martes, 14 de mayo de 2013

El caos.

Qué miedo da el caos. Tradicionalmente nos enseñaron que el caos, el azar, el desorden, todos emparentados, debían ser mantenidos a raya y sólo existir como figuras arquetípicas que por negación permitan aspirar al orden, a lo planificado.

Cuando cursaba en el MBA tuve un profesor, Etkin, con quien vinos Estrategia. Estrategia es algo que me fascina. Nunca entendí bien por qué, creo que recién ahora estoy entendiendo qué es aquello tan oculto de la estrategia que me atrapa.

No, no es la planificación.

Etkin decía algo que a mí me tranquilizaba. Él hablaba de las estrategias emergentes. Un aparente contrasentido. Para mi gusto no era bueno explicándolo, pero la idea era fascinante. La idea es: no importa cuantos esfuerzos hagas en domesticar la realidad, ella se las va a ingeniar para ponerte en apuros.

La estrategia emergente es ese despliegue de recursos que ponemos en práctica para encaminar una intención en medio de los avatares de la realidad. Lo que emerge de las circunstancias, no todo, sino el abanico de recursos configurados para que pueda ser utilizado como herramienta a algún fin.

Yo quedé fascinada porque yo ya sabía de planificación e ya sabía de los intentos infructuosos de encaminar la realidad en los caprichos de lo planificado, que, dependiendo del conocimiento que uno tenga del terreno, se encabrita un poco más o un poco menos. Y yo ya había visto cómo la gente que planifica se esfuerza por explicar los desvíos, adelantarse a los riesgos, y cómo aún así, la mayoría de las veces las cosas no salen como fueron planificadas.

Luego leí a otros gurúes de la estrategia. Michael Porter, y su estrategia competitiva, neodarwinista. Mintzberg, con sus varios trabajos, en particular con su Safari a la Estrategia, en donde explica muchas de las muchísimas "escuelas" de pensamiento estratégico, desde su cuna, la escuela de planificación, esos inocentes e inútiles intentos de encorsertar la realidad a nuestro antojo sabiendo poco o nada de ella y pensando que el tiempo no es un factor que introduce universos nuevos de variables sino simplemente una escala, a las otras escuelas (más sofisticadas) en las que asimilamos empresas a organismos vivos, o bien a configuraciones de poder.

Fue Etkin también quien mencionó a Arie De Geus. Ex vicepresidente de la holandesa Shell, cultor del paradigma orgánico de la organización, o mejor dicho de la escuela de "aprendizaje". De Arie de Geus leí "La empresa viviente". De las muchas cosas que dice (algunas terribles, que creo que ya he comentado en otro post, sobre el tema de pertenecer o no), se explaya algunas páginas en cómo las empresas comienzan a planificar, en este intento de disminuir la incertidumbre.

La incertidumbre es en gran parte la clave.

Falta aún una referencia más que nos trae de nuevo al caos, pero no quiero dejar de resaltar esa palabra: incertidumbre.

También fue Etkin quien nos hizo leer "Competir al borde del caos" de Shona Brown y Kate Eisenhart. Él estaba encantado porque el libro es ameno, está bien estructurado aunque no es muy científico. De hecho ellas reconocen tergiversar algunos ejemplos para ilustrar una idea. En fin.

Pero ese libro ofrece dos ideas muy potentes que me quedaron grabadas. Una es la distinción de zonas: orden-caos y fundamentalmente de la frontera: el borde del caos. Las autoras señalan que es en ese delgado límite en donde los procesos creativos tienen lugar. La frontera es inestable y riesgosa y no sólo eso sino también temporaria. Yo no comparto la franca zona del caos, como una zona indeseable. Ya se verá por qué.

La otra ida es el ejemplo de la pradera, que para mí es fundamental. Me entristecería muchísimo enterarme que el ejemplo es falso. En el ejemplo, se menciona un experimento: la reproducción de una pradera. Un primer intento fallido intentando sembrar todas las especies y un segundo intento exitoso, sembrando algunas especies y dejando a la naturaleza hacer el resto (o sea, crear condiciones exclusivamente).

El intento de controlar todas las variables está destinada al fracaso, porque los factores no son estáticos, son dinámicos. Aunque uno no introduzca nada absolutamente, el mero hecho del paso del tiempo, introduce un cambio y fundamentalmente la oportunidad de interacción de los factores que ya están presentes.

Hace unos pocos días compartí un artículo del blog cultura 3.0 en donde se hablaba del intento fallido de aislar y experimentar con ciertos genes relacionados con la agresividad, en un intento final determinista de identificar potenciales criminales, al estilo de Minority Report.

En ese artículo que cito aquí: http://www.terceracultura.net/tc/?p=6261  se mencionaba que a partir de la experimentación se habían verificado reconfiguraciones, de genes que no deberían estar influenciando.

Como también se postulaba en Jurassic Park, en donde los animales habían cambiado de sexo para poder reproducirse, habido material genético habilitante: el de unas ranas africanas usado como anfitrión para completar la cadena del ADN prehistórico.

Es cine, yo sé, pero yo le pongo algunas fichas al arte, como acto de la creatividad sin las restricciones de la lógica y del conocimiento científico. Como terreno exploratorio.

Más allá de Jurassic Park, el artículo sí habla de ciencia y el experimento tiene estas similitudes que señalo.

Lo emergente. El abrirse paso para algunos fines. Los fines del caos. Como contraposición del orden humano que intenta imponerle sus propias metas.

Y aquí volvemos al caos, el caos contrariamente a la definición que le dan las personas controladoras, no es ausencia de orden. Tampoco creo que el desorden lo sea. Bajo mi definición el desorden es un orden no esperado.

Históricamente se ha hablado de "orden natural" para referirse a un orden (de todos los posibles) arbitrarios y que respeta los lineamientos de algún conjunto de normas, igualmente arbitrario. Sea esto, leyes que formuló el hombre para describir la Física, la Química, o los mandamientos de Dios. El orden natural es aquel que deriva "lógicamente" de un cierto conjunto de leyes (reales o ficticias, correctas o equivocadas). No descartemos el error. La Historia de la Ciencia se ha escrito en base a errores tanto como en base a aciertos. Estos son escalones y puertas, alternativas, pozos o cumbres. Meras circunstancias. Y encima, temporales. Válidas hasta que se reconoce la influencia de alguna otra variable ignorada o despreciada.

Pero si existe un orden, entonces existen múltiples órdenes, según cómo influencien los factores presentes o ausentes. Porque la ausencia de un factor, es también un factor.

Por ejemplo, la ausencia de una autoridad formal, posibilita varios órdenes: un líder de emergencia, un líder de conocimiento, un líder carismático, o por el contrario, una autoridad no personalista sino colectiva en una asamblea autoorganizativa, autogestiva. Voluntaria o impositiva.

Entonces, El Orden, pasa a ser uno de las tantas variantes de orden posibles.

El Caos, es precisamente el conjunto de órdenes alternativos al Orden instituido.

Como dicen Shona y Kate, el Caos ofrece múltiples opciones creativas, lábiles, temporarias, porque es tal la variedad de órdenes que responden a tal diversidad de variables que es, a priori, impensado el controlarlas. Pero necesariamente en el borde del caos, un orden se establecerá, un orden ganador en virtud del peso de las variables presentes y de su evolución en el tiempo.

Entonces, qué tiene de malo el caos.

Lo que tiene de malo el caos, es el desprestigio. Aquel que se encapricha con que las cosas deben ser de determinada forma, verá en el caos, en el conjunto de otros órdenes alternativos, una persistente tendencia a contradecirlo. Un indeseable el caos que se resiste a ser controlado.

En general si uno deja las cosas que evolucionen naturalmente, hay algunas tendencias que suelen repetirse.

¿Eso es caos?

Las personas que planifican intentan generar una situación artificial y asegurarse de que ocurran y prosperen los factores que lo hagan posible. No porque esa situación sea la mejor, sino porque es la esperada. Se sabe que si el sistema considerado evolucionara naturalmente a ese fin, no sería necesaria ninguna planificación. Por ejemplo, si deseo que un trozo de carne se pudra, no tengo que hacer nada, sólo esperar. Lo que tengo que hacer y mucho, es planificar la forma en que no se pudra. O que se pudra lo más tarde posible. Ahí tengo que hacer muchísimos esfuerzos.

¿No sería más económico aprovechar los otros órdenes naturales (caos) en aquello en que no reviste un interés especial, más que un cambio de planes tal vez, torcer su curso natural? ¿Y aprovechar esos esfuerzos  y recursos en cosas que valgan la pena?

La sociedad actual en cambio, considera que nada debe dejarse en manos de lo emergente. Todo debe ser planificado y encarrilado en caprichosos planes que casi siempre son incompletos y adolecen de un montón de fallas y faltas de previsión. ¿Para qué embarcarse en controlarlo todo? ¿Por qué no aprovechar el curso natural de las cosas siempre que sea posible?

Hay planes para controlar las situaciones más artificiales, como si fuera bueno ir contra la naturaleza permanentemente. Es un horror al Caos.

Es una falta de observación, además. No tenemos tiempo de observar cuál es el curso natural de los acontecimientos para dejar que transcurran y aprovechar sus corrientes y sus energías. Nutrirse de ellas. Antiguamente los sabios observaban. Y aprendían (mal o bien) de lo que ocurría naturalmente.

Hoy en día la incapacidad de observar genera un terror a la incertidumbre. Si no controlo esto no sé qué puede pasar.

¿Qué puede pasar si dejo de intervenir?

Hay un cuento de la dupla Bustos-Domeq (Bioy y Borges) que se llama "Las doce figuras del mundo". En él el protagonista es inducido a pensar que si comete un error en recitar los arquetipos de los signos zodiacales en orden, esa falta de orden producirá el caos y por ende la destrucción del mundo tal como se lo conoce, en forma inimaginable.

Es genial. Es sencillamente genial el retrato de la estupidez humana, de su presuntuosa confianza en su capacidad de determinar el curso de los hechos y de su rol en él. Y como corolario muestra qué contiene el caos, el supuesto caos. Entre otras cosas, un plan completamente ajeno a esas variables (las figuras del mundo), a ese modelo hecho a medida del zodíaco. Es genial por donde se lo lea.

Siempre hay un orden. El Caos no es la ausencia de orden sino la convivencia de todos los otros órdenes potenciales posibles. De todos ellos, unos pocos podrían prosperar.

Por eso, para volver a confiar en la potencia de los múltiples órdenes naturales, lo mejor es destruir todas las construcciones artificiales que intentan forzar las situaciones a un contra-orden. O sea, al único orden que no está contenido en la multitud del Caos.

Esto no quiere decir que no debamos tomar precauciones: el accidente, la muerte, la enfermedad son parte de algún orden. Uno de tantos en donde la persona no es el factor que sale mejor parado. La pretensión de que la persona debe ser el único beneficiado es también una derivación de este conjunto de leyes "naturales" no tan naturales. La ley que dice que el Hombre es el Rey de la Creación. Menuda patraña.

Obviamente si se trata de conservar la salud y la vida, habrá formas de intervenir en ese conjunto de posibilidades de modo de favorecer algún orden más benigno con la persona. Sembrar condiciones. Que no siempre debe ser lo mismo, ni tan intrusivo como suelen ser los protocolos estandarizados pensados para el peor caso, a fin de garantizarse una alta probabilidad de éxito.

Y esto no quiere decir que uno no deba tomar precauciones. Lo que quiero decir es que en el Caos no hay ausencia de orden.

Y lo que quiero decir es que no hay un tal fantasma llamado Caos. Hay un montón de realidades negadas que conforman el Caos. Hay un montón de posibilidades creativas e igualmente sanas y constructivas en ese potencial llamado Caos.

El Caos es el conjunto de alternativas para el que no tenemos respuesta, ante cuya ocurrencia no sabríamos que hacer. ESA incertidumbre. Simplemente eso.

Buenos días.


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