jueves, 4 de junio de 2015

Ni una menos (IV). El día después.

El día anterior a la marcha y el mismo día escuchaba a gente opinar por la radio en forma muy superficial:

- ¿Acaso se piensan que al día siguiente de la marcha las cosas van a cambiar? Va a seguir todo igual.

- ¿Se creen que los asesinos  van a cambiar de opinión? ¡Son enfermos!

- ¿Qué pueden hacer con una marcha? ¿Se creen que con decir "ni una más" van a lograr algún cambio? ¿Qué puede cambiar?

Me parece de una gran superficialidad opinar en este sentido. ¿Quién podría pensar que una marcha va a producir un cambio mágico de la noche a la mañana siguiente? ¿Quién podría creer que alguien puediera esperar semejante cambio?

Es obvio que no. Nadie esperaba eso. Yo menos.

Pero sí esperaba algunas cosas, aunque la realidad me sorprendió.

Yo pensé que iba a ver muchas banderas de partidos y muchas fotos de #NIUNAMENOS de los impresentables hipócritas de siempre. Y me equivoqué. Hubo, sí, pero en relación con lo que se dio, casi nada.

Yo pensé que me iba a ver asociada a la más rancia derecha, disfrazada o sin disfrazar, en esos intentos que a veces hacen de sabotear una convocatoria de este tipo. Y dudaba. Pensaba que tenía que estar pero no quería ser parte de ese escenario. Y me equivoqué. La plaza estaba llena de gente que sí sabía para qué iba. A diferencia de alguna otra marcha de la que participé en donde cada uno iba por su propia causa imaginada que tenía a veces muy poco que ver con la convocatoria (a veces, incluso, poco clara), en esta ocasión la gente estaba muy en sintonía. Milagrosamente estábamos todxs por lo mismo. No había dudas. La gente se hacía su propio cartel a mano con cartón y birome, con papel y resaltador, impreso en la computadora y no eran militantes, no tenían una caña o palo para izar su consigna: ¡la llevaban en alto con sus brazos, sus rostros resueltos y severos o bien sonrientes y felices! Me equivoqué, y muy agradecida de haberme equivocado.

Yo pensé que iba a ir gente, sí, pero no tanto. Y me equivoqué. Hubo mucha más gente de la que imaginé. Y no sé si fuimos 200.000 o si no fuimos más. No era sólo plaza, era Av. de Mayo hasta Lima y Av. Rivadavia, varias cuadras, era Callao varias cuadras, era Luis Saenz Peña, Hipólito Yrigoyen, Entre Ríos, varias cuadras que no salen en las fotos.

Yo pensé que la gente iba a ir y estar simplemente, escuchar, marchar detrás de las banderas de los partidos o los sindicatos y con suerte acompañando a alguna organización feminista. Y me equivoqué. La gente sacó toda su creatividad (ya verán las fotos) y gritaron sin voz su mensaje: maquillaje, danza, pintadas, carteles, representaciones, música, montones de recursos, sin dinero. Sólo una marcha antes había vivido comparable /y ya no más) a ésta: la Marcha del Silencio por María Soledad Morales, con ese silencio afilado como una cuchilla de hielo, que te cortaba el aire y hacía sentir suspendida en un abismo. Y ésta, dolorosa también pero con una resolución mucho más madura, mucho más creativa y mucho más libre. Mujeres de la realidad. Y las mujeres militantes marchando con amigxs en vez de bajo su bandera. Como si hubiera un acuerdo secreto de ignorar las pertenencias a partidos u ONGs y primara una hermandad breve y fuerte, de género. En otras marchas la gente no tiene voz propia, no tiene qué decir con sus palabras. Aquí no había una sola persona que no llevara su propia consigna. Todxs fuimos con algo para decir, con algo para ser oídxs. ¡Cómo me equivoqué! Me equivoqué maravillosamente.

Pero más allá de mis pronósticos errados hay que decir algunas cosas más. Yo empecé diciendo que era una ingenuidad suponer que alguien esperara que las cosas cambiaran de un día para el otro. Mi expectativa era no más que una simple visibilización: mostrar. ¿Mostrar qué? Mostrar preocupación, interés. ¿A ver cuánto nos preocupa el tema?

¡Y se rompió la correa! La gente fue a decir cosas, y las cosas eran muy coherentes. Hubo un gran cambio. No sólo se mostró que nos interesa y nos preocupa la muerte respecto del género sino que además teníamos muy claro qué más había detrás, dónde empezaba y se fortalecía todo y que cada una podía explicar con sus palabras precisamente de qué se trataba. Nunca una movilización fue tan activa. En general, la gente va y hace número. Esta vez no, fuimos y contruimos argumentos colectivamente.

¿Algo cambió de ayer para hoy? No sé. No esperaba tantas voces, y no sé si algo no cambió. Fue muy fuerte ver tantas mujeres hablando de la realidad de las mujeres, mujeres de todas las edades, de todas las formas y colores, de todas procedencias, solas, con amigxs, con compañerxs. Varones antipatriarcales haciendo el cambio a la par.

No estoy segura de que algo no haya cambiado. Algo silenciosamente es posible que haya cambiado.

Y capaz que me equivoqué en eso también, en no haber esperado más.

De hecho hoy la radio y los diarios trató poco y superficialmente el tema.

Capaz que ladran, Sancho.


Buenas tardes.


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