Si algo no me cierra del anarquismo es la contradicción que existe entre el discurso idealista y pacifista y la realidad de lo que se llama la acción directa.
Acción directa, en teoría podría ser cualquier cosa que implique un intento de accionar la realidad. Generalmente manifestarse o conspirar. Pero podría ser cualquier tipo de acción. Para mí, por ejemplo, educar. Educar para el pensamiento autónomo y reflexivo, educar para la empatía y la ética es el tipo de acción directa que va mejor con mi forma de ser. Formar personas sin lugar para la indiferencia.
Pero me espanta la violencia y me espantan los banners que contienen encapuchados con palos o videos de gente rompiendo e incendiando como primera acción. Me llena de una profunda tristeza, me hace sentir que la libertad, la justicia social y la autonomía son parte de una utopía que nunca se hará realidad.
No digo que no entiendo. Sólo creo que no sirve.
Yo entiendo que la violencia es previa, que el sistema es violento. Que el estado de cosas actual es producto de esa violencia ejercida durante siglos. Una violencia que, por la legitimación del poder a través de la autoridad formal, ha sido y será silenciosa.
Comparto eso, creo que desde siempre y cada vez más definidamente en la medida que encuentro autores que tratan estos temas ya bajo una ideología que le da completitud.
Sé y comparto que la violencia del sistema es previa.
Sé y comprendo que es mejor cortar de raíz los símbolos que nos atan a un sistema enfermo e infeccioso. Porque los símbolos nos imprimen significados. Y los significados se hacen carne y reproducen finalmente esa lógica perversa una generación más.
Pero también comprendo que las personas educadas en regímenes de miedo, de violencia silenciosa como es el sistema actual, son operadores involuntarios. Son, sí, cómplices y multiplicadores, reproductores del sistema. Pero no pueden replantearse en sus cabezas los cimientos de este sistema porque en esta inversión está la base del miedo.
Pero son personas. Y no concibo la solución violenta contra ellas.
Y también comprendo que los miedos no se vencen con violencia, contra ellos y contra sus pequeñas e insignificantes propiedades, que aunque parezcan mucho frente a los más desposeídos, no es prácticamente nada.
Tal vez no entiendo la solución violenta que proponen, tal vez no entiendo el desafío llano y directo al vecino en vez de al poder. Me entristece mucho ver grupos llevando a cabo acciones violentas asociados al anarquismo. Estos juegos violentos no son más que un espectáculo pintoresco para los poderosos.
Tal vez estoy muy equivocada y tampoco es ésta mi ideología. Yo estoy a favor de cambiar la cabeza de la gente, de que vean lo que hoy les es invisible, o que les parece exagerado o fantasioso incluso. De desconfiar de las buenas intenciones declaradas y aceptadas por todos, que a la vista de los resultados (invisibles porque atañen a sectores sin voz) son mentirosas y manipuladoras.En la lógica burguesa está la falacia del mérito que les hace creer que hay personas más merecedoras que otras a una vida digna.
Esto viene a cuento porque vengo viendo banners, fotos y hoy un video de una agrupación anarquista que promocionaba una actividad y las primeras escenas después de la presentación eran escenas de violencia. Luego un texto se sumaba a las escenas rezando "la solución violenta".
¿No ven que nunca están los poderosos donde se juegan los picos de la violencia explícita? Sólo están sus lacayos, ciegos y sordos. Y esa violencia no conmueve a los poderosos, no los roza.
La clase media y la clase media alta profesional han perdido la conciencia de la opresión porque fueron sus antepasados quienes la padecieron más cruelmente. Experimentar los efectos de la violencia del sistema en el presente no es lo mismo que en las memorias gloriosas de los luchadores o de los sufrientes que la padecieron pero no la dejaron como herencia. Aunque igualmente sean esclavos del consumo, de la lucha feroz por no quedar fuera del plato, el vértice de la pirámide ejerce una fascinación perversa que no los deja ver con claridad, como en un espectáculo de ilusionismo. Han ganado un lugarcito que deben defender para no perder esos pocos privilegios que los hace desperdiciar su vida para sostenerlos. La violencia los obliga a replegarse en su bunker y a reafirmar los argumentos del sistema.
Y también entiendo, sí, que una manifestación pacífica es casi un berrinche de chiquilines. De hecho lo comparto y lo sostengo. Y aun más, me enoja y me violenta, cuando percibo la burla indolente e insensible de la impunidad. Y entiendo, sí, que la violencia conmociona y subleva. Pero no a favor, sino en contra.
Porque en definitiva, ¿contra quién es la violencia? El poder lo hacen unos pocos miles en todo el mundo manejando el destino de los miles de millones. Esas muestras de violencia de unos cientos o miles de una manifestación no mella el poder, no lo hace tambalear, sólo distrae a los medios y a los opinadores de la moralina liberal de siempre. Sólo la destrucción de su capital podría. Sólo la abolición del dinero.
Pero en el fondo, más allá de lo que entienda o no, la violencia en sí, adueñándose de esos idealistas, es lo que más me apena. Todo ese dolor contenido, toda esa bronca, indignación y urgencia de justicia, se pierde en esfuerzos sin destino. Malogrando y envenenando espíritus solidarios, concientes y corroyendo la ética de los esclarecidos. Distrayéndolos del objetivo definitivo. Viendo cómo se aleja la ilusión de un amanecer.
Simplemente me llena de dolor. Y no puedo evitarlo.
Buenas noches.
DELIMITACIÓN DE RESPONSABILIDAD: Todas las afirmaciones de este blog son libres interpretaciones mías, sujetas a posibles, abruptos y arbitrarios cambios de opinión sin aviso previo.
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martes, 3 de julio de 2012
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