lunes, 29 de junio de 2015

Un nuevo sistema.

Cuando hablo con alguien que duda, viciado de pensamiento único, que haya alternativas al capitalismo, que dice que subvertir el orden hegemónico produciría miseria, dolor, sangre por el uso de la fuerza por parte de los poderes estatuidos, yo no he sido prolija a recopilar razones. Voy a hacer un ejercicio:

700 años le llevó al capitalismo imponerse entre transición e imperio, y su imposición (tal como dice Orwell en 1984) nos llega a través de los libros de historia tras muchas reescrituras, en donde astutamente se ocultan, se maquillan, con eufemismos o llanas mentiras incluso, los hechos que ocurrieron y tal como lo hicieron.

El capitalismo no ocurrió en forma inadvertida. No fue que en el Siglo XIX la gente se dio cuenta de que lo que se había desarrollado era jodido y había que desarticularlo. Desde sus inicios contó con el rechazo de la gente. Incluso algunos artistas nos cuentan en sus pinturas y su literatura las convulsiones de un mundo que rechazaba ese nuevo orden, arbitrario y cruel.

Esas voces fueron tácticamente acalladas, como en 1984 de George Orwell, la historia se reescribió explicando y justificando las medidas, las más crueles, se recortaron episodios, se invirtieron los desencadenantes, se omitieron hechos, se borraron personajes, se enaltecieron otros algo grises, se maquillaron algunos muy oscuros, se destruyeron documentos, se borró de la historia (sobre todo) el dolor humano, y hasta se impide la consulta de algunos libros en las bibliotecas que custodian lo que aún queda y puede ser controversial.

¿No podemos entonces, darnos un changüí de 300 ó 400 años para probar otra cosa? ¿Después de 700 años de ejércitos masacrando resistencias, de multitudes empujados al robo y la prostitución como ocurrió durante la Revolución Industrial cuando millones tuvieron que salir de los campos y hacinarse en las ciudades en donde su salario no alcanzaba a sustentar una semana, fenómeno que sigue reproduciéndose sin pausa y que por ende, que no es *nuevo*?

¿No podemos aceptar que sin duda habrá sangre porque quienes detentan el poder no querrán soltarlo y se resistirán con el uso de la fuerza, tal como se impusieron durante 700 años (porque siguen haciéndolo)?

Hoy se está derramando sangre. Todos los días. Éste no es un sistema pacífico, sin sangre. Es impiadoso, es cruel, es perverso. Es fundamentalmente violento.

¿Por qué pensar que está bien la sangre derramada hoy, cada día, cotidianamente y no la que podría derramarse en la transición a una organización esperadamente más justa?

¿Porque podría ser la nuestra? También hoy podría ser la nuestra. ¿Importa acaso, si fuera la nuestra, quién la derrame, si un policía o un chorro?

Sin duda que prefiero que no se derrame sangre, pero en el extremo, ningún orden cambia sin sangre. Ningún orden abandona su lugar hegemónico brindando de buen grado oportunidades a ser expulsado, ni dará permisos para probar alternativas mejores a sí mismo.

Hoy mismo podemos ver cómo se ha criminalizado la pobreza, cómo se ha criminalizado la protesta social, cómo se persiguen a quienes impulsan las luchas en la sociedad.

Eso es sangre.

Hoy vemos cómo millones de personas no pueden alimentarse o nutrir a sus familias, cómo no tienen donde vivir porque hasta está prohibido internarse en un bosque y sacar madera para construir su propia choza. Está prohibido sobrevivir por sí mismo.

Prohibido vivir fuera del sistema.

La otra cuestión es la mentira tan difundida de que el desarrollo del capitalismo dio salida al régimen anterior de servidumbre, del régimen feudal, y que aún existe en muchas zonas, más amplias o más reducidas. Y asociado al capitalismo.

Del mismo modo que la Revolución Francesa hoy se pinta como un triunfo de las clases populares, cuando en realidad les fue arrebatada, la salida del feudalismo propuso alternativas al capitalismo, variadas, creativas, pero fueron las alianzas de los poderosos las que las aplastaron con ejércitos, cercamientos, acorralamientos.

Hoy el mundo ofrece una nueva oportunidad.

Esta nueva sociedad, que los sociólogos anticiparon como la "sociedad del control" y Bauman pinta como la sociedad orientada a la conexión, nos ofrece la posibilidad de democratizar el conocimiento, quitarle, extirparle (no sin esfuerzo), el poder económico que lo quiere convertir en la nueva arma contra los pueblos.

Los libros que eran artículos de lujo en la Edad Media, que posibilitaron otras formas de gobierno con la imprenta (porque ahora los burgueses podían acceder a ese conocimiento de élite), hoy puede estar al alcance de todos.

La estrategia del capitalismo hoy, es despojarla de valor para las clases más desfavorecidas: si no lo valoran no intentarán acceder a él.

Como anillo al dedo vino la TV y el cine, las industrias culturales: la mercantilización del conocimiento, artístico o científico, la marketinización de sus formatos. Y así los huecos que las ansias de conocimiento dejaron vacantes, son llenados con basura mediática y el conocimiento sigue, dejado de lado y a salvo de la "turba", el "lumpen" y muy a salvo sólo como un activo de las clases más privilegiadas.

Hacia el Siglo XIX el pensamiento conservador ya muy fortalecido, sostenía que había quienes tenían el derecho de mandar (los ilustrados) y quienes tenían la obligación de obedecer (los ignorantes). Se había construido una escuela a medida de ese orden ya desde siglos anteriores: una escuela de obediencia, una escuela basada en la disciplina, indispensable para la obligación de obedecer. Indispensable para la fábrica. Una sociedad repleta de medios de castigo: la privación de la libertad. El hospicio, la cárcel. Los más o menos sanos, a la fábrica. La salud en manos alejadas de la familia: el hospital. Invalidados todos sus huéspedes: a ser escuchados quienes están en el hospicio, a actuar quienes están en la cárcel, a mandar los que están en la fábrica, a producir quienes están débiles o enfermos. A reponer fuerzas para trabajar los enfermos y sin influencias externas.

En los libros que se usaban en los colegios en donde se formaban los dirigentes decía exactamente esto: derecho a mandar y obligación de obedecer.

Y muchos mecanismos para conservar reducida la cantidad de dirigentes. Barreras.

Hoy el conocimiento no puede ser cercado si no es con la complicidad de la gente. Y despreciarlo, rechazarlo es funcional a este orden perverso que controla el mundo.

Dos acciones son fundamentales llevar a cabo: asegurar que el conocimiento no será cercado, circule libremente, se construya colectivamente en base a necesidades *reales* (y no a medida de los negocios del capital) y lograr que el conocimiento sea revalorizado por las clases más desfavorecidas, sea buscado, deseado y construido por ellas.

Sino, cualquier otra acción (que no deben dejar de ser llevadas a cabo, desde distintos ángulos, con distinto impacto e intensidad) tendrá efecto de corto plazo y todo ese riesgo y esfuerzo, malogrado.


Buenos días.




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