miércoles, 6 de octubre de 2010

No ser parte de la organización

Ya se mencionó en varias oportunidades que algunos integrantes de la organización son miembros y otros no lo son, aunque exista una relación formal (de cualquier tipo). Esta situación no es una situación imaginada. Arie de Geus, ex-director de la Shell, lo justifica.


Pero primero introduzcamos la noción de "contrato implícito" que postula. Para introducir la idea comienza citando a Robert Putman  que dice acerca de la gobernabilidad que posiblemente "ninguna cantidad de disciplina jerárquica y poder pueda reemplazar a la ausencia de conducta cívica y confianza mutua en la comunidad". Extiende el sentido a cualquier comunidad cuyos miembros no necesitarían de stress, rigor ni coerción para alcanzar los objetivos comunes. Por lo tanto las empresas vivientes, como él llama a aquellas más preocupadas por sobrevivir que por obtener ganancias extraordinarias en corto plazo "dependen absolutamente de un contrato implícito con sus miembros." De este contrato deduce la continuidad y de la continuidad, la confianza. Y de la confianza la cohesión. Y es la cohesión la que otorga identidad y sentido a la "empresa viviente". Este contrato implícito es pues, fundacional, ya que de él se desprenden los valores que dan entidad y sostienen a la organización. 


Sin embargo y como es lógico suponer, esta continuidad no implica empleo de por vida: "Los sistemas de valores de la empresa y el individuo pueden tornarse inarmónicos." Este "divorcio" puede tener inicio en cualquiera de ambas partes: de parte del empleado o de parte de la empresa. "No obstante, el contrato afirma que existe al menos una probabilidad estadística de empleo de por ida. Como empleado, uno puede darse cuenta al ingresa de que no hay garantías; uno puede ser dejado de lado en cualquier momento." 


Además reconoce la existencia de "extraños" (no-nosotros) que trabajan por tiempos prolongados: "El contrato implícito de una empresa-río lo hace a uno reflexionar muy cuidadosamente acerca de la posición de los extraños que trabajan, por períodos prolongados, al servicio de las necesidades de la compañía. Esto incluye a los proveedores, distribuidores, franquiciados, contratistas y hasta a muchos clientes -que no están incluidos en el personal-"


Por lo menos aquí no incluye a empleados de consultoras y tampoco aclara cuánto es un período prolongado.


Si bien no es claro a esta altura, se hace más explícito más adelante: "Los extraños son muy importantes para una empresa-río. Con sus políticas de reclutamiento requeridas, no puede satisfacer déficits de capacidad reclutando nuevo personal. La capacidad inmediata necesita ser satisfecha contratando recursos del mundo exterior. Esta forma de conducir los asuntos de personal se está haciendo más común. En Italia, Benetton opera sólo una pequeña parte de un fabricación con su propia gente; el 80 por ciento de su personal es contratado."  Y remata explícitamente con un "Muy pocos miembros son admitidos al núcleo interior de la comunidad de trabajo." Esto fue escrito en 1996 con lo que es fácil entender la amplia difusión de esta tendencia.


Debo aclarar que "empresa-río" es una metáfora que utiliza para ilustrar el fenómeno de continuidad y sucesión en la empresa, el dinamismo y el fluir que hace que las personas en particular no sean tan importantes como la cultura y la cohesión. Y diferencia a las empresas-río de las empresas económicas, que son aquellas orientadas exclusivamente a resultados (de corto plazo).


Por eso, advierte sobre los peligros de transformarse en una empresa económica y el clima que se genera cuando los empleados que eran miembros, dejan de serlo. Ser miembro es ser reconocido como valioso. Y tal es el impacto de darse cuenta de la empresa ha dejado de considerarlo miembro que señala "no tienen la seguridad que tenían antes, la seguridad de que la organización estaba interesada en su desarrollo. Su futuro en la compañía es incierto. Quizás algún día se lo reelija como miembro, pero aún entonces, habrá una herida -un recuerdo del tiempo cuando no fueron elegidos para pertenecer-".


Y acerca de los que quedan dice: "¿cómo van a estar seguros de que la gente que quede, en toda la organización, reconozca que siguen siendo todavía miembros de la compañía? ¿Cómo van a hacer para que la gente sienta que su identidad sigue siendo valiosa como parte del todo?". Le preocupa especialmente la confianza (un valor identitario de las empresas vivientes) cuando, al no ocuparse de los que quedan considera que "implícitamente, el mensaje de la compañía a esta gente es: 'Usted se puede quedar, pero eso no significa necesariamente que usted sigue siendo miembro'."


"Ser o no ser" no es lo mismo para el que ha sido y ya no es. 


Esta ilusión de pertenecer o dejar de hacerlo, me hace acordar a Calderón de la Barca:

"y la experiencia me enseña
que el hombre que vive, sueña  
lo que es, hasta despertar".

Buenas noches.


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