lunes, 17 de septiembre de 2012

Ayer.

Ayer vi a una de mis mejores amigas. Ella comparte conmigo, entre otras cosas, su pasión por las revoluciones y yo con ella, mis abstinencias libertarias. Entre muchas otras cosas que nos unen como la música (estudiamos juntas, de hecho allí nos conocimos), claro.

Ella es muy kristinista y me sorprendió que aceptara suavemente la invitación a escuchar más de la utopía libertaria. Interesada, además porque entre sus estudiantes (ella es docente en secundaría, de Cívica o Sociales, no sé), surgió el tema.

No sé cuánto le durará el interés pero después de una semana convulsionada por la abstinencia de ideas libertarias, y algunas discusiones ácidas durante un almuerzo, fue como un oasis. Poder hablar y ser comprendida, aceptada, escuchada sin retruces ásperos.

Comprendo que no digo mis argumentos en el momento oportuno, tal vez opino tarde cuando el calor de las quejas subió.

O tal vez desde el enojo del planteo mi respuesta no es bienvenida porque suena a otra cosa.

No es fácil estar rodeada de gente que piensa diametralmente distinto. No se me ocurren las respuestas temprano y cuando se me ocurren no me salen completas. Tal vez no se entienden mis argumentos, tal vez yo misma no los tengo de todo claros.

Hoy en el foro, uno de los miembros compartíó un artículo de difusión que estaba preparando. Tan plácido, tan agradable. Soy incapaz de expresarme de esa forma. Soy tan hábil con las palabras en otras circunstancias y tan torpe para defender agurmentos espinosos.

Tal vez, sino, sería más sencillo.

Buenas tardes.

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