cambia y no puede, simplemente, tomar el camino de regreso.

Comer del árbol de la sabiduría implica alimentarse, incorporar el fruto, hacerlo propio. Nutrirse. Permitir, posibilitar la transformación.

Comer del árbol es voluntario. Es una elección. Pero la transformación resultante es involuntaria.

Animarse al conocimiento tiene ese vértigo, una acción conciente que producirá efectos fuera de nuestro control. Una vez transformados, creeremos en esa adquisición como en la realidad y utilidad de nuestro brazo.

Y eso empieza a tener influencia sobre nosotros. Porque a partir de entonces es nuestro recurso y también nuestro límite. En gran parte dependerá del dominio que tengamos sobre ello. Si dejamos entrar ese alimento y no lo metabolizamos, no proveerá un beneficio, sino una enfermedad.

En La llave del mal, Caroline no puede ser perjudicada hasta que empieza a creer. No puede ser afectada por aquello no ha dejado entrar. Pero incorporar la superstición hace que tenga efectos sobre ella. Todo se explica y adquiere sentido a la luz de la superstición. No puede dominarla y utilizarla a su favor, y entonces se convierte en su víctima.

No hay regreso. El conocimiento al adquirirlo nos hechiza, pliega nuestro universo y nos contruye atajos hacia otra realidad distinta.

Y del otro lado, otras leyes.

Buenos días.



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jueves, 29 de septiembre de 2011

La internacionalidad 1.

He escuchado de las mismas personas, muchísimas veces, afirmaciones contradictorias como:
-¿Qué le importa qué hago con la plata?
-No te pedí opinión
-¿No me vas a decir nada?
-Me ve que estoy mal y no es capaz de preguntarme qué me pasa
-Es asunto mío lo que me pasa
-No pedí ayuda
-Cuando le pedí ayuda me dijo que en asuntos de pareja/familia no puede opinar/meter

Con los países pasa lo mismo. Con la diferencia que con las personas uno considera contexto, oportunidad y confía en que cualquier roce se olvidará más o menos rápidamente y se volverá a la normalidad.

En cambio los países hacen gala de una violencia (interna, externa), legitimada por distintos medios, que a las personas les está vedada.

¿Intervención o no intervención?

¿Ser neutral es lavarse las manos? ¿Ser neutral es respetar la autodeterminación de los pueblos?

Si la mayoría no reacciona, ¿es porque comparten la ideología de su opresor?, ¿es porque temen represalias?, ¿es porque han naturalizado el sometimiento, el "no te metás", al punto de incorporarlo como una lógica a la hora de pensar los asuntos públicos?

¿Es lícito intervenir aduciendo abusos sobre una parte de la población (que no conocemos con certeza, tras tantas cortinas de intereses superpuestos y yuxtapuestos)? ¿Es lícito intervenir aduciendo motivos ideológicos, religiosos, económicos tras infinidad de disparatados disfraces? ¿Es lícito intervenir aduciendo motivos éticos?

Las revoluciones, ¿son llevadas a cabo por mayorías? ¿O es siempre una minoría, con determinación, quienes asumen la responsabilidad de plantar una bisagra en la inercia de un pueblo adormecido, o en la paz no aceptada de un pueblo conforme?

¿Quién tiene la razón acerca de cómo se vive en un país? ¿Sus habitantes? ¿Sus veedores internacionales? ¿Desde qué posición opina cada uno?

Cuando los ciudadanos de un país pide que otro país intervenga para derrocar a su gobierno, o para neutralizar algún cartel, para evitar una sanción a una o más personas, ¿debe el otro país, desde otra cultura, conmovido desde valores distintos, intervenir?

¿Puedo decir que mis valores son universales? ¿Puedo aceptar que los valores de un iluminado estadista de otro país sean universales? ¿Puedo tomarme la libertad de disentir acerca de los valores de otro, así se trate del máximo iluminado del universo?

Cuando un país interviene en los asuntos internos de otro, hay agradecidos y hay ofendidos.

La injerencia de otros países en el propio es algo que molesta cuando la intervención no los favorece, o cuando toca algo que tiene que ver con lo personal (valores tradicionales, culturales, idiosincrásicos, prioridades, creencias religiosas, creencias políticas o económicas, bah... creencias, al fin de cuentas).

Pero por el contrario, es algo muy deseado cuando se trata de defender un derecho o un interés que nos afecta personalmente. Nos sentimos ¡por fin! resarcidos.

Pero cuando uno permite al otro intervenir, le está otorgando un derecho, del que el otro podrá abusar. Sobre todo en la medida que se repite.

Y se agradece una, se agradecen dos y se maldice de ahí en adelante.


Buenos días.



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miércoles, 28 de septiembre de 2011

Sosteniendo la Economía.

Según lo que interpreté de lo poco que leí de Pierre Bourdieu, el ánimo económico es lo que rige nuestro hacer. Cualquier otro capital en el resto de los campos aparece como consecuencia de negar ese capital económico y trasladar ese mérito a algo menos "despreciable" que la acumulación de dinero. El capital intelectual, en el ámbito artístico, científico y demás, funcionan del mismo modo. Y también hay pujas en la adquisición y conservación de los lugares de primacía en esos campos en donde el capital simbólico se reconoce o desconoce como bien.

Pero detrás de todo eso sigue estando lo económico. Late en todo ello, el concepto, la mecánica, siguen siendo económicos.

Es parte de la Economía el trabajar y también es parte de la Economía estafar. Es parte lucrar con la imagen, real, construida con trayectoria y la ficticia, de cartón pintado. Es parte de la Economía el fingir y el mostrarse. Es parte, intentar acceder al poder o contribuir a socavarlo. En todo ello hay pujas por el reconocimiento, en todo ello hay rédito monetario, todo se vende y se compra.

Se vende un cuadro, en una galería de arte o en un puesto callejero, y quien lo pintó espera comer o mínimamente cubrir los costos. Si es posible se aspira a ser reconocido como artista y adquirir ese capital intelectual en forma incuestionable. Se vende un cuadro y cobra el que alquiló el local, el vendedor, el que invirtió en la instalación del local, el Estado a través de los impuestos y otros tributos, la empresa distribuidora de energía, de agua, de teléfono, sus productores detrás de ellas, la empresa de transporte para que la gente llegue a ese local (para proveer, vender o comprar el cuadro), las empresas de vituallas para pasar el día en el local. Y del otro lado, se compra un cuadro y se aspira a pertenecer a una clase y perteneciendo a esa clase sobrevienen otros beneficios buscados (el grupo social, la admiración o simplemente el placer propio).

Pero la sangre de la Economía es el dinero: esa medida del valor social atribuido a un bien o servicio uniformemente reconocido, que tiene que ver con muchas variables: con la escasez, con la necesidades, básicas o no, que satisface; con el prestigio, con el acceso a ese bien, con los significados que evoca, con las conveniencias políticas y las presiones de los dueños de los distintos tipos de poder (dinero, transporte, opinión pública, etc).

Y esa sangre de la Economía, no sólo se produce a través de la actividad económica legal y legítima. Gran parte de la sangre de la Economía se produce en actividades ligadas al trabajo. Y no sé qué parte de esa porción, se origina en el trabajo legal. Y también hay una parte que no se origina en el trabajo (estafas, robos, autopublicidad a través de escándalos), si entendemos como trabajo lo que legalmente se define como tal. Participar de un escándalo genera trabajo, es verdad, pero el hecho en sí no es trabajo. Y si fuera algo orquestado y no espontáneo, no sería trabajo "legal" pues entraría en terrenos ilegales, como la calumnia, la injuria, el engaño, etc.

Es complicado.

Lo que yo hago de 8 a 17 y hace mucha gente en el mismo u otros horarios, en una empresa, cobrando un sueldo completamente en blanco, ¿qué porción de la sangre de la Economía aporta?. Rastreando hasta el origen de la extracción de los recursos naturales involucrados como parte de todas las actividades directas o indirectas (desde el petróleo que generó el gasoil que le puse a mi auto, la luz que usé en casa para asearme, el agua potable, el peaje, la electricidad de la computadora, la ropa que uso, el personal de servicio que trabaja en el comedor, en limpieza, hasta los proveedores de la empresa, etc), ¿qué de todo eso genera dinero "limpio", legal?

Sin llegar a la economía del delito liso y llano, de la extorsión, de la mafia, de la esclavitud o el abuso, ¿cuánta sangre está siendo aportada por actividades en gris y en negro?

En un post anterior (La economía pirata) mencioné que gran parte de nuestro activo no se adquiere en blanco, ni siquiera se produce por consumo de originales, sino a través de "dixits", copias, repeticiones (buenas o malas). Los puestos calificados se obtienen muchas veces por aprendizajes ajenos a los canales 100% legales: fotocopias, copias de CD, sistemas operativos no adquiridos, licencias gemelas. Sin embargo esa persona luego se convierte en un engranaje de la economía blanca.

¿Qué porcentaje de sangre de la Economía, del sistema de valor extendido de cualquier actividad en blanco, será sostenido por sangre gris o negra?

Buenos días.


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martes, 27 de septiembre de 2011

¿Me pongo en tu lugar?

Empatía: Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos.

(Según el avance de la 23º edición del diccionario de la Real Academia Española).

O la actual: Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro.

Una definición un poco más racional y menos sentimental.

La empatía es una capacidad, cualidad o característica de algunas personas. ¿Pero qué significa exactamente? ¿O qué la motiva? (sin indagar en teorías psicológicas).

Recién recibí la respuesta de un tutor acerca de su falta de identificación con el proyecto que nos convoca y aducía que le parecía espantoso el trato cada vez más infantil que se le da a la gente.

Puede ser que estemos equivocados, puede ser que se refiera al trato que otros tutores dan a sus alumnos, o puede ser que haya interpretado mal las indicaciones de cómo vincularse con los chicos o acerca de sus tareas como tutor.

En cualquier caso, el tema de tutorías, el tema de la vitualidad de los vínculos, de la confianza, corresponden a otros temas. En esta oportunidad sólo me interesa la empatía.

Como tutora tengo que tener empatía hacia los alumnos que tienen dificultades. Las tutorías son en primer lugar para ellos. E intentar que se sobrepongan a los fracasos, que capitalicen sus errores y que desarrollen su autonomía como adultos.

Pero para eso, tuve que haber estado alguna vez en esa situación, es esa posición de haber necesitado ayuda, orientación, ánimo para seguir.

¿Esto hace que tal vez la acción tutorial en bruto sea intromisiva, excesiva o innecesaria para aquellos estudiantes que no necesitan ayuda en este momento, o aquellos que no desean ayuda con motivos reales o aparentes?

Sin duda que, si no creemos que los estudiantes tienen que desarrollar su autonomía y que debemos estimular el intercambio grupal, y el recurrir a otros, trabajar en equipo, confiar en sus pares (como exige la industria en la actualidad), no podemos ser tutores de este programa. Tal vez sí de otro con otras características.

Cuando me pongo en el lugar de aquel estudiante con dificultades, ¿me pongo en el lugar de algún estudiante? (Ya sé que no me pongo en el lugar del estudiante que no necesita o no desea ayuda).

¿Está el estudiante sintiendo que comprendo sus temores y sus problemas o está sintiendo que lo invado en su independencia y su libertad de decisión de tirar la toalla ante la primera dificultad?

¿Es su necesidad la que contemplo?

¿O es la mía como tutora que cobra un sueldo o tal vez no y lo hace por necesidad de asistir por remembranza de los propios padecimientos?

¿O es la del sistema que se queda sin estudiantes ante la primera dificultad?

¿Un poco de todo no resultará "nada de nada"?

Buenos días.


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