jueves, 6 de noviembre de 2014

Anarquía.

La primera vez que escuché esa palabra fue en la primaria, cuando en Historia se hablaba del período de Anarquía como el de un país sin rumbo, algo inconcebible. No se explicaba por qué, pero era una barbaridad. Yo no tenía idea qué era la anarquía y así quedó asociado a lo mal encaminado, porque lo correcto era que un país tuviera gobierno, algo muy distinto a lo intuitivo: el pensar simplemente en un pueblo que tiene un destino que elige para sí.

La segunda vez que escuché sobre la Anarquía fue cuando incidentalmente Claudia, una compañera de la Escuela de Música (magisterio de música), hablando tangencialmente (ni siquiera específicamente) acerca de qué ideas políticas teníamos, ella dijo: "yo soy anarquista". Para mí hubiera sido lo mismo que me dijera que era de Piscis con ascendente en Libra: algo sin ningún significado.

Pero fue Claudia la que nos organizó en nuestra primera acción directa: una marcha frente a la DINADEA reclamando el profesorado. Luego, al ser desoídos creo que fui yo quien sugirió ponernos crespones, medios lutos para expresar el dolor de no haber obtenido el terciario. Esas simples medidas sin embargo las viví como algo trascendente, como medidas inofensivas y contundentes cuyos principales valores eran expresarnos, hacernos oir, y ocuparnos de lograr aquello que creímos lo mejor (y que sigo creyéndolo). No hay creo, satisfacción mayor, que ocuparse de aquello que creemos.

Hace pocos años, finalmente, la vieja carrera de Magisterio de la Escuela de Música "Juan Pedro Esnaola" se convirtió en un profesorado.

La tercera vez que lo escuché fue en labios de la misma Claudia, cuando fuimos a la casa y nos presentó a su tortuga, que se llamaba precisamente Anarquía. Yo sospecho que no se trataba de una alegoría a la lentitud atribuida a las tortugas sino a otra característica que ella consideraba propia de la tortuga: la llamás y no viene.

Para esos mismos años vi una película que me dejó marcada a fuego: La Estrategia del Caracol. No la asocié sino hasta hace muy poco con la Anarquía. El personaje que organiza a los habitantes de La Pajarera, era un viejo anarquista español, incluso se oye... no recuerdo si Hijos del Pueblo o A las barricadas, pero una de esas. El punto es que durante años estuve buscándola para volver a verla porque era una película épica sin superhéroes, sin Aquiles, sin Juana de Arco. No, gente común y en mi espíritu poético, hermosísima y variopinta, y hasta ahora, luego de haberla conseguido y haberla visto tantas veces, sigue pareciéndome una de las mejores películas que vi en mi vida.

A partir de otras películas volví a saber de la Anarquía. Explícitamente o prendándome de algún personaje como en La Fuga, en donde me quedaron muy grabadas la pasión, la convicción sin justificación ni disculpas, una parca y sencilla seriedad del anarquista cuya ideología desconocía y que tampoco logré entender en ese momento, pero que trascendía, aún en su brevedad, a los otros personajes.

En curentipico de años, yo seguía sin saber nada de la Anarquía. Esas aisladas y brevísimas menciones no tenían forma de hilarse y dar sentido a algo cercano a un concepto o idea. Algo había en ellas sin embargo, que me había punzado... pero no podía enlazarlos. Meros chispazos inconexos que recordaba vívidamente como algo inexplicable, pero no más que eso.

Pero en el 2007 ocurrió otro chispazo. Escuchar a "Falta y Resto" en su espectáculo "Anarquía" me encandiló. Las melodías no eran impactantes ni pegadizas, sin embargo, la trama, los trajes, los arreglos, el arrabal empapando las cadencias de las partes habladas, pero sobre todo esa convicción, me quitó el aliento desde el principio hasta el final.

Luego llegó una novela, "El agente secreto" de Joseph Conrad, y nuevamente se puso en primer plano esa especie de fe bajo la cual todos los juicios se detienen y adquieren otro significado, ningún argumento tradicional vale, surge un sentido distinto que una vez conocido, haciendo que todo cierre.

Y luego llegó otra novela "La fe de los traidores" de Gabriel Pasquini. La escena central del anarquista Cal Trentino y de Vittorio, el comunista de la checa, en la sesión de tortura-interrogatorio, nuevamente me pusieron de frente a esa enigmática fe.

No, no es que esos ejemplos puedan ser fiel reflejo de los principios anarquistas pero transmiten el virus, creo yo.

Para esa época yo estaba muy preocupada por el tema del trabajo y de los trabajadores, con muchas idas y vueltas. Tal vez incentivada por el MBA que había hecho en la Fac. de Ciencias Económicas de la UBA, que me había acercado a los sociólogos europeos, abriendo nuevas miradas en mí.

Y así empecé a escribir primero y buscar después, sobre el Trabajo.

Y llegó Bob Black, con su Abolición del Trabajo, texto que también compartí. Y una lectura trajo otra...

Pero volviendo a los chispazos, yo ya he compartido esa escena de "La Fe de los traidores" que mencioné, centrada en Cal Trentino, también hablé anteriormente de Bob Black y de tantos otros.

Pero ahora, toca compartir el comienzo del espectáculo "Anarquía" de "Falta y Resto".





Buenas noches.



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