domingo, 20 de noviembre de 2011

Charlot-Bourdieu: La relación con el saber.

Antes que nada, por si alguien llega a este post googleando Charlot o Bourdieu, este post no enseña ni explica nada. Simplemente traslada una instrospección mía hasta aquí, a través de lo que motivan mis breves lecturas.

Compré hace un par de años el libro "La relación con el saber" a través de Educalibros. Y postergué su lectura varias veces hasta que el viernes pasado, cuando elegí mis avances de lectura del fin de semana, volví a él y eché un vistazo al temario y me cuestioné por qué había postergado tanto su lectura.

Llené de banderitas el primer tercio, pero ahora que explica desde su perspectiva a Bourdieu y recordando mis instrospecciones reiterativas sobre la naturalización, sin base teórica, más todas las dudas que mis propias ideas me han generado, sobre por qué pienso cómo pienso y por qué busco por otro lado cuando mi formación espera de mí otra cosa, no puedo continuar con mi lectura y dejar para después mis pareceres respecto de este libro.

Antes de discutir el tema que me mueve a escribir nuevamente, tengo que explicar lo poco o nada que sé y entendí en las primeras páginas de Charlot, algo más de un 30% de libro. El capítulo que me obliga a detenerme, obviamente habla de Bourdieu. Yo leí a Bourdieu por primera vez en... ¡¡un artículo de la revista La NACIÓN!!! Era un extracto de "La elección de los elegidos" que contenía una de las primeras respuestas a mis dudas sobre la educación formal. Las sociologías de la reproducción como las llama Charlot (y que obviamente no pondré en duda porque soy una completa burra al respecto), no me impactaron cuando leí ese artículo. Pero vinieron a dar forma a algo que yo ya concebía de alguna forma, desde mi limitada comprensión y conocimiento.

Más adelante al avanzar en mis lecturas sobre el trabajo, sobre todo en mis lecturas sobre las ideologías económicas alternativas al liberalismo y conservadurismo, al recopilar mis escasos conocimientos sobre la Historia, y mis aún más escasos conocimientos sobre la Historia de las Ideologías, y al afianzar mi idea de paradigma que me fue presentada tardíamente en IPC (CBC), me cuestioné, nuevamente: ¿por qué pienso tan en sintonía respecto de la sociología de la reproducción? ¿Es inocente (no desde mí, que sí lo es) que piense así? ¿Cómo llegaron a mí esas ideas que tuvieron su auge cuando yo iba a Jardín de Infantes y acá comenzábamos a transitar un período de militares ante el cual mis padres no decían nada, y un período de peronistas que sí inspiraban rechazo en mi hogar pese al origen mucho más que humilde de sus respectivas familias?

¿Cómo, ante un silencio levemente crítico acerca del conservadurismo, una cierta idealización paterna acerca del socialismo, la democracia progresista y el desarrollismo (todo junto), pero un rechazo manifiesto hacia el peronismo (que se esmeraba en mostrar sin pudor todas las tendencias, desde las más derechosas hasta las más izquierdosas pero todas verticales al punto del sinsentido)?

¿Cómo habían prendido en mí las ideas de la Francia del '68 con Bourdieu a la cabeza aggiornada por sucesivos adoctrinamientos: del Proceso, de la secundaria religiosa católica, de la introducción confusa e ineficiente del constructivismo en la escuela pública (ya como docente especial), de la simultánea ilusión del alfonsinismo desde un centroizquierda para mí de ensueño entonces, mi incursión en el mundo de las oficinas y las empresas, el sumergimiento en el mundo tecnócrata de la informática (que había rechazado en la década anterior y que me reclutaba con cierto entusiasmo en los '90) con mi simultáneo rechazo (ignorante e intuitivo 100%) a las ideas anarcoliberales de esa década infame, mi posterior elección de un posgrado que mira mezcladamente las ideologías europeas (que me seducen mucho más) y las liberales del "bailar lo que suena en el concierto económico mundial"?

Ahora soy conciente de todos los intentos de adoctrinamiento de los que fui blanco (impensado, pues nadie se interesó especialmente en mí, salvo durante mis breves y fallidas militancias radicales y en una infructuosa oferta macrista). Y hoy precisamente hoy, cuando leo págs. 59 a 61 de "La relación con el saber" de Bernard Charlot llego a confirmar mis sospechas. Demoré mucho, ¿no?

Dice Charlot acerca de las sociologías de la reproducción cuyo exponente mediático e ideológico más relevante parece ser Pierre Bourdieu, en su capítulo "Para una sociología del sujeto":
"No podemos por lo tanto esquivar al sujeto cuando estudiamos la educación . Pero no por ello tendríamos que olvidar que el sujeto de la educación es un sujeto social. Existe aquí una importante dificultad : ¿cómo pensar al sujeto como social , cuando la sociología se ha construido desmarcándose de las teorías del sujeto?"
Esta pregunta es la que utiliza Charlot para plantear un conflicto cognitivo. Quien ha leído poco sobre Bourdieu o más o menos sobre lo que los docentes y otros sociólogos han interpretado de él, pica en este interrogante. Uno dice "Ah... claro". Y ahí la atención queda capturada.

Explica luego que las sociologías de la reproducción fueron mal utilizadas y mal leídas en muchos aspectos sobre los que no puedo opinar. Sí puedo opinar sobre algo que a mí siempre me hizo ruido y que creo origen de uno de los males más peligrosos que enfrenta el pensamiento crítico: la utilización estúpida de las estadisticas. Asunto que también pone en riesgo de peligrosa desacreditación al mismo método estadístico. Lo cual sería una pena, debida a su enorme utilidad cuando cae en "buenas" manos (¿qué serán "buenas" manos, ¿no?).

Es un tema aparte el asunto de las correlaciones y las falsas premisas condicionales (sesgadas o ignorantes) que hacen que lleguen conclusiones con premisas verdaderas y conclusiones falaces a los medios, sin que nadie con autoridad para refutarlas o mínimamente discutirlas tenga la misma oportunidad de ser difundido o despertar interés: una vez que llega una respuesta tranquilizadora a la mayoría, cualquier argumento que presente como interminable a la cosa, serán ignorados.

Charlot primero define el habitus de Bourdieu como:
"un conjunto de disposiciones psíquicas que han sido estructuradas socialmente [...] ¿Cómo se constituye el habitus? Por "interiorización", "incorporación", responde Bourdieu a lo largo de su obra. Dicho de otra forma, lo social se vuelve "psíquico" cuando pasa del "exterior" al "interior"".
Esto se parece mucho a lo que yo veo como "naturalización", cuando se rompen las barreras de lo individual y se acepta como natural o sentido común algo que no tiene por qué serlo. Luego de unas palabras más acerca de lo individual dice algo que explica lo que yo pienso:
"Cuando el exterior deviene en interior [...] no cambia solamente de lugar sino también de lógico."
Seguro que esto no es un descubrimiento mío (simultáneo o asincrónico), ni siquiera la elección de la palabra "naturalización". Seguramente me ha llegado de docentes, lecturas, entrevistas, gotitas que han ido horadando mi pensamiento.

Y agrega:
"el individuo no "interioriza" el mundo, se lo "apropia" en su lógica de sujeto -lo cual es harto diferente-."
Esto es lo que yo entiendo (bien o mal) por "acomodación" dentro del par "asimilación-acomodación" constructivista.

En el '93, ya el propio Bourdieu, dice Charlot, da un lugar mayor a la individualidad, abriendo el juego a nuevas posibilidades: "Cae por su peso que las estructuras mentales no son el simple reflejo de las estructuras sociales".

Esto explica parte de mi proceso familiar. Mi familia (salvo algún mito incomprobable) proviene de la pobreza más ejemplificadora de la primera mitad del siglo XX. Mientras la mayoría de mis compañeros/as de trabajo provenían de familias profesionales o familias en donde las mujeres no habían trabajado, o bien de familias con mujeres docentes o secretarias, la mía contaba con una abuela con segundo grado de provincia, que había trabajado desde siempre como "sirvienta" de día y de lavandera de noche, un abuelo de a caballo, que a los 14 años, solo, administraba un campito y construía con sus manos un rancho; otro abuelo carpintero, uruguayo itinerante, que se aquerenciaba con otra entrerriana, modista ella, y tienen entre ambas parejas, 7 hijos, de los que una sola (mi mamá), resultó mujer. La más trabajadora de los 7, la sufrida que trabajaba de planchadora en una fábrica en pleno auge de la industria del depido y que debía además servir y nunca osar pretender ser servida. La idiosincracia de las familias de origen no tenía nada que ver con la de las mujeres "reinas" de su hogar (cuyas descendientes suspiran hoy por los privilegios perdidos a manos de una no solicitada liberación femenina), o con trabajos, salarios y entretenimientos de clase media. Justamente fue ella y no mi padre, que con una temprana e injustificada rebeldía, no nos permitió no formarnos u omitir romper con ese modelo que venía asegurado por herencia familiar.

Los '60 y los '70 posiblemente hayan prendido en mí inadvertidamente, más a instancias de sus quejas sobre una vida injusta, que por las ideas en sí, que llegaron incompletas, censuradas, transformadas en algo más y condenadas desde la escuela y sobre todo desde la religión.

Y es precisamente ese rompimiento del modelo heredado, ese habitus corrompido, lo que hace que una sociología del sujeto complementando una ideología de la sociología de la reproducción, me impulse a leer con buena predisposición a Charlot.

¿Qué vendrá después?

Buenos días.

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