miércoles, 12 de enero de 2011

La marca en la oreja

"¿Vos son católica o judía?", me preguntó en un recreo una compañerita, en cuarto grado. Sabía que no era judía. Conocía la palabra porque en el barrio hay una Sinagoga cerca y viven muchos judíos en las proximidades, un par de ellos, amigos de juventud de mi papá. Y también porque mi mamá, contaba divertida, que otra vez más la habían parado en la calle, hablándole en idische, y ella disculpándose por no entender. "Por la nariz será", decía luego. Con lo que seguramente, de muy chica, posiblemente creía que el ser judío tenía que ver con el tipo de nariz. Judío o aguileño.

Pero de "católica" era la primera noticia que tenía.

"No soy nada de eso", le respondí entre espantada y desconfiada, acusada de un crimen atroz. O atajándome de que alguien me pudiera marcar la oreja, durante una yerra mágica e inadvertida.

Puso cara de "por favor, qué decís..." sonriendo socarronamente pero sólo dijo "O sos católica o sos judía".

No entendí por qué.

Mi papá había ido de chico a Nuestra Sra. de los Buenos Aires, había sido monaguillo, miembro de la orden o congregación de San Tarcisio, el niño santo. Probablemente por haber sido pobre y rebelde de niño, no le habían dado su capa, a él y a otro más. Eso le duele hasta hoy con casi 88 años. También había sido miembro de la Acción Católica. Pero odiaba a los curas excepto a uno que había sido amigo de su infancia y que lo había casado, y a un par de curas mediáticos y sólo ocasionalmente.

Pero de católica, nada. Era una palabra que me sonaba a arquitectura. Y nada que ver con narices.

Luego de eso, en algún momento mi prima dijo que ella era "católica apostólica romana". Cuántos títulos nobiliarios parecían ser, sonaba a cosa muy importante. Sin embargo ella no era muy diferente a mí, que no era nada de eso, ni a Primavera, mi "amiga del alma", que sí era judía, pelirroja e hija de un poeta, parapsicólogo y cultor del Esperanto.

No sólo no entendía qué diferencia había entre ser judía y católica sino que tampoco entendía la diferencia entre ser judía y nada, o católica y nada. Los juegos eran los mismos. Los gustos eran los mismos.

Luego conocí la palabra Evangélica y en particular, Evangélica Bautista. Fue la primera vez que me hablaron de Dios. Antes de eso mi prima había mencionado la palabra Diablo y me había asustado diciéndome que si entraba en una iglesia vestida de rojo me iba al Infierno, un lugar horroroso que yo, con mi limitado conocimiento del mundo, imaginaba como el horno de la Pizzería El Ombú, que demarcaba los confines del mundo conocido a pie. Con lo que decidí no entrar a ninguna iglesia y aún más sabiamente, ignorar al Diablo. La verdad es que tengo que agradecer que no me hayan presentado a Dios y al Diablo formalmente, hasta ser bastante crecida.

La palabra católica volvió a aparecer en mi vida días antes de terminar 7mo. grado, pues tenía que elegir la secundaria.

Y luego de eliminar distintos colegios, uno de ellos lamentablemente equivocadamente, la elección recayó sobre un colegio católico apostólico romano a 3 cuadras de casa. El domingo anterior a mi primer día de clase, mi abuela, muy devota ella, me enseñó el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria e intentó enseñarme el Credo y el "Yo, pecador". Sólo aprendí el Credo algún tiempo después pese a que me sentía una mentirosa o una idiota (según el día) recitándolo. El "Yo, pecador" nunca me fue necesario memorizarlo bien dado que nunca alcancé a confesarme y sólo puedo recitar el comienzo y partes sueltas y mezcladas. Y a veces se me cuela en el transcurso del Credo.

Se ve que había resultado ser católica nomás, pues tenía Fe de Bautismo y estaba en la libreta de Familia Cristiana además.

Pero podría haber sido atea, musulmana, taoísta o budista, luterana, evangélica, calvinista, anglicana u ortodoxa. O wicca, espiritista, vudú o umbanda. Hoy conozco muchas palabritas más, variantes de católica y judía.

Pero para mi compañerita de sólo 8 ó 9 años, como muchos adultos toda su vida, el mundo se dividía en dos.

Hoy puedo decir que el mundo está formado por la mezcla, a veces, y la amalgama, otras, de muchos mundos.

Muchas burbujas. Muchos rituales. Muchos dioses y demonios. Demasiadas versiones de los paraísos e infiernos posibles.


Buenos días.


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