viernes, 19 de julio de 2013

Fractura hidráulica, fracking o hidrofractura.

Ayer fui al Bauen a ver un documental sobre fractura hidráulica, también conocida como fracking o hidrofractura (Río Impetuoso de Matías Estévez). Se trata de un método (o tal vez un conjunto de métodos) para extraer petróleo o gas de la roca madre. Recibe también otros nombres. Luego los agregaré.

Yo había tenido noticias de esto el año pasado recién, cuando fui a una serie de conferencias sobre energías en la Biblioteca José Ingenieros. No pude concurrir a todas pero en una de ellas se habló de petróleo y las distintas formas de extracción. El conferencista mencionó que había un impacto ambiental poco conocido, no con respecto a l tipo sino estadísticamente respecto de magnitudes. Cuestiones tan diversas como filtraciones durante la perforación, filtraciones entre las capas por efecto de la explosión, contaminación de las napas de agua, filtraciones gaseosas, de distinta naturaleza, consumo excesivo de agua dulce, eliminación del agua de reflujo, completamente contaminada, sismos en zonas donde no había habido sismos anteriormente, etc.

También en aquella ocasión, se habló de que estaban ya haciendo pruebas en Entre Rios, una de las provincias cuya región norte se extiende sobre el final de uno de los acuíferos más grandes del mundo, el acuífero guaraní.

Cuando volví a casa busqué información adicional sobre fractura hidráulica, sobre los acuíferos y mi alarma aumentó.

Hace ya algunos meses, el Gobierno de mi país, comenzó a promocionar la explotación de petróleo de la zona de Vaca Muerta en Neuquén. Me alarmó que se estuviera extendiendo esta práctica en el país (en realidad Vaca Muerta es anterior a Entre Ríos, que todavía CREO, están haciéndose pruebas). Pocas semanas atrás escuché por los medios que el pueblo Mapuche estaba impulsando acciones para detener la explotación por medio de fractura hidráulica en su territorio.

Así que cuando me enteré del documental me pareció importante ir. Lo promocioné. Sin éxito, como siempre. Y fui a verlo. Igualmente en la sala había algo más de 100 personas y había gente de pie, agotados los asientos.

Pareciera que las cosas que para mí son importantes por la magnitud y diversidad de consecuencias que pueden acarrear a corto, mediano y largo plazo, en forma directa o indirecta, no le importa a nadie.

¿Sinceramente necesitamos el tipo de progreso que estamos fomentando? ¿No podemos prescindir de algunos lujos y replantearnos la idea de bienestar, que por otro lado es bastante irracional y dejar de impulsar ésta y otras prácticas, no sólo tecnológicas, sino de todo tipo, por el interés de unos pocos, que son quienes acumulan las ganancias de este tipo de iniciativas y se mantienen a salvo en territorio de privilegios, con la posibilidad de mudarse a voluntad cuando deseen?

Yo ayer mientras miraba el documental pensaba en un poema que escribí hace unas semanas: La misma suerte. Si hay algo que diferencia al burgués y al aspirante a burgués de los demás es el desarraigo y la inescrupulosidad. Si acá no se puede hacer, me voy. Si acá no se puede vivir más, me voy. Si es riesgoso, me voy. Nada me ata. Yo elijo, siempre elijo y no me importa qué o quiénes queden atrás.

Porque la realidad es que atrás siempre quedan tendales de secuelas, de víctimas, de consecuencias. Que los perpetradores no ven ni verán, ni se sentirán responsables.

El más pobre se siente parte de su territorio. Cuando yo discuto el patriotismo me refiero a esto. No tiene que ver con una bandera, tiene que ver con el territorio, el vecino, el amigo, el pariente, las anécdotas y el paisaje. ¿Qué territorio puede tener alguien que se va en la primera de cambio? ¿Qué vecino, qué amigos? No tiene historia.

Escuchaba a Cristina Lincopán hablando en la película y pocos meses después enfermó. Creo que fue a principios de año que falleció. Falleció con apenas 30 años. Había niños enfermos, ancianos enfermos. Animales enfermos, muriendo. Imágenes de los piletones que inescrupulosamente (como no podía ser de otra forma) se habían hecho a cielo abierto y sin ninguna preparación para evitar las filtraciones. El reflujo se almacenaba en los piletones contaminando la tierra y filtrando hacia las napas. El agua empezó a surgir aceitosa y combustible. Ante las protestas dejaron de volcar el reflujo en los piletones. Se llevaban el agua en los camiones y se sospecha que fueron descartándola en el camino extendiendo aún más la zona contaminada. Las imágenes también mostraban varias liebres muertas en los lechos barrosos de los piletones. Las cabras, enfermas, consumidas por el mismo pueblo que no puede ya expulsar a la empresa extractora, ni revertir la contaminación. Un pueblo que se resignó a morir a causa de los metales pesados y gases tóxicos porque se considera parte de su tierra.

Yo pienso que algunos de los ingenieros que fueron para la obra, se fueron satisfechos por una obra bien hecha, y otros con cola de paja por las decisiones deshonrosas que se tomaron (la falta de precauciones o los comportamientos dolosos). Pero se fueron. Ninguno vive allí, ninguno convivirá con las secuelas.

¿Con qué derecho invadimos el hogar de los otros y los sometemos al envenenamiento, a la indignidad del atropellamiento? ¿Para qué? ¿Para tener algún artículo más de plástico, algún lujo, algo de lo que haríamos bien en prescindir? ¿Para tener luz de día cuando es de noche y debiéramos estar durmiendo, también para nuestro beneficio? ¿Para sostener una serie de lujos que ni siquiera tiene que ver con el bienestar y finalmente descartar una miríada de objetos agravando aún más el primer daño, el extractivo, con el segundo daño, el del uso, y el tercer daño, el del descarte?

¿Qué clase de animal irracional somos? Predadores hasta la estupidez. Eso somos.

Buenas noches.

NOTA: el documental dura 50 minutos y se puede ver completo por Youtube en http://youtu.be/Ru9-pQVfGKo


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