martes, 19 de julio de 2011

La medida del éxito.

No importa si yo, después de 20 años de trabajar en sistemas, quiero escribir, hacer música, pintar, tejer y cuidar mis plantas. No importa si todavía me queda algún placer por hacer análisis. No. Tengo que aspirar a ser project leader, tengo que aspirar a una gerencia, tengo que cambiar el auto, tengo que mudarme a un departamento en una zona cara y prestigiosa.

Tener más para aspirar a más.

Yo empecé a escribir este post, si mal no recuerdo hace dos días. Y fue ayer que durante la clase de inglés, mi profesora me decía que sus padres criticaban a su padrino, pero que ella lo admiraba. El punto principal por el que sus padres lo criticaban era que él, siendo un ingeniero, tenía un trabajo de escasa responsabilidad, no jerárquico, cuando podía aspirar a más. Un desperdicio.

En cambio ella tenía otra mirada: un hombre que con los años fue construyendo su "casita" que era una tremenda casa, confortable y acogedora, un hombre que nunca dejó de tener tiempo para amigos y parientes, un hombre que continúa durmiendo sus siestas y que sigue dándole un lugar de privilegio a la ceremonia del mate.

Ella lo veía como un hombre que sabía vivir bien.

Tal vez tardíamente pero yo aspiro a lo mismo. Con la diferencia que estoy llegando tarde porque estoy entrampada en montones de actividades para mantenerme en un dudoso equilibrio y solventar mis "gustitos" y "caprichos": mis plantas, mi pintura, mi música, mis poemas, mi docencia, mi lectura.

Cuando finalmente me declaro "cansada", lo que primero que atacan son mis "gustitos". Para la gente yo debería trabajar y luego descansar.

Entonces tiene razón Bob Black cuando dice: "Casi cualquier mal que se quiera nombrar viene de trabajar o de vivir en un mundo diseñado para el trabajo. Para dejar de sufrir, tenemos que dejar de trabajar."

Yo no estoy segura de qué relación hay entre el éxito y el trabajo. Hay un sector de la sociedad que tiene éxito y no "trabaja" o al menos no en la forma "disciplinada" en la que la mayoría de nosotros lo hacemos (con horario, con objetivos, etc).

Hay personas que tienen éxito inventando una imagen y realizando actividades que la refuerzan. Por ejemplo, ciertos personajes de la farándula, que no son productores, actores ni actrices, ni bailarines, ni cantantes, ni conductores, ni periodistas. Personas que se vieron envueltas en un escándalo y se insertaron como opinólogos (transgresores, revolucionarios o por el contrario reaccionarios, conservadores) o personas que participaron de un reality-show, o bien ocasionales parejas (reales o no) de personajes de la farándula por derecho propio.

Sacando esos personajes, nos quedan los delincuentes y los trabajadores.

En los delincuentes también hay modelos: ladrones de guante blanco, empresarios especializados en lavado de dinero, contrabandistas, chantajistas, traficantes ilegales (armas, drogas, personas, órganos, especies en extinción), todos delincuentes que ocultando (o no) su verdadera identidad, gozan de prestigio social en la "buena sociedad". Muchos de ellos tienen además algún "trabajo" de pantalla.

Entre los delincuentes hay también otros que se procuran su sustento mediante el robo, el secuestro extorsivo, aprietes, etc. Estos no cuentan con gran prestigio, salvo en subculturas reducidas y marginales. Y dentro de esta clase hay también delincuentes menores: ladronzuelos de oportunidad, rateros, carteristas, oportunistas, etc que no gozan de prestigio social tampoco.

Y ahí aparecemos nosotros, en la última clase, los trabajadores: de cuello blanco, de cuello azul, de cuello rosa, de cuello gris.

Dentro de nosotros estamos los no-jerárquicos y los jerárquicos. Pero en estas subclases no hay grandes diferencias respecto del horario, el control y las responsabilidades en términos generales. En algunas empresas hay mucha diferencia en ambas subclases y en otras ninguna o viceversa, según el estilo de gerenciamiento.

Uno de los puntos relevantes del trabajo asalariado (o seudo-asalariado) es la disciplina.

No recuerdo si ya lo mencioné, pero la disciplina no es algo natural en el hombre. Llevó siglos lograr el disciplinamiento del hombre. Las primeras disciplinas fueron la militar y la religiosa. El pueblo no era muy disciplinado. Luego, muy tardíamente, comienza el proceso de civilización que consiste en la sofisticación de las formas y coincide con la aparición de la intimidad, de la vida privada. Que tampoco, aunque nos suene raro, existían 10 siglos atrás. El proceso de civilizacón, las normas de educación, las buenas maneras, tienen que ver con la convivencia y el respeto de las distancias personales.

Recién con la Revolución Industrial comienza el disciplinamiento de las masas. Cuando hizo falta obra de mano masiva. No antes. La disciplina tiene como característica la arbitrariedad. No es disciplina, aquel que en el ejercicio de su oficio sabe que primero debe lijar la madera, luego limpiarla de polvo y después recién a aplicar en orden las distintas imprimaciones, pinturas, barnices y lacas para obtener un buen mueble, por ejemplo. No es eso. Disciplina es un conjunto de normas de comportamiento social, arbitrarias y uniformes que son exigibles mediante el uso de algún tipo de fuerza y cuyo incumplimiento es objeto de sanción.

Tampoco es la obediencia, que consiste en acatar una orden por temor, por respeto o conveniencia. La obediencia es puntual, por acontecimiento. La disciplina es regular, hay normas, hay reglar para cumplir, y aplica a una generalidad de casos.

Al respecto dice Bob Black: "La disciplina consiste en la totalidad de controles totalitarios en el lugar de trabajo. La disciplina es lo que la fábrica, la oficina y el almacén comparten con la prisión, la escuela y el hospital mental. La disciplina es el distintivamente diabólico modo moderno de control, es una intrusión innovadora que debe ser puesta en entredicho a la primera oportunidad."

La disciplina es otro de los fenómenos que tenemos "naturalizados". Si miramos hacia atrás en la Historia vemos que ese punto de aparición es durante la Revolución Industrial.

Gilles Deleuze dice en su "Postdata a las sociedades de control":
"Foucault orientó el principio de las sociedades disciplinarias en los siglos XVIII y XIX; estas sociedades alcanzan su apogeo a principios del XX, y proceden a la organización de los grandes espacios de encierro. El individuo no deja de pasar de un espacio cerrado a otro, cada uno con sus leyes: primero la familia, después la escuela ("acá ya no estás en tu casa"), después el cuartel ("acá ya no estás en la escuela"), después la fábrica, de tanto en tanto el hospital, y eventualmente la prisión, que es el lugar de encierro por excelencia.
Es la prisión la que sirve de modelo analógico: la heroína de Europa 51 puede exclamar, cuando ve a unos obreros: "me pareció ver a unos condenados...". Foucault analizó muy bien el proyecto ideal de los lugares de encierro, particularmente visible en la fábrica: concentrar, repartir en el espacio, ordenar en el tiempo, componer en el espacio-tiempo una fuerza productiva cuyo efecto debe ser superior a la suma de las fuerzas elementales."

Como extensión a la disciplina que tienen naturalizada, esta clase, la de los "trabajadores" es fácilmente manipulable por la zanahoria móvil del progreso social.

Hay que ser exitosos, hay que aspirar a más. El bienestar no es esto que hoy gozo, sino aquello que no tengo y para lo cual tengo que medrar.

Cuando un amigo que vive en Washington vino a Buenos Aires y se interesó por lo que había sido de mí en estos años preguntó por mi trabajo: "analista... y docente".

"Ah, ¿cómo? ¿No sos gerente?"

Buenos días.


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