viernes, 5 de junio de 2015

Ni una menos (V). Recuperar lo propio.

Una de las formas de debilitar es quitar identidad. No saber quién realmente se es, generar confusión acerca de qué significa ser una persona, que implica saberse persona.

En teoría todxs sabemos qué es ser una persona. Una persona humana. Es esa entidad que tiene conocimiento y conciencia de sí y de los demás, que tiene derechos, vínculos, responsabilidad en esos vínculos, capacidad de producir, de ser útil, de ser parte de algo que le da un significado más allá de la unidad de sí misma.


Aunque no lo hayamos pensado con estas palabras, todxs sabemos que ser una persona humana tiene que ver con cosas como las que escribí arriba.

Esa identidad, ese saber quiénes somos implica una integridad e implica límites. Hasta acá soy yo y es mi jurisdicción, más allá los demás.



Esta lucha ha sido eterna en cuestión de género. Los otros tratando de apropiarse o de sentar sus dominios sobre nosotrxs. Decidiendo por nosotrxs, accionando sobre nosotrxs sin permiso ni advertencia.

Lo más básico como cuestionarse si siendo varón, te parecería normal que cualquier persona extraña te metiera mano en la calle o que cualquier extrañx te tomara tus genitales en un subte por ejemplo. Y no como algo excepcional, ni esporádico sino frecuente. O que se refieran a vos siempre por algún atributo físico al punto de que cualquier persona extraña por la calle se sintiera con derecho a llamarte de ese modo sin conocerte ni necesidad de hablarte para alguna otra cosa, sólo para hacerte notar que de vos, vio solo eso.


¿Y te parecería normal, sindo varón, recibir propuestas permanentes por parte de extraños en cualquier lado sólo por verte, o en forma insistente pese a tu negativa por parte de gente que encima te conoce? Al punto de sentirte acosado, o sea mirar si esta persona está para no entrar o no encontrártela. O al punto de no saber ya cómo hacer para que esa persona deje de molestarte. Si sos varón, tal vez pegarías tres gritos o te irías a las manos. Ahora pensá si una mujer hace eso, ¿no dirían todos que es una histérica, descontrolada, que las mujeres son todas locas, si no es nada, es una pavada?


Ahora juntá todo esto y hacete un combo de (por lo menos) 10 de estos  avances por día e imaginate un año. Ahora imaginate 5 años y luego 10.

Esa "resignación" o "acostumbramiento" ¿no llevaría consigo una pérdida de conciencia acerca de lo "normal", lo "razonable"?.

¿Pensás que esta "naturalización" este abandono de los límites no abriría la puerta a abusos mayores?


Si te dejás en esto, entonces un paso más, quién lo cuestionaría. Nada... es un audaz nomás... y le salió bien. ¿Y yo? ¿Yo también puedo? Es divertido, entro en una competencia con el otro al que le salió bien. Total éste un "pibe" fácil, cualquiera le hace cualquier cosa, no dice que no, se la banca...



Y capaz que reaccionás como un histérico, harto de que cualquiera se crea con derecho a hacerte o decirte cualquier cosa. O tal vez hacés como el viejo consejo "relájate y goza" y hacés como que te divierte y de hecho después de 5 años aprendiste a manejarte de ese modo y ya no sabés si realmente alguna vez te gustó aceptar todas las bromas, las impertinencias o si realmente sólo "te acostumbraste".

¿A vos, varón, te bombardean los límites permanentemente como a nosotras como si fuéramos una ciudad a ser tomada?

Queremos reconstruir esos límites, y lo estamos diciendo. Nunca dejamos que querer hacer respetar esos límites. Esos límites de yo soy yo y yo decido por mí que nos fortalecen y nos hacen saber quiénes somos en realidad.

Esa fortaleza que destruye la naturalización del abuso.



Un freno para la violación y el femicidio. Un freno para el acoso y el matrato.



Buenos días.


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