viernes, 1 de julio de 2011

El fin de los recuerdos

Cuando yo era chica, en la primaria, recién en esa época se le empezaba a dar importancia a "razonar", estudiar "comprendiendo" y no memorizando. La mayoría de mis compañeros memorizaban y yo era uno de los pocos casos en que "razonaba" a instancia de mi hermana, que insistía hasta el cansancio que no estudiara de memoria. Yo tenía mis dudas. Yo veía que las lecciones de mis compañeros eran prolijas, perfectas, y las mías no tanto, yo "improvisaba el discurso". Me parecía que algo me perdía al no memorizar, así que empecé a memorizar poesías, pero con gran dificultad.

De hecho mi memoria hoy en día es pésima.

Y hoy, en la radio, regalaban entradas para "Todos eran mis hijos", la impactante obra de Arthur Miller, protagonizada, en esta oportunidad por Lito Cruz.

Entonces pensé: "esa es una obra que tengo ganas de volver a ver. Eso es lo que tiene el teatro, tenés que volver, tenés que ir, la ceremonia". Si bien hay versiones cinematográficas de casi todo, incluso grabaciones en vivo de puestas teatrales, ir al teatro sigue siendo algo distinto.

Y apela al recuerdo.

El cine, el documental, el libro, los almacenamientos digitales, ¡el mail!, ¡el blog!, todo atenta contra la memoria.

La memoria como capital, como cofre, como tesoro es algo obsoleto. Hoy en día, la memoria está tercerizada. Una creciente cantidad de objetos, técnicas y artefactos se encargan de recordar por mí, cuando me dejo llevar vertiginosamente por el alienante río de lo efímero, que por otro lado, nunca es el mismo.

Por más que lo intenté, yo no pude recordar quién la protagonizaba cuando la vi. Sí sé que la vi en el Teatro San Martín, por la década del '90 o un poco antes tal vez. Creo que la vi dos veces con distintos elencos, tal vez una de las veces no fue en el Teatro San Martín a diferencia tal vez de una década una de otra.

Es que no tengo el programa, no tengo la foto y mi memoria no colabora.

Pero mi asociación libre, que nunca me abandona, me lleva a la película "Best defense", protagonizada en 1984 por Duddly Moore y Eddie Murphy. Una suerte de solución exitosa a un problema comparable al desencadenante de "Todos eran mis hijos".

Las decisiones son así, dos respuestas distintas a la misma encrucijada.

Como el tema del aprendizaje: ¿"comprensión" o "memoria"? Con cada elección ganamos algo y perdemos algo. Y si no privilegiamos uno, lo que obtenemos no es ni chicha ni limonada.

Sí, ya sé, dirán: "comprensión, sin descuidar la memorización". El aprendizaje, el aprendizaje real lleva años. El año pasado en la jornada sobre Tutorías a la que asistió como principal conferenciante al Dr. Emilio Sánchez Miguel, supe que la llamada "pericia lectora" se desarrolla con los años. No es sólo reconocer las letras, asociarlas a un sonido, otorgarles un ritmo y agregar los signos de puntuación expresivamente. No es sólo detectar las palabras. Es mucho más, y se desarrolla con los años. Luego de 7 años podemos empezar a hablar de lectura comprensiva. Empezar. Mencionaba que en posgrado aún hay dificultades con una comprensión creativa a partir de la lectura, luego más de 20 años de formación. Aquel que se interese un poco en este catedrático, puede ver "El problema, ese motor del conocimiento".

A mi juicio es muy ambicioso pretender hacer expertos en comprensión y expertos en memorización. Habituar al cerebro hasta el punto de naturalizar la práctica es un trabajo de años, diario, hora a hora.

Nuevamente, en esta locura de asociaciones libres introspectivas, me sale al cruce otro pensamiento que me ocupó en estas semanas. "Cuando todos son responsables de algo, nadie lo es".

Cuando queremos expertos en todo, se es experto en nada. Como yo.

Y cuando logren interpretar la actividad cerebral y registrarla, ¿qué va a ser de los recuerdos?

Buenos días.



DELIMITACIÓN DE RESPONSABILIDAD: Todas las afirmaciones de este blog son libres interpretaciones mías, sujetas a posibles, abruptos y arbitrarios cambios de opinión sin aviso previo.













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