jueves, 13 de junio de 2013

Dinero sangriento.

La idea se me plantó delante con lo de los cedines (CEDIN=sucedáneo del dólar para blanquear dólares no declarados y depositados en el exterior, diseñado por el gobierno argentino). No es que esta idea fuera una recién llegada pero yo me había estado dando maña para no mirarla de frente. Pero con el tema de los cedines se me puso delante y no importa para dónde vire, ella da un paso al costado y se me pone de frente otra vez.

Primero me enteré que se había confirmado que se iban a poder comprar campos con los cedines. Lo que había escrito la vez pasada fue antes de eso pero casi anticipándome pensaba que los inversores en los próximos 90 días serían (mayormente, no todos, claro, pero la duda queda) personas ligadas a negocios que al menos yo repruebo aunque la Ley, esa ciega loca, evidentemente no y menos aun los funcionarios: narcotráfico, trata de personas, trabajo esclavo, explotación de distinto tipo. Yo pensaba "el gobierno va  a poner la mayoría de las casas, de los terrenos y de los campos en manos de delincuentes. Y el país entero en manos de estos PROPIETARIOS, ahora más que nunca, con sus derechos de RESTRICCIÓN, a controlar, ya sin pudores, al resto de la población". Mi compañero me recordó que los cedines y lo comprado con ello iban a ser prontamente liquidados porque la renta de las inversiones de bajo riesgo, es naturalmente baja, y los negocios fuera de la ley tienen una alta rentabilidad. Estamos hablando de "inversores de riesgo", gente sin escrúpulos, sin aversión al riesgo que no va "tomar los hábitos" por el perdón "divino-gubernamental".

Y este escurrirse rápidamente fue la semilla de la otra idea, mucho peor que la anterior. Una idea machaza, una matrona, que se invitó un par de horas más tarde.

Luego escuché que ya se había publicado la ley y yo pensaba: "la ley puede permitir el uso de los cedines pero yo no estoy obligada a aceptarlos". Porque yo me quedé inquieta con el tema. Esos cedines luego pasarán al mercado secundario a modo de cuasi-moneda, como los patacones y demás, muchos intentarán cancelar deudas diversas con ellos. Y en caso de transaccionar con una persona en posesión de cedines, yo me negaría a aceptarlos. Porque yo no sé si la operación que dio origen a esos cedines no involucró trata de personas o narcotráfico, esclavitud o tráfico de armas, no sé. No querría recibir cedines que blanquearon un lucro a costa de una mujer arrancada de su hogar para prostituirse o de un dealer que le quemó el cerebro a golpe de paco a pibes que tal vez ya murieron a manos de la  policía. No soporto pensar en eso. Pero todo atenta a que no pensemos en eso, a que ni lo consideremos.

No esta vez. No esta vez que la idea se me plantó delante y me miró fijo sin pronunciar palabra. Las fotos de Florencia Petracchi, de Marita Verón, de Soledad y tantas otras se me cruzan delante. Las fotos de los niños extraviados. La carita del nene de La Quema que se me plantó delante del auto hace dos días, con tres piedras en sus manos, a hacer malabarismos a modo de inocente amenaza.

Y hace un rato fue el recreo del desayuno de la facultad.

Mientras tomaba el té leí algunos párrafos de "Violencias de Estado" de Pilar Calveiro.

Hubo varias frases del texto que me impactaron, que cito a continuación:

Calveiro cita a Lowy: "En el curso de los debates que preceden a la decisión de lanzar la bomba, ciertos oficiales, como el General Marshall, mostraron sus reservas en la medida que defendían el antiguo código miliar, la concepción tradicional de la guerra que rechaza las masacres deliberadas de civiles. Al final, fueron vencidos por el punto de vista más moderno y quedaron fascinados por la novedad científica y técnica del arma atómica".

Luego dice: "El lanzamiento de la bomba fue más que un acto de guerra que buscaba la rendición del enemigo; marcó el inicio de la hegemonía estadounidense en Occidente. Una hegemonía violenta, tecnológica y racista, dispuesta a usar todos los recursos disponibles para asegurar el predominio de una nación. Los Estados Unidos recurrieron para ello a una violencia desconocida hasta entonces, que era a la vez la demostración de su superioridad militar y la determinación a utilizarla para asegurar su supremacía.En efecto, han sido, hasta el presente, el único país que hizo uso de su potencial nuclear."

Pocas líneas más adelante refuerza la idea de la matanza innecesaria y la plantea como técnica de terror:
"Hay que decir que el ataque sobre Hiroshima, siendo un acontecimiento completamente novedoso, condensó asimismo muchas de las características que habían estado presentes en las dos grandes guerras del siglo: la afectación indiscriminada de la población civil, las masacres tecnológicas, distantes, frías e innecesarias, y la preservación  de la fuerza militar a cualquier costo del oponente. Y sin embargo agregó algo nuevo: el horror de Hiroshima no reside sólo en las 200.000 víctimas -saldo terrible  y, a la vez, insignificante frente a la carnicería de la Segunda Guerra- sino que abrió la era de un nuevo terror: la posibilidad del holocausto nuclear."

Luego de destacar las dos grandes sorpresas que trajeron las guerras mundiales, señala el aspecto económico, y es aquí donde hace ancla mi pensamiento: "Sobre esta sucesión de terrores se estructuraron la Guerra Fría  y la llamada edad de oro del mundo occidental. No se puede considerar casual la expresión "holocausto nuclear" usada en la época; constituía sin duda un acto de memoria que vinculaba el intento de exterminio de un pueblo con las posibilidad de exterminio de la especie. terror que se mantuvo vigente a lo largo de los años del auge capitalista.
Sin embargo, la economía tuvo un desempeño satisfactorio. Los Estados Unidos habían crecido a un promedio del 10% anual durante la Segunda Guerra y no habían sufrido los daños sobre la población civil que sí sufrieron los países europeos. En consecuencia, el balance costo-beneficio arrojaba para ellos un saldo favorable (...)."

Ignorar las raíces de los hechos nos hace cómplices. Y la verdad, nadie quiere enterarse de que su comodidad es adquirida con la sangre de otros. Nadie quiere aceptarlo, se imputa a otro rubro. Negamos todo el tiempo la relación entre la violencia y el lucro y entre el lucro y el circunlante, ese mismo que usamos.  Un poco porque nos han convencido de que no hay salida y otro poco porque tendríamos que hacernos cargo... y es más fácil repetir que no hay salida, el cinismo del que habla Arturo Borra tan magistralmente.

Hubo una época en que las películas se encargaban de recordar que Ford había financiado a los nazis y que grandes empresas como Siemmens habían tenido campos de concentración. Y uno piensa en toda la gente que ha trabajado ahí y que trabaja o trabajará y que la riqueza que tienen esas empresas está manchada de sangre, porque esa riqueza se hizo, en el mejor de los casos, comprando el favor del Estado mediante la delación y en el peor, siendo el brazo ejecutor de las muertes que requería el Estado, ese gran Minotauro, como víctima propiciatoria.

Ese dinero fue renta para los directivos y sus familiares, quienes lo hicieron circular sin cuidado, en lujos, desgranándose en sueldos de jardineros, choferes, quienes a su vez lo derramaron a cantineros, diareros, verduleros, hasta colarse en la economía negra, o mejor dicho, la economía invisible, incluyendo tarde o temprano en una inusitada e ignorada complicidad a toda la sociedad.

Tal vez incluso pasó por las manos de algún hijo de algún prisionero que pereció en un campo de concentración. O sus nietos.

Ese dinero cuya constitución es sangre, extraída de la forma más vil, ese dinero, es que usamos para comer, para comprar nuestros alimentos, nuestra ropa y nuestra vivienda, para obsequiar a quienes amamos y para sentirnos más buenos ¡¡haciendo caridad!!

Esa riqueza amasada en carne humana, en campos de batalla, en campos de concentración, en poblaciones civiles cuyos ancianos, mujeres y niños perecieron por bombas nucleares o napalm desde tan lejos (descontando ya en este punto los negocios por fuera de ley que, circulando en la forma de donaciones, sueldos, bienes que usufructuamos comprados con dineros de los Estados, que los apropiaron mediante tributo de esas empresas cruelmente pragmáticas.

Todo el dinero está teñido de sangre. De grito y de dolor.

Ese papel ajado, maloliente y desteñido, tiene toda la carga de la crueldad y cinismos humanos en su máxima expresión.

Ese papel ajado nos compra y nos vende. Y no sólo eso, sino que también nos hace cómplices.

Buenos días.

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