miércoles, 28 de noviembre de 2012

Como los perritos de Pavlov.

Ayer, recorriendo los posters de Expoenseñanza en la UNDAV, vimos una de las experiencias compartidas de otra carrera, para la materia de "Metodología de la investigación sociocultural" o similar (creo que de la Lic. en Gestión Cultural), un trabajo propuesto a los estudiantes alrededor de dos citas, una de Ulrick Beck y otra de Zygmunt Bauman, dos sociológos que he tenido la ocasión de leer y que he "disfrutado".

Digo "vimos", porque estaba con un colega, matemático, docente de Análisis Matemático y de Informática y me comentaba que él había también leído varios sociólogos y en especial que admiraba mucho a Foucault.

Sin duda, creo que para muchos aficionados a la sociología como él y yo, hay un antes y un después de Foucault.

¿Cómo llegó a esa afición? Por legado familiar. Las profesiones de sus padres están muy emparentadas con la sociología. De hecho, él mismo había participado de una investigación acerca de los medios de dominación y manipulación y las nuevas formas de esclavitud, aceptadas socialemente pero no menos violentas. Dicha investigación había concluido en un artículo publicado por "La Ley", creo que en el 2006.

Entre las sorpresas agradables de ayer, ésta fue una de las más gratas. Encontrar una afinidad en alguien en quien no esperaba, me da siempre cierto alivio.

Pero todo esto viene a cuento de que ayer, cuando escuchábamos las historias de las distintas materias (la mayoría relacionadas con lo social) y a raíz de la conversación con mi colega en donde hablamos puntualmente de las nuevas modalidades de esclavitud, me volvió a la mente el 23/nov y el no-compres (acá el lunes 26 de nov, hubiera correspondido, a raíz del cyber-day).

Puntualmente me comentaba (y yo acuerdo totalmente) que el éxito de esta sofisticada forma de esclavitud reside en crear la ilusión de ser libre.

Crean para nosotros la ilusión de ser libres. Por eso nos sentimos casi ofendidos si alguien nos dice que somos esclavos.

Hoy la gente no cree que sea esclava porque le han creado la ilusión de ser libre.
Como en Matrix, como en La Isla, como en tantas películas que ilustran el mundo ilusorio en el que vivimos y morimos.

Y más precisamente es el consumo, el fin y el medio de la esclavitud. Mantenernos consumiendo como fin de la acumulación de poder económico y como medio, mediante la creación de esa ilusión de libertad. Libertad de consumir.

En "La Máquina del tiempo" de Wells, somos testigos de un futuro en donde la gente, adiestrada a obedecer a una sirena de guerra, se dirige voluntariamente a la gran "tolva humana" que convierte a los habitantes de ese futuro distópico en alimento voluntario de ciertos extraterrestres antropófagos que pacíficamente encuentran la forma de criar ganado humano. Manteniendo como ritual, el recurrir al refugio antiaéreo ante una ya desconocida pero ancestral amenaza de guerra. Como los perritos de Pavlov.

¿Acaso hoy no es lo mismo?

¿Acaso no concurrimos gozosos al shopping (ahora directamente a nuestra PC) a consumir y alimentar a esas grandes bestias que nos crean la ilusión de que necesitamos consumir y depredar la naturaleza para ejercer una falsa libertad, so amenaza de derrumbe del mundo conocido, libre, sin fronteras, si las empresas, nuestras proveedoras de felicidad sucumbieran ante una disminución o un no-crecimiento del consumo?

¿Acaso en Monsters Inc. y en Matrix, no es la energía humana, del letargo, del miedo o de la risa, el alimento a nuestros esclavizadores?

¿Y acaso no sale la industria del entretenimiento a auxiliar a toda esa trama a mantenernos distraidos para que no midamos las consecuencias, no descubramos qué hacemos cuando consumimos, en qué nos convertimos cuándo convertimos nuestra vida en tributo al consumo, cómo pasamos a depender de los objetos que nos rodean y cómo roban nuestro tiempo, en atenciones, reparaciones, y reemplazos?

Somos, entre otras cosas, esclavos de nuestras posesiones. Los objetos de los que nos rodeamos con la ilusión de que nos pertenecen, en realidad se han adueñado de nosotros, al punto de no saber qué hacer en su ausencia o su falta. Al punto de considerar un crimen ser expropiados de ellos, como si se tratara de una amputación o un atentado a nuestra integridad.

Había un viejo chiste que transcurría en una reunión de hombres y uno de ellos insistía ser libre "pese a ser casado" porque lavaba cuando quería, planchaba cuando quería, cocinaba cuando quería...

¿Acaso nosotros no nos creemos libres porque creemos que elegimos consumir...cuando queremos... con la salvedad de que nos estimulan a querer siempre ... como en el matrimonio del chiste? Como los perritos de Pavlov.

¿Y si no consumimos qué? Nos expropia la obsolescencia. Esta expropiación no la vivimos como criminal. Esta expropiación, de manos de los más ricos y poderosos no la vemos como un crimen. Sí la vemos como un crimen, si proviene de un raterito que nos aliviana de un celular que igualmente tendremos que descartar a lo sumo 6 meses más tarde.

La obsolescencia es esto: una expropiación legal. Bien vista. Estimulada y que cuenta con nuestra total colaboración.

No podemos no renovarnos porque dejamos de recibir soporte, dejamos de conseguir repuestos, o bien somos mal vistos o bien no queremos pasar por perdedores.

Estamos obligados a renovar nuestros consumos, a renovar nuestros incondicionales votos de consumo eterno. Nuestra ofrenda a la esclavitud cuasi religiosa moderna.

¿Libres? Como los perritos de Pavlov.
 
Buenos días.

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