lunes, 29 de septiembre de 2014

Analogías, símbolos y supersticiones.

Ante las acusaciones de contradicciones y falta de rigor de los libros sagrados de las diversas religiones, sus defensores más superficiales apelan a que se trata de símbolos. 

Los más profundos no defienden el carácter divino de tales libros y ni siquiera mencionan la inspiración divina.

Hablan del contexto histórico, de los problemas que había que resolver, de las costumbres, las creencias propias y las otras, aquellas con las que se competía (sin mencionar la "competencia" claro, si se habla desde la Fe) y cosas así. La Fe queda en otro plano, completamente ajena a los hechos y datos narrados en esos libros.

Pero en general, hay tres o cuatro tipos de creyentes.

El grueso del pueblo, que no cuestiona y digiere sin masticar los mitos religiosos, literales, irracionales, con un contenido mágico sorprendente de ser creído hasta por los niños más pequeños e increíble en los adultos.

Un segundo grupo, algo más formado que son los que hablan de símbolos y colocan en esta categoría, erróneamente, no sólo a los símbolos sino también a las analogías. 

Otro grupo que trata de que no se pierda el valor del texto desde el punto de vista cientíico, filosófico e histórico (estos textos no presentan ningún rigor en ninguno de estos aspectos), haciendo malabares comparables a los mejores artistas circenses. Estas personas se debaten entre su Fe y el agnosticismo.

Y uno más, ecléctico, que mezcla todas las creencias del mundo, las religiosas y las científicas (transformadas durante el esfuerzo de simplificarlas para ser comprendidas por todos), bajo el nombre de Metafísica, New Age o cualquier otro nombre algo más específico.

El primer grupo encuentra descanso y temor en su Fe: su pensamiento mágico, su mera esperanza en la magia de los milagros o de un premio merecido y postergado, en la velada amenaza de los misterios y de un casi asegurado castigo por toda la eternidad, sin fin, sin pausa y sin descanso. Son personas sometidas por el arrepentimiento por faltas leves pasadas o por impensadas faltas graves a futuro, pues su Juez, nunca se sabe con qué código juzgará. No hay abogados y no hay forma de conversar con él o escucharlo y saber qué opina de cómo van llevando su vida. Los intermediarios, portadores de sus designios, que dosifican penas leves en esta vida para llegar más limpios a ese juicio, son muchas veces sospechados ellos mismos de crímenes más graves que sus ingenuos e incautos penitentes. Esa Fe está poblada de cuentos increíbles que se transforman en supersticiones. Son mitos que si se dieran en la actualidad no merecerían el más mínimo crédito. Pongamos por ejemplo, la concepción de Jesús. Supongamos que en una adolescente de 14 años, una niña que estudia y es razonablemente obediente y de buen talante para su edad un día dice que vino una paloma, la cubrió con "su luz" y que un ángel le dijo que se sintiera feliz porque iba a dar a luz un hijo. Por más inocente que fuera la niña, y por más que ella jurara que no tuvo contacto con ningún varón que pudiera embarazarla (circunstancia que se pensaría como temor, por algún tipo de amenaza, o tal vez de violencia, o de protección, o de vergüenza ante el abandono, o vaya a saber qué otros motivos) se la trataría de zorra, de retrasada o de haber sido drogada, según se confíe o no en su sinceridad: una paloma que arroja luz y la embaraza, un ángel que le dice su futuro y le dice cómo debe sentirse. Si luego ese niño generara trastornos en séptimo grado, por cuestionar a sus maestros, citarían a su madre, madre soltera, para que ponga a su hijo en vereda por irrespetuoso y por alborotar a sus compañeros en clase con su impertinencia. O tal vez no lo harían por temor. Los maestros se dividirían entre los que consideran que deben reprimir este tipo de actitudes porque rompen el orden necesario para un buen desarrollo de la clase y otros sería comprensivos por tratarse de un hijo de una madre soltera, que lo tuvo siendo adolescente y probablemente esté llamando la atención de su madre que en su inexperiencia pudo haberlo desatendido en sus primeros años. Nadie volvería a hablar del tema de la paloma luminosa ni del ángel parlanchín. Si atendemos a los evangelios apócrifos, además deberíamos agregar que siendo aún más pequeño habría dado algunas muestras de pésimo carácter y arbitraria crueldad, antes de alcanzar los citados 12 años y sabiéndose estos antecedentes en la escuela, se mirarían los docentes entre sí, desaprobando a esa madre que jamás pudo con su hijo.

Mientras, el segundo grupo, el simbólico, trata de relativizar la credibilidad de estos mitos, diciendo que se trata de símbolos. Símbolos que por otro lado no dejan de ser misteriosos porque son "enseñados" de distinta forma en distintas épocas. Eva tienta a Adán con la manzana. Hace décadas esto era la tentación sexual, las relaciones sexuales, pecaminosas, abominables. El sexo, perturbador, que hace que Adán pierda su patrimonio, el Edén, de la mano de Eva. Más adelante la manzana es el fruto del árbol del Bien y del Mal. Adán conoce el mal, se corrompe a instancias de Eva. Luego, la manzana es el fruto del árbol de la Sabiduría, o sea, la pretensión de alcanzar un saber que igualara el hombre a Dios y a instancias de Eva, desde luego, eso no cambia, la mujer que empuja al hombre a desafiar a Dios. Esos símbolos que tienen una finalidad pedagógica por lo menos lábil, son los más antiguos. Pero luego aparecen otros más sutiles, matizados con leyes científicas, metáforas literarias y más símbolos semánticos. Es importante dar cabida a la ciencia porque por ejemplo, la Iglesia Católica pasó un terrible papelón negando ciertas evidencias científicas y quemando o excomulgando a científicos por defenderlas como los casos de Tycho Brahe y Galileo. Entonces aparecen explicaciones científicas o teorías como la del Diseño Inteligente que hace un lindo pastel con todo junto. En su escasa pericia, sus consumidores ávidos de defender su Fe, confunden las analogías provistas por las parábolas, episodios y leyendas por símbolos equívocos. Pero la Fe sigue estando allí y anulando el razonamiento donde éste note contradicciones y de este modo, persiste la superstición.

Esto serían meras anécdotas si no tuvieran una consecuencia grave en las personas.

Los pensamientos a los que más se recurre, desarrollan partes del cerebro estimuladas por esos pensamientos, dicen los neurólogos que defienden la teoría de la plasticidad neuronal, haciendo (como en la profecía autocumplida) que los nuevos pensamientos se tiñan de matices de esa zona desarrollada, o sea, pensar siempre en el mismo sentido, esto es, anulando otras formas de pensamiento. No sé si es así, pero algo de eso podemos ver, cuando vemos que las condiciones de crianza de las personas las llevan a pensar de uno u otro modo.

Esto sería el aprendizaje. El aprendizaje es entonces, la producción de nuevas relaciones entre pensamientos y datos que ocurren en algún sentido, más precisamente en el sentido en que se desarrolló nuestro cerebro. 

Además, también se ha visto en estudios, que las emociones producen también desarrollo en algunas zonas del cerebro. Emociones producidas por experiencias felices o desdichadas, por el temor, el miedo o el placer. O sea, una serie de estímulos a lo largo de nuestra vida, que apuntan al temor, a la aceptación incondicional del misterio, a la esperanza en los milagros, al pensamiento mágico, al terror y a la culpa, sobre todo a la culpa, estimulará que pensemos la mayor parte del tiempo en estos términos. Todos nuestros pensamientos se verán teñidos en mayor o menor medida por los aprendizajes del miedo, de la culpa, de la magia, del misterio y desalentará pensamientos (porque simplemente se producirán mucho menos) que hablen de responsabilidades, de reparación, de causas, de consecuencias. Menos pensamientos adultos, responsables, digamos.

¿Qué tipo de sociedad proviene de los mitos, las superticiones y la confianza ciega en símbolos lábiles (que mutan según la época y la conveniencia de reprimir una u otra pretensión humana)? Una sociedad que jamás estará segura de nada porque el misterio la domina, una sociedad que no intentará responsabilizarse de las consecuencias que producen sus decisiones, una sociedad que no intentará ensayar cosas distintas porque las mentes que la componen están adiestradas para temer, para obedecer, para arrepentirse, sentirse culpables y esperar premios y castigos sin ningún tipo de certeza. En síntesis, una sociedad que querrá agradar a aquellos con el poder de premiar y castigar.

Pavada de aprendizaje, ¿no?


Buenos días.




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