lunes, 30 de junio de 2014

Jocotot I.

Jacques Ranciere escribió sobre Joseph Jocotot en su libro "El maestro ignorante".  Jacotot fue un maestro que vivió a principios del 1800 en Francia y que tuvo, en Holanda, una experiencia que lo asombró y lo obligó a replantearse su tradicional método "explicador". Describe su experiencia principalmente en su libro (Jocotot) "Lengua materna".

Yo sé que nadie va a leer esto completo porque es muy largo. Pero vaya un intento...

Empecemos por decir que son libros controvertidos (los de Jacotot y Ranciere) en muchos aspectos. Centralmente desarrollan el método de la enseñanza universal por el cual cualquiera puede enseñar lo que no sabe. Suena bizarro, pero hay que leer todas las justificaciones para salir con ganas de probarlo (y de hecho lo voy a hacer). Periféricamente desarrolla muchas otras cuestiones, incluso políticas.

Una de ellas es algo que roza el cinismo. De hecho así es como lo advierte el mismo Ranciere.

Antes que nada tengo que dar contexto a algunas expresiones que se usan en el libro. Jocotot dice (yo interpreto) que las inteligencias son iguales y que la desigualdad de los hombres sostenida por los distintos sistemas políticos y filosóficos (obviamente) provienen precisamente de la igualdad. Que los individuos poseen una inteligencia (igual) y una voluntad. Que ser razonable es meramente dominar la voluntad y que el aprendizaje es cuestión de atención y del ejercicio de la voluntad. La ignorancia y lo irracional es sólo producto de la pereza, o de la falta de oportunidad/necesidad de ejercer la voluntad y la atención, o bien de la distracción. Lo que dicen las personas no son verdades, nadie las tiene, los hombres sólo comunican sus saberes y sus emociones. Tienen una voluntad de comunicar y otros la voluntad de reconocer sus propias emociones y experiencias en lo que el otro dice. Eso es la comunicación, una cuestión de voluntades íntimas y en la confianza en que ambas voluntades pueden comunicarse porque son servidas por una inteligencia igual: la misma inteligencia del hombre que ha hecho construir el mundo y sus saberes como los conocemos. Todo lo que dice el hombre, entonces no son verdades sino "versiones", pura poética. Cualquier argumento, aun científicos son "poemas" para Jocotot. ¿Por qué? Porque él era maestro de retórica y él dice que todo hombre puede aprender remitiéndolo todo a sus propios saberes. Por eso cualquier material sirve para aprender. Sus "poemas" podrían ser los argumentos bien construidos, consecuentes, teoremas para otros, sistemas para algunos, pinturas o puentes. Todo está en todo. Pero él lo expresa en términos de poética y retórica.






Básicamente los principales términos que aplica son "emancipación", "atontamiento", "voluntad", "inteligencia", "razón", "poema".

Van algunos párrafos sueltos:

"Al contrario, el ciudadano, el habitante de la ficción política, es el hombre condenado al país de desigualdad. El hombre razonable ya sabe que no existe ciencia política, que no existe política de la verdad. La verdad no zanja ningún conflicto del espacio público. Sólo habla al hombre en la soledad de su conciencia. Se retira en cuanto estalla el conflicto entre dos conciencias. Quien espera encontrarla debe, en cualquier caso, saber que va sola y sin comitiva. Las opiniones políticas, en cambio, nunca dejan de darse la comitiva más imponente (...)"

"Al hombre razonable le queda pues someterse a la locura ciudadana esforzándose en guardar su razón. Los filósofos creen haber encontrado el medio: ¡Nada de obediencia pasiva, dicen, nada de deberes sin derechos! Pero eso es hablar distraídamente. No hay nada y nunca habrá nada en la idea de deber que implique la de derecho. Quién se aliena se aliena absolutamente. Y suponer una contrapartida es una pobre astucia de la vanidad que no tiene otro efecto que el de racionalizar la alienación, y así enredar mejor a aquel que pretende conservar su parte. El hombre razonable no caerá en estas trampas. Sabrá que el orden social no tiene nada mejor que ofrecerle que la superioridad del orden sobre el desorden. «Un orden cualquiera, con tal que no pueda ser perturbado, eso son las organizaciones sociales desde el principio del mundo.» El monopolio de la violencia legítima todavía es lo mejor que se ha encontrado para limitar la violencia y dejar para la razón los refugios dónde pueda ejercerse libremente. El hombre razonable no se considerará entonces por encima de las leyes. La superioridad que así se atribuiría a sí mismo lo haría caer en el mismo destino de esos superiores inferiores que constituyen la especie humana y mantienen su sinrazón. Considerará el orden social como un misterio situado por encima del poder de la razón, como la obra de una razón superior que impone el sacrificio parcial de la suya. Como ciudadano se someterá a lo que la sinrazón de los gobernadores pide, preocupándose tan sólo en adoptar las razones que ella da. No abdicará no obstante su razón. La remitirá a su primer principio. La voluntad razonable, lo vimos, es en primer lugar el arte de vencerse uno mismo. La razón se conservará fiel controlando su propio sacrificio. El hombre razonable será virtuoso. Alienará parcialmente su razón respecto al orden de la sinrazón para mantener este hogar de racionalidad que es la capacidad de vencerse uno mismo. Así la razón se guardará siempre un reducto inconquistable en el seno de la sinrazón."

"Como Bentham, Jacotot pone en el centro de su análisis la sinrazón de
las asambleas deliberantes."

"No existe lenguaje de la razón. Existe solamente un control de la
razón sobre la intención de hablar."

"La retórica, se dijo, tiene por principio la guerra. No se busca la comprensión, sino la destrucción de la voluntad adversa. La retórica es una palabra en rebeldía contra la condición poética del ser hablante. Habla para hacer callar."

"En general un pueblo se cree de buena fe superior a otro pueblo; y, por poco que las pasiones se mezclen, se enciende la guerra: se mata tanto como se puede, por una y otra parte, como se aplastan insectos. Cuanto más se mata, más glorioso se es."

"¿Se trata pues de hacer de la enseñanza universal una escuela de cinismo político, renovando los sofismas denunciados por Bentham? Quién quiere comprender esta lección del razonable desrazonante debe más bien acercarla a la del maestro ignorante. Se trata, en todo caso, de comprobar el poder de la razón, de observar lo que se puede hacer siempre con ella, lo que ella puede hacer para mantenerse activa en el centro mismo de la extrema sinrazón. El razonable desrazonante, encerrado en el círculo de la locura social, pone de manifiesto que la razón del individuo no deja nunca de ejercer su poder."

"Más peligrosa es la acción en estos lugares donde la autoridad debe aún establecerse en medio de las pasiones contradictorias: en las asambleas donde se delibera sobre la ley, en los tribunales donde se juzga su aplicación. Estos lugares presentan a la razón el mismo misterio ante el cual sólo hay que inclinarse. En medio del guirigay de las pasiones y de los sofismas de la sinrazón, la balanza se inclina, la ley hace oír su voz a la cual habrá que obedecer del mismo modo que a la del general. Pero este misterio pide al hombre razonable su participación. Invita a la razón no sólo sobre el único terreno del sacrificio sino sobre un terreno que le garantiza ser el suyo, el del razonamiento. Tan solo se trata de combatir, el hombre razonable lo sabe: sólo así prevalecen las leyes de la guerra. El éxito depende de la habilidad y la fuerza del combatiente, no de su razón. Y eso sucede porque la pasión es ahí la reina a través del arma de la retórica. La retórica, se sabe, no tiene nada que ver con la razón. "

"¿Para que sirve triunfar sobre el foro si se sabe, por otra parte, que nada puede cambiar el orden de las sociedades? ¿Para qué existen individuos razonables – o emancipados, como les quieran llamar– que salvan su vida y guardan su razón, si no pueden hacer nada para cambiar la sociedad y están reducidos a la triste ventaja de desrazonar mejor que los locos?"

"No puede haber ahí partido de emancipados, asamblea o sociedad emancipada. Pero todo hombre puede siempre, en cualquier momento, emanciparse y emancipar a otro, anunciar a los otros la buena nueva y aumentar el número de los hombres que se conocen como tales y ya no juegan más a la comedia de los superiores inferiores. Una sociedad, un pueblo, un Estado, serán siempre desrazonables. Pero se puede multiplicar el número de hombres que harán, como individuos, uso de la razón, y sabrán, como ciudadanos, encontrar el arte de desrazonar lo más razonablemente posible. Ya podemos decirlo, y hay que decirlo: «Si cada familia hiciese lo que digo, la nación estaría muy pronto emancipada, no por la emancipación que los sabios ofrecen, por sus explicaciones al alcance de las inteligencias del pueblo, sino por la emancipación que se toma, incluso contra los sabios, cuando uno se instruye por sí mismo.»"

"Ya que la instrucción es como la libertad: no se da, se toma. –"

"El atontamiento no es una superstición inveterada, es el pavor ante la libertad; la rutina no es ignorancia, es cobardía y orgullo de gentes que renuncian a su propia potencia por el único placer de constatar la impotencia del vecino. Basta con emancipar. "


Buenas tardes. 

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