jueves, 27 de enero de 2011

Atravesar puertas

Con este tema de la información, el aprendizaje y el conocimiento royéndome el cerebro durante años, es lógico, creo yo, que las cosas se expliquen para mí, en función de la mirada. Cómo miramos los acontecimientos, desde dónde, con qué bagaje de conocimiento previo. Con qué herramientas desmenuzamos los que miramos, aquello sobre lo que posamos nuestra mirada, eso que nos detiene y nos devuelve esa ilusión de que, por un rato, el tiempo no transcurre.


Y depende de lo que hagamos mientras el tiempo sí transcurre.

Yo miro los árboles sobre la tierra, contra el cielo. Y miro la tierra y miro el cielo. Huelo y escucho el viento en las hojas y los pájaros. Camino y escucho mis pasos y las voces de los hombres y las máquinas a mi alrededor y todo eso me habla y me dice montones de cosas. Día a día, cosas semejantes, permanentes, reiterativas.

Otros miran a sus compañeros de trabajo, a su familia, el diario, a vendedores y luego ve el noticiero, y más tarde ve a Tinelli, por ejemplo.

¿Es necesario que diga que miramos distintas cosas? ¿Es necesario que insista en que cuando miremos lo mismo vamos a ver cosas distintas?

Yo veo el árbol y su estar y nosotros pasando a su alrededor. Y luego imagino que el árbol sigue y nosotros nos vamos y vienen otros. Y que de tan rápido que es nuestro pasar, no somos tal vez algo distinto que la brisa. Y que la tierra ve nacer y morir el árbol, y en su lugar ve crecer otro o un arbusto o un edificio. Y tal vez ni se entera de nuestro paso de tan breve que es. E imagino que el sol ve pasar la tierra y consumirse luego y no se entera del árbol y de nosotros de tan pequeños que somos. E imagino que la galaxia ve pasar el sol como un breve suspiro y no se entera de la tierra, del árbol en la tierra y de nosotros pasando minúsculamente viendo o no el árbol.

Y para nosotros el tiempo pasa lentamente y nos da suficiente oportunidad de plantearnos en aprovechar o malgastar nuestra vida.

Y podría seguir.

Pero ni siquiera lo veo así, porque sé que el árbol, la tierra, el sol y la galaxia, ninguno de ellos tiene conciencia de sí mismos o del otro ni son capaces de pensar. Y eso no los hace menos sino distintos. Pensar que el pensar nos hace unas criaturas curiosas y únicas es arrogante y completamente inútil. Nuestro mejor esfuerzo como hombres y como humanidad, no trascenderá. Sólo nosotros en nuestra limitada forma de pensar en términos de antes y después, de bien y mal, de mejor y peor, malgastamos nuestros días en banalidades.

En nuestra soberbia no nos damos cuenta de que estamos atados al tiempo y su caprichosa secuencialidad, y no podemos concebir qué podría haber antes del inicio ni después del fin. No podemos siquiera pensar que algo podría no tener comienzo ni fin. O bien que serían completamente fútiles estos conceptos en otro plano de pensamiento o de algo distinto al pensamiento. Y en vez de sentirnos limitados nos sentimos superiores de ser concientes de algo que creemos superior a todo sólo por el hecho de tenernos atados.

Es como el sueño de José Arcadio Buendía, que abría puertas y transcurría habitaciones hasta que sabía que debía volver y regresaba sobre sus pasos atravesando las mismas puertas hasta cerrar la última y despertar.

Hasta que un día despertó antes de cerrar la última puerta y se volvió loco.

Entonces, luego de estar años yendo y viniendo, abriendo y cerrando las mismas puertas, se llega a este punto en que hay cosas que me enseñaron, que me dejan de servir. Y ya no puedo disfrazarlas de ninguna otra cosa. Les puedo pintar una puerta encima porque sé pintar una puerta. Pero siempre sabré que es un puerta pintada.

Una vez que vemos, no podemos dejar de ver.

Eso es morder la manzana. El fruto del árbol de la sabiduría que Dios sabía que nos acarrearía ingentes pesares y trabajos. La vida no vuelve a ser la misma. Es tomar la píldora roja. Como Neo, como Odiseo, como Hércules, como Prometeo o Pandora, como tantos, tantos imaginarios arquetípicos que supimos elaborar mientras abríamos las puertas y las dejábamos sin cerrar sólo para que otro la encontrara abierta tras de nosotros...

Y con todo esto, ¿qué?.

Que en la secundaria me dijeron "la ética va más allá de la moral. La moral está atada a una época."
Y ya me dejó de servir. No se sirve como respuesta, no me responde las dudas ni me explica el mundo.

Buenos días.



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