viernes, 2 de diciembre de 2011

La cosificación del profesional 1.

El tema del "Trabajo" es muy sensible para mí. Ya he dicho por qué. Porque estamos obligados a dejar las mejores horas de los mejores días de nuestras vidas allí, con gente con la que tal vez no estableceríamos ningún tipo de vínculo, si no fuera por el trabajo.

Eso solo tiene tantas implicancias (que la gente decide ignorar) que es muy difícil no aparecer como un piedra en el zapato cuando me detengo sobre alguna.

La cosificación del profesional es una de ellas.

Lo primero que naturalizamos fue el lema de "y... te tenés que sabés vender". Ahí aparece el profesional-producto munido de una serie de capacidades y niveles de servicio.

Luego, incorporamos verbos como "mostrarse", "exponerse", "publicitarse" y conceptos como "marketing personal" e "imagen". Y ahí empezamos a obsesionarnos con la apariencia y el modo de parecer, en un grado que puede llegar a ser totalmente intrascendente para quien calcula un presupuesto o diseña tablas de un esquema de datos.

Pero como profesionales, como hacedores de un trabajo de calidad, de un servicio útil y gratificante, poco y nada.

Estándares... me dirán, metodologías, buenas prácticas, "certificaciones" (dejemos las certificaciones para otros posts, en el pasado). Es cierto, para la calidad existen estas categorías. Y yo soy la primera que defiende los estándares, las metodologías y las buenas prácticas, pero como guías. Jamás como receta. Si hay algo que no debe descuidar el profesional, es el uso concienzudo del juicio crítico.

Pero sobre todo, cuidar como una joya única, el propio sentido común.

El sentido común es algo que tenemos todos, pero el sentido común del profesional se construye con todos los conocimientos de su disciplina que ha logrado internalizar. No: "leído", "reproducido", "repetido", "replicado", "trasplantado", "adaptado a mansalva", "recortado". De ninguna manera. Ignorar qué hay detrás y debajo (como fundamentos o cimientos) de una buena práctica, una metodología o un estándar, debería ser considerado un "pecado capital" en la práctica profesional.

No debemos permitirnos tomar livianamente estas cosas e ignorar qué filosofía, qué espíritu subyace sobre ese conjunto de relaciones y restricciones que operan en las sombras de estas poderosísimas herramientas.

Maravillosas si somos capaces de comprenderlas en su espíritu y sus mañas.

Terroríficas si resultamos títeres involuntarios de sus caprichos.

Increíbles si las manejamos.

Desgraciadas si nos manejan.

Dejar entrar estos fundamentos en nuestro conocimiento alterará indefectiblemente nuestro sentido común porque (como ya he desarrollado demasiado en este blog), todos nuestros aprendizajes nos cambian. Nuestro sentido común ya no será el mismo. Por eso debemos ser cuidadosos. Principalmente porque hay muchas modas, sobre todo eclécticas, en donde todo vale, "combinemos esto con aquello otro que da un efecto impactante", diseñadas por inescrupulosos que no han cuidado de compatilizar fundamentos y supuestos. Y en un principio puede ser que pensemos que seguimos distinguiendo pero como cualquier aprendizaje te cambia, tarde o temprano terminamos perdiendo el timón de nuestros fundamentos y todos nos parece válido.

Mantener la salud de nuestros conocimientos nos asegura poder seguir conservando una mirada consistente sobre los problemas. Y justamente porque somos personas y no productos en serie, aplicaremos distintas tendencias, y formas de pensar y de desmarañar los problemas. Y eso es lo que nos hace únicos como profesionales: ser únicos como personas.

Y eso es lo que hace a los equipos, ricos, inconmensurablemente ricos.

Y eso es precisamente lo que perdemos cuando nos cosificamos.

Vendernos, ponernos en una vidriera y ser profesionales standard, formando equipos de repuestos profesionales-indistinguibles-fusibles no hará que aportemos algo creativo, sino ocasionalmente y por error.

Desarrollar un lenguaje de lugares comunes, de expresiones políticamente correctas, de respuestas que siempre calzan, de recetas exitosas, nos convierte en profesionales-productos, profesionales-fusibles, profesionales-en-serie. Y encaja a la perfección con el sistema que se esá imponiendo, es verdad, porque del otro lado también hay un profesional-producto con sus interfaces programadas para interpretar sólo ese tipo de mensajes.

Es todo un protocolo.

Y terminamos descuidando lo que trasmitimos porque cada vez se hace más omnipresente las voces que rezan: "Cuida tu lenguaje corporal", "no te cruces de brazos", "no ladees la cabeza", "no te apoyes en el respaldo", "no te inclines hacia atrás", "no te acerques mucho", "cuando pienses mirá para..."

¿¿¿Dónde, dónde??? ¡¡¡por Dios!!!

"¡No te rasques aunque te pique!", "no te remuevas en el asiento" (que tal vez no es por lo que se habla sino porque ya no sabés cómo colocarte para ser leído equívocamente). Todo será interpretado en tu contra con un diccionario que no te pertenece porque no pertenecía ni a tus padres ni a tus maestros y te restringe como un corset.

Nunca digas palabras negativas... perdón... siempre habla en sentido positivo, aporta, suma, construye. No disientas, aporta alternativas. Lima, pule, barniza.

Un lenguaje muy freaky. Repleto de lugares comunes, de frases, palabras y conceptos de moda que brillan certeramente en el ángulo mejor lustrado que podemos mostrar.

Pero antes (perdón si peco de antigua), antes los profesionales eran personas. Y las personas naturalmente vienen diseñadas con un montón de sorpresas. Antes, la empatía, la comprensión y la tolerancia hacían que una persona pudiera sentirse respetada, escuchada, tenida en cuenta con todas sus singularidades porque naturalmente surgía que era la apropiada para tal o cual cosa.

Me resisto a perder eso.

Me resisto a ser una profesional standard 10 en competencias A, B y C, 8 en competencias D y E, y 6 en competencias F, G y H, debiendo mejorar en estas últimas tres competencias... que no me interesan.

¿Quién me va tomar para que haga desde A hasta H, todo, y todo con el mismo nivel de excelencia? No es eficiente invertir vida en eso. En mi análisis de costo-beneficio personal y social me sale que hay profesionales excelentes en otras letras e incluso en otros alfabetos que también tienen derecho a vivir. Igual que yo.

Prefiero trabajo donde pueda ser Malva Gris, haga A, B y C, que es lo que hago mejor, y ocasionalmente colabore en D y E y pueda participar en equipos en los que haya excelentes F, G y H.

Y disfrutaré viendo qué bien vivimos todos.

Buenos días.




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