miércoles, 2 de febrero de 2011

El trabajo como valor VII: el avance tecnológico (Ulrich)

Ayer buscando literatura sobre política y economía en la mulita, encontré un artículo de Beck Ulrich. Autor citado en las clases de "Globalización y posmodernidad" a cargo de Martínez Nogueira, un profesor que me presentó un abanico de perspectivas que ignoraba y que tenían que ver mucho más conmigo que otras materias de la misma oferta académica.

"El pleno empleo significaba tener trabajo normal, que cada uno aprendía una profesión que ejercía durante toda su vida quizá cambiando una o dos veces de empleo, una actividad que le proporcionaba la base
de su existencia material. [...] ...el trabajo es desmembrado en sus dimensiones temporales, espaciales y
contractuales: de esta forma cada vez hay más seudoautónomos, empleados a tiempo parcial, contratos basura (en Alemania, empleos de 330 euros, sin seguridad social), trabajos sin contrato, trabajos que se hallan en esa zona gris entre trabajo informal y desempleo." Esta cita corresponde al artículo "LIBERTAD O CAPITALISMO: EL INCIERTO FUTURO DEL TRABAJO" aparecido en el diario El País, el 24 de noviembre del 2002. Han pasado algunos años, pero este panorama no ha cambiado tanto.

Ya he escrito de estas cosas, ¿por qué seguir con lo mismo? Porque al igual que muchos vengo adquiriendo argumentos de otros al punto de haber dejado de reconocer los míos. Conozco ya, a través de la propaganda monopolizante de los '90, los argumentos del liberalismo económico. Alguna vez me escuché argumentar (muy brevemente, por suerte), en ese sentido. Hoy indago en mi pensamiento original y estoy empezando a permitirme explorar otras ideas que hasta ahora rechacé por el miedo que me inculcaron. Creo que todos los hispanoparlantes hemos pasado por experiencias similares. Todos hemos adolecido de gobiernos autoritarios y/o dictatoriales y/o demagógicos y/o populistas. Y no sólo hispanoparlantes, también el resto de Europa los ha padecido, sin seguro de repetición. Basta leer "La misteriosa llama de la Reina Loana" para descubrir en mi educación aún, rastros de la educación en la que se descubre Yambo. Y ni qué decir de la educación de la generación anterior que no logra diferenciar el producto de su educación de sí mismos y lo llevan tatuado no ya en su piel, sino en su carne y en su alma.

Yo entré a Sistemas en los '90. Dejé el magisterio de música en aquella época y recién ahora me percato de que con ello sepulté una fallida historia sentimental (y su entorno), sino que también di vuelta la cara a un montón de valores que me eran estructurales. Salir de la escuela (como maestra), del grupo Mupusipi de "música para los más chicos", de los conciertos didácticos gratuitos y tiempo para componer y arreglar para pasar a los cubículos uniformes de las oficinas, fue un segundo nacimiento a un mundo que desconocía. Aprender sus reglas, adaptarme a sus códigos trajo algunos sacrificios de la mano. De hecho durante años no  escribí poemas. Ingresé en Ingeniería e hice lo mejor que pude mi tarea y me reinserté en el mundo laboral, después de los 30, con un perfil totalmente nuevo. Mucho más duro.

Yo hice la reconversión. Exitosamente. Y me metí en el río turbulento de la capacitación-sin-fin-para-seguir-vigente y ahí sigo, a más de una década, tratando de no caminar hacia un cementerio de elefantes de los muchos que prosperan bajo etiquetas de paraísos laborales.

Beck Ulrich tiene hoy 66 años. Y él, más que yo, con una veintena menos, fue parte de esa camada de gente que pasaba toda su vida prestando servicios en la misma empresa. La empresa era la vida. Una amiga, de Junín, contaba que en su "pueblo" (no por desmerecer, sino por enfatizar los aspectos emocionales que evoca la palabra "pueblo"), los ferrocarriles (ingleses) empleaban a varios de los miembros de la familia. Para que la familia, durante la cena familiar, hablara del trabajo, y compartiera eso que ocupaba la mayor parte de su vida, la mayor parte de las horas de su vigilia. Lograr la identificación, hacerse carne, para naturalizar esa vida, que iba a ser la única.

Volviendo a Ulrich, agrega: "El trabajo se precariza; [...] se programa la pobreza para los jubilados del futuro; los presupuestos exangües de los municipios no pueden financiar el asalto que se produce en requerimiento de sus servicios de asistencia social.[...] La flexibilidad también significa traspasar los riesgos del Estado y las empresas al individuo. Los empleos se hacen más de corto plazo, fácilmente rescindibles, es decir, 'renovables'. Al final, flexibilidad viene a significar que hay que alegrarse de que tus conocimientos y experiencia estén pasados y nadie puede decirte lo que tienes que aprender para que alguien pueda necesitarte."

Y más allá de que él habla de Alemania en el 2002, la descripción de uno de los círculos viciosos que se produce es universal y contemporáneo: "Es meridianamente claro que los Gobiernos, para abrir perspectivas vitales a las personas, deben fomentar lo que se llama producción de mayor valor y que genere mayor salario. Pero precisamente a causa de los elevados costes salariales se ha elevado también el grado de automatización de la economía. Y así nos encontramos en una rara dialéctica: cuanto más elevados son los costes salariales, tanto más procura el empresario introducir máquinas y así emplear a menos personas. Y el Estado incluso le recompensa por ello. Pero si el empresario sustituye trabajadores por máquinas y energía, los impuestos y contribuciones sociales tienden a disminuir. Y si emplea a más gente es castigado por los elevados costes laborales y sociales."

Este juego perverso de bajar los costos a costa de la mano de obra y a caballo de la tecnificación sumado al efecto contraproducente de las cargas sociales que en vez de ser fuente de recursos para el Estado se convierte en recurso punitivo, es lo que acentúa aún más este grave problema.

Vale la pena leer la descripción que hace de la situación alemana. Sin embargo no se limita, sale de sus fronteras para echar un vistazo en otros países y dice: "Saben que el trabajo ya no es lo que era y que su importancia para la creación de valor disminuye. [...] aunque queden asegurados los empleos se reducen las oportunidades de su remuneración.".

Yo recuerdo el discurso habitual en aquella época. Yo conocí la versión de los exitosos más de cerca porque pude insertarme en un sector que era próspero, como el de la informática. Sin embargo no se me escapaban las otras realidades y no pude ni quise ignorar cómo crecían en comparación con la que me tocó en suerte experimentar en carne propia. En este juego de suma cero, lo que perdían los operarios, los maestros, los médicos los ganábamos los administrativos y más que todos juntos, los informáticos.

Pero yo no dejaba de ver ese juego de suma cero en la sociedad y hoy se me presenta más claro que nunca. Señores, la economía es la disciplina que se especializa en el estudio y administración de los recursos "escasos". No hay para todos, uno para vos, dos para mí, diez para el vivo que se vende bien, y ¡qué peeenaaaa! ninguno para aquellos pobres infelices que no se dieron cuenta a tiempo.

Con el tono del resto del artículo no coincido tanto, tal vez por desconocimiento, por ignorancia, por ideología o porque el paso del tiempo ha mostrado otros matices que el autor no llegó a ver o bien desestimó. Hay sin embargo otros temas interesantes y controvertidos para tratar que surgen del artículo, como el envejecimiento de la población y sus consecuencias o la inmigración, pero por ahora no quiero meterme en cuestiones tan sensibles.

Por ahora me quedo con esto y espero poder prepararme para un próximo tema relacionado al trabajo y que tiene que ver con cómo veían al trabajador las escuelas de administración de Taylor y la de Elton Mayo.

Buenos días.


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