miércoles, 19 de septiembre de 2012

Progreso.

Hay muchas formas de pensar el progreso.

A mí, el que más me interesa, es el que tiene al Hombre como sujeto. O sea, aquel que contribuye a mejorar el bienestar de las personas.

Realmente me gustó que mi situación como mujer, sea mejor que la de mi madre, mi abuela o las mujeres de hace 2 ó 3 siglos atrás, en términos generales: medicina, acceso a la educación, derechos, autonomía y muchas cuestiones más. (No soy de las que reniegan de la presunta igualdad de derechos que las destronó del también presuntamente cómodo lugar de amas de casa).

Realmente me gustó que mis padres pudieran terminar la escuela primaria cuando los suyos o sus abuelos no pudieron. Y que hayan podido leer un libro y gozar de esas aventuras o ideas que los maravillaron. Hoy para mí es cosa de todos los días.

Realmente me gustó que mis padres hayan podido comprar una casa, cuando sus padres no pudieron hasta el día de su muerte pese a haber trabajado vergonzosamente demasiado.

Considero que estas pequeñas conquistas me instalan hoy frente a una computadora a escribir y me ha permitido leer cien veces más que mis padres y acceder a ciertos bienes que disfruto merced a mi trabajo.

Mis abuelos no tuvieron auto. Mi primer auto fue un gran esfuerzo. Para nada comparable con lo que representa hoy comprar un auto.

¿Está mal?

¿Debería desear que la gente se compra un auto hoy tenga que hacer el mismo esfuerzo que yo para comprar el suyo?

¿Está mal que hoy algunas cosas requieran menor esfuerzo que hace 50 años o 1 siglo atrás?

¿Está mal que hayamos avanzado minúsculamente en algún aspecto de los derechos de las personas?

¿Acaso nuestros padres no se alegraron cuando logramos nosotros algo con un esfuerzo un poco menor que ellos? ¿O cuando ellos mismos pudieron ayudarnos cuando sus propios padres no pudieron ayudarlos a ellos en forma análoga?

¿Eso está bien para nuestras familias pero no para las de las demás?

¿Por qué nos molesta que alguien obtenga algo con menor esfuerzo de lo que nos costó a nosotros? ¿No es algo bueno eso? ¿Acaso no podrían beneficiarse nuestros hijos o nietos también?

Para mí, no está mal que algunas cosas hoy impliquen menor esfuerzo. Está mal que antes haya representado una epopeya para nosotros, nuestros padres o nuestros abuelos y que ese pequeño progreso haya tardado tanto en hacerse realidad.

Hoy recibí un mail que decía: "[...] todo lo que tengo, lo he ganado porque trabajé lo digo con orgullo, porque todo lo vivido me fortaleció, y no voy a cederlo a un grupo de personas que con el voto de confianza  otorgado por  el pueblo pretende hacernos creer, que buscan la "equidad" cuando nos roban de todas las maneras posibles".

Los impuestos, los planes, bien o mal, con mayor o menor equidad, con menores o mayores implicancias respecto del manejo arbitrario del poder, están para posibilitar esto. 

También cuando nuestros abuelos o padres estudiaron, hubo quien lo aprovechó y hubo quien lo tiró por la borda. ¿Eso hubiera justificado renegar de la educación pública o del hospital público? Tal vez (en mi caso, seguro), muchos de nosotros ahora seguiríamos afuera del sistema. Eso si las protestas en su momento hubieran prosperado.

Algunos dirán "pero los valores antes..." o "no es lo mismo, no es la misma gente". La familia de mi abuela había caído en desgracia, no así la de mi abuelo. Y hubo oposiciones en ese matrimonio. Había algún tío abuelo alcohólico y otro presuntamente contrabandista, del que nunca se supo más. ¿Fue determinante? ¿Malgastamos -como seguramente vaticinaron secretamente los observadores- nuestras vidas y nuestros talentos? ¿O pudo más la socialización que hizo posible la educación pública?

Estas medidas tienen hoy beneficiarios. Algunos los aprovecharán mejor que otros. Algunos de esos nietos tal vez tengan una mejor vida y sean personas productivas para la sociedad en la que les toque actuar. Otros no, igual que en la época de mis abuelos y mis padres.

¿Acaso suponen que no hubo gente que opinó que invertir en la educación de mis abuelos y mis padres, (esos cabezas, esos negros, esas chinitas), no era gastar pólvora en chimangos?

Sin duda que se alzaron voces contra ellos y los beneficios paupérrimos que recibieron. Si hubieran prosperado, yo no sería maestra, ni licenciada, ni habría cursado una maestría.

¿Que se desvía dinero? Sin duda. ¿Que quedan entre medio muchos vueltos? Seguro. Cambiemos eso, no lo otro.

Pero yo pienso qué hubiera sido de mí si mis abuelos no hubieran hecho segundo y sexto grado, y mis padres su primaria completa, con cartones renovados todos los días como plantillas en sus zapatos agujereados y un mate cocido con pan como única cena.

Habiendo tenido un pasado así, si yo reaccionara en contra de medidas comparables en el presente, sería lisa y llanamente resentimiento y egoísmo sólo porque a mí me costó más de lo que ahora les cuesta a ellos. 

Y sí, me costó. Me costó estudiar y trabajar. Mucho. Me costó días sin dormir y jornadas de trabajo de 14 horas y más, fines de semana, feriados. Sí, ojalá nadie tenga que hacerlo en el futuro, porque si bien yo obtuve un beneficio, hubiera obtenido mucho más si hubiera podido invertir ese tiempo en algo más productivo para mí y mis afectos (que tuve que descuidar). Y trabajo y educo para eso precisamente. Para que al próximo le sea más fácil y tenga más oportunidades de ser feliz. ¿O no se trata de eso la vida?

¿Saben qué? El esfuerzo que hemos pagado por lo obtenido no es recuperable sino a través de la experiencia y el sabor de logro. No tiene sentido tratar de hacer pagar al otro el mismo precio. No vamos a recuperar nuestro tiempo y nuestro descanso. Ya no.

Fue injusto que las generaciones pasadas tuvieran que sacrificarse tanto por tan poco. Eso es lo que estuvo mal. No que ahora el daño se repare.

Por eso, por muy mal instrumentada que esté una medida, si convierte un excluido en el abuelo de una persona plena y autónoma, bienvenida sea. No voy a defender resentimientos.

No voy a oponerme a que alguien perciba un beneficio de un sistema impositivo que fue pensado para eso, por mucha guita que se roben y por mucha discrecionalidad que haya; porque ese es otro problema a resolver. Tampoco me voy a indignar cuando los chicos reclamen el gas de una escuela sólo porque cuando yo estudié no teníamos estufas. Era hora que hubiera y está bueno que no dejen de funcionar.

Y ojalá en un futuro no haya tutelas, ni soluciones paternalistas, ni caridades, ni prebendas y no pensemos en términos de beneficios y conveniencias porque todo lo necesario esté disponible a cada uno según su necesidad provisto por cada uno según su capacidad.

Buenos días.



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