Hace poco más de un siglo, poca gente podía leer y escribir. Trabajaban la tierra, construían un mueble, hombreaban bolsas. Tenían hijos y morían rodeados, tal vez, de sus nietos.
La educación pública les enseñó a escribir cartas y a entender qué era un voto. Pero igual ya sabían que un voto es como una moneda, que compra promesas a veces y otras una merienda. Los hijos que se iban lejos, los padres que quedaban en el pueblo, unidos por sobres que ataban las distancias. Mis abuelos se escribían cartas.
Al principio, segundo grado para las mujeres era suficiente, sexto para los varones. Y luego a trabajar.
Pero la gran masa de escribientes noveles levantó la barrera y ahora hacía falta primaria completa para trabajar. Almaceneros, verduleros, dependientes de oficina.
Y las industrias crecieron y necesitaron mentes más despiertas, más rápidas, y empleados contables y secretarias. Y la educación los eligió y les dio más años de estudio y más conocimientos, cada vez más sofisticados.
Y la gran masa de bachilleres y peritos levantó la barrera una vez más y fue impensable prosperar sin saber taquigrafía, dactilografía, merceología, contabilidad.
Y las industrias abandonaron los productos e inventaron sofisticados servicios y la educación les proveyó de científicos, ingenieros, administradores, contadores, abogados.
Y la barrera se volvió a colocar un nivel más alto y ya fue impensado casi, pretender un bienestar sin un título universitario.
Y el conomiento se fue diversificando y la industria necesitó especialistas de una parte de su especialización inicial o bien generalizar incorporando otras disciplinas. Y la educación le ofreció las maestrías y las tecnicaturas. Y ya fue inimaginable hacer carrera sin un medallero de títulos como soldado del conocimiento.
Qué lo parió.
Buenas tardes.
DELIMITACIÓN DE RESPONSABILIDAD: Todas las afirmaciones de este blog son libres interpretaciones mías, sujetas a posibles, abruptos y arbitrarios cambios de opinión sin aviso previo.
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martes, 18 de septiembre de 2012
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