jueves, 21 de febrero de 2013

Un escenario simple 2. Las necesidades.

De los comentarios de Jora surge que tal vez podría haber ampliaciones sobre algunos aspectos. Da para varios posts, éste sólo tratará del tema de las necesidades reales. Pero hay otros temas para abordar más adelante: el poder, la planificación participativa para la Economía, las naciones, la internacionalidad, un montón de cuestiones. Pero fundamentalmente, cómo actuar en caso de sequías, terremotos, sunamis, explosión de volcanes, inundaciones, epidemias, pandemias, tratamiento de residuos, ingeniería genética, diferencias culturales. Sería ingenuo pensar que un escenario simple como el del post anterior tiene resueltas todas las aristas posibles. 

No hay que olvidar que la creatividad humana hoy está acotada a aquellos temas que son de interés de quienes acumulan el capital y discrecionalmente lo dan como salario o donaciones privando a otros, interesados en desarrollar otros temas, negándoles el medio de sustento (no elegibles). ¿Se entiende? Hoy tanto las fundaciones, los organismos oficiales de investigación, los estados, se enfocan en ciertos temas y hacen pujar a todos los talentos dejando adentro a unos y afuera a otros. De no existir límites a la libertad y asegurando el sustento de todos, la creatividad se multiplicaría exponencialmente. Potencialmente no habría problema sin una solución (aunque no fuera la óptima, habría una solución aceptable), sin atender a la limitación que hoy implican los recursos dinero y tiempo (horario laboral).


Pero volvamos al tema que quería tratar en este post, el de las necesidades reales, ¿Por qué con Jora conversábamos (ver comentarios del post anterior) acerca de las necesidades reales y la obsolescencia programada?


Lo que yo le respondía a Jora, reafirmando sus conceptos, es que la necesidad de reemplazar artículos de uso tiene más que ver con una necesidad de las empresas que lograr una nueva venta que la caducidad real del producto porque haya dejado de satisfacer una necesidad. Es la publicidad y el marketing las disciplinas encargadas de crear en nosotros la necesidad del reemplazo. 


Esto no sólo ocurre con los productos y las empresas. Cuando nos vemos defendiendo argumentos políticos e ideológicos también somos víctimas de esta manipulación. ¿Alguien me puede explicar cuál es la necesidad real de condenar lo que una pareja de personas del mismo sexo desee hacer con sus vidas, cuando yo ni sé dónde viven ni qué hacen siquiera y tal vez jamás me los cruce en la vida? ¿O cuál es la necesidad de defender una situación ficticia, adoctrinada desde un catecismo, cuando es todas luces una patraña? Todo el tiempo hacemos eso. No estamos habituados a cuestionarnos la real necesidad de consumir, de reemplazar, de pensar, de decir, de opinar, de defender una idea o de condenarla. La mayoría de las veces nuestra vida no se desviará un grado de su camino.


Son distracciones.


Y son disciplinamientos.


Estamos disciplinados a decir y a bajar la cabeza ante unos: "¿cómo te vas  poner eso?", o "¿cómo te vas poner siempre lo mismo?". "Porque me encanta", no es un argumento válido. La mirada de descalificación opera, aunque una decida ponerse lo mismo siempre, una sale con la idea de estar desafiando el sentido común, la racionalidad que todos tienen menos uno. Como si fuera un capricho o una provocación. 


Y la realidad es que la provocación está en el otro al cuestionar mi gusto por ponerme la misma ropa (por ejemplo), siempre que pueda y desee. 


Del mismo modo, "pero ese celular es de la prehistoria", "¿no tenés internet en el celular?", "¿¿¿¡¡¡no tenés what's up!!!???


Dicen que ciertas lámparas (si bien su vida útil sigue una distribución gamma de probabilidad si mal no recuerdo, o sea que si supera un cierto valor de tiempo sin fallas, son casi eternas... bueh, en realidad creo que estoy mandando fruta) tuvieron que ser "saboteadas" porque sino no era rentable su fabricación. Las lámparas tienen componentes contaminantes. O sea que sobreproducimos lámparas y por ende contaminamos porque sí, sólo para que una empresa pueda seguir ganando plata. Porque sino tendríamos una lámpara durable pero, una vez quemada, ninguna más.


Suena compulsivo.


Es.


O sea, podríamos tener bienes que duraran más, menor supuesta variedad de productos iguales (como el caso de los yogures), con menor utilización de recursos naturales, menor tiempo de producción por ser menor cantidad, dedicando menor tiempo a su fabricación y elección. 


Trabajaríamos menos.


Si nos enfocáramos en lo que realmente necesitamos.


Zygmunt Bauman escribió mucho sobre el tema (y antes que yo, je!) y también habla, no sólo de la industria de los desperdicios y basuras, del reciclado, sino también de la obesidad: te hacen comer de todo, te hacen desear de todo y luego ocupás tu tiempo Y DINERO, (claro, siempre se trata de eso), en gimnasios, nutricionistas, planes de adelgazamientos, cirugías, liposucciones, mesoterapia, masajes, vendas frías, plataformas vibratorias, laxantes, diuréticos, anfetaminas, quemadores de grasa, pilates... para hacer desaparecer la abundante inversión anterior de sobrealimentación.


Es disparatado. 


Sumamente.


¿Es necesario hacernos todo ese daño y hacer ese daño a la naturaleza, depredándola, sólo para que otros, las empresas (porque la mayoría de nosotros somos meros RECURSOS de las empresas, un RECURSO NATURAL más -algo de eso hablé en otro post, también: Recursos Humanos-), decía, para que las empresas junten dinero en pala? Dinero que nos dosifican y mezquinan convenientemente a los empleados, productores y sociedad en inversiones apenas levemente paliativas del daño ocasionado al medio ambiente.


Nunca tuve tiempo de hacer la cuenta aunque sé que utilizar el lenguaje de la Macroeconomía, sería subastar mis argumentos al peor postor. Pero querría hacer el ejercicio de calcular el PBI mundial por rubro, versus un consumo promedio algo por encima del promedio realmente necesario y ver en cuánto supera la producción mundial en las necesidades reales.


Cuando digo "subastar mis argumentos al peor postor" quiero decir que el PBI es toda la producción de bienes y servicios pero valorizados en dinero y de por medio está la variable PRECIO que es lo que tergiversa todo este asunto de las necesidades. 


El precio, como alguna vez también rezongué, es una medida externa del costo de acceso a la satisfacción de una necesidad impuesta por alguien que no la tiene a alguien que sí la tiene. El precio es el que limita la satisfacción de las necesidades y a su vez, impone limitaciones al trueque. Es un disparate pensar que un techista pueda cobrarme en programas informáticos un trabajo que yo le pida. Tiene que ser la sociedad en su conjunto quien le retribuya con su sustento y bienestar completos por su trabajo, porque yo contribuyo a la sociedad con mi trabajo. Pero el precio hace que yo tenga que reservar el dinero que gané con mis programas informáticos o mis lecciones de la facultad y cuando lo tenga (o me financie), encare la reparación de mi techo que hoy en día sólo me protege del sol porque de la lluvia... por poner un desdichado ejemplo (es broma).


El post en que mencioné el tema de la obsolescencia programada fue "Como los perritos de Pavlov". En él me referí como "expropiación consentida" y la equiparaba con el hurto:

¿Y si no consumimos qué? Nos expropia la obsolescencia. Esta expropiación no la vivimos como criminal. Esta expropiación, de manos de los más ricos y poderosos no la vemos como un crimen. Sí la vemos como un crimen, si proviene de un raterito que nos aliviana de un celular que igualmente tendremos que descartar a lo sumo 6 meses más tarde.
La obsolescencia es esto: una expropiación legal. Bien vista. Estimulada y que cuenta con nuestra total colaboración.
No podemos no renovarnos porque dejamos de recibir soporte, dejamos de conseguir repuestos, o bien somos mal vistos o bien no queremos pasar por perdedores.
Estamos obligados a renovar nuestros consumos, a renovar nuestros incondicionales votos de consumo eterno. Nuestra ofrenda a la esclavitud cuasi religiosa moderna.

Volviendo al tema de la producción mundial. Ya hace 100 años más o menos Kropotkin calculaba a ojo de buen cubero que trabajando 5 horas diarias se podría producir abundantemente, bienes y servicios para abastecer a todas las personas. 


¡5 horas!


¿Y hoy con los avances tecnológicos que hay, aún siendo más? Sí, tendríamos que revisar las tecnologías y materias primas o insumos, y reemplazarlas por otras más benignas con el medio ambiente y las personas. Ya no estaríamos apremiados por el tiempo, de salir con un lanzamiento, de ganarle a la competencia, de colocar un producto en una cantidad de unidades que supera las necesidades sobrestimuladas o inventadas. Como sería el caso de que un perfume dure todo un día y usar para ellos hormonas animales, a los que se daña para un fin completamente superficial.

 ¿Pero cuál sería el problema de reconvertir la industria, si la misma sociedad, principal interesada, no tendría ya la presión de la rentabilidad para trabajar a conciencia en la adaptación de las tecnologías, sin límites a los cuidados hacia las personas, la naturaleza y el equilibrio ecológico?

¿Cuáles son las verdaderas necesidades? ¿Dónde quedaron? ¿Qué las tapa, las oculta? ¿Cómo tirar abajo a esas necesidades impostoras, verdaderos demonios, mucho más verdaderos que Satán y falazmente mucho menos temibles?

Buenos días.



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