miércoles, 5 de diciembre de 2012

La eficiencia y sus falacias I.

Yo sé que lo que voy a decir suena retrógrado pero sólo desde la perspectiva desde la que hemos sido adoctrinados desde chicos. Porque desde chicos nos han enseñado que debíamos aspirar a la eficiencia.

Hay muchas definiciones de eficiencia pero yo comparto una de ellas. Empecemos por la eficacia. Eficacia es la capacidad de lograr una meta u obtener un resultado. O sea, eficaz es una acción que fue pensada para obtener un resultado y lo obtiene.

Eficiencia, en cambio, es un término cuyo significado familiar y profesional tiene distintos matices. La Real Academia la define como la capacidad de obtener los MEDIOS (alguien o algo) para obtener un resultado,

Sin embargo intuitivamente uno coincide con la definición que me enseñaron hace más de 15 años en la facu: eficiencia es eficacia con economía de medios. O sea, algo es eficiencia, si además de eficaz, lo hace con el mínimo de recursos. O sea optimizar el uso de recursos (materias primas, insumos, y otros recursos como los recursos "humanos", definición que me crispa un poco -hay un post sobre este tema-).

Parece muy buena la eficiencia. De hecho, si uno piensa en la "oficina sin papeles" (una de las metas que podríamos llamar eficientista de los '90), el hecho de evitar imprimir dismunuiría el consumo social de papel y esto implica un uso más racional de los recursos naturales como el forestal.

¿Pero por qué digo que hay falacias?

Porque el problema es que en ese recorte de costos, de materias primas, de insumos, de recursos humanos, hay consecuencias. En los '90 la mayoría de los monitores de PC eran aún de rayos catódicos, con las conocidas consecuencias para la salud que tenían, por ejemplo. Pero también el hecho de mostrar grandes cantidades de información por pantalla, en lugar del papel, representó un problema aún no superado: el hecho de tener a la vista una globalidad contextual no significante que en el cerebro humano opera como información de contexto no del conocimiento en sí, sino de un metaconocimiento, el de la búsqueda de información. O sea. en una pantalla pierdo referencias como el volumen de hojas que quedan a derecha e izquierda (información contextual), otros títulos, anotaciones en la hoja (fuera del foco de visión), ubicación en la hoja, "dibujo" o "diseño" del texto en la hoja. Todas ayudas visuales que hacen a la eficiencia de la búsqueda, ya no de la operación, sino de la herramienta de búsqueda contextual que opera intuitivamente cuando uno trabaja con un texto.

"Es cuestión de acostumbrarse". Sí, uno se acostumbra, pero sólo mediante la represión de ese mecanismo de búsqueda contextual, anulándolo, que es una amputación de la inteligencia. Porque cuando uno deja de usar un recurso natural del hombre por restricciones impuestas, es como perder un dedo o una mano: aunque ganemos una nueva capacidad que la reemplace, perdemos una capacidad en la que se apoyan otras que también perdemos, otras que no son inmediatamente identificables. No sólo eso, sino que además hay que aprender otra forma de hacer la cosas, con el esfuerzo y disposición que esto implica. Adenás de lo que representa siempre un cmabio.

Y hay además otras consecuencias. Por ejemplo, antes emitía un listado y podía prescindir de la computadora. Las que pueden entrar en "ahorro de energía". Algo que alguna vez escribí cuando escribía sobre teletrabajo es acerca de las emisiones de dióxido de carbono de las PCs, en realida de todo artefacto eléctrico, Pero también del consumo de electricidad para el funcionamiento de las PCs y el desgaste de las baterías (en caso de notebooks) u otras consecuencias en las que no se piensa. Jamás cuantificadas para comparar. Claro hay algunos de estos costos (como resistencia al cambio o la pérdida de la posibilidad de usar recursos contextuales) que no se encontró la forma de cuantificarlas con justicia. En parte porque hemos aprendido a ocultar y reprimir lo que nos produce ciertos cambios que ya ni nos atrevemos a pensar como arbitrarios.

Parece una pavada pero es un ejemplo de las consecuencias que se producen por cambiar una forma de hacer algo.

Pero ahora vayamos a un caso más general. Cuando yo analizamos cualquier actividad para hacerla más eficientes, eliminamos un montón de movimientos cuyas consecuencias no están bien evaluadas porque son meta-actividades, o sea actividades no específcas del tema que estamos analizando pero que, por el nivel en que se ubican, tienen consecuencias y que no se evalúan. Estas actividades que intuitivamente nuestro organismo por ejemplo, dedica al descanso o recuperación de energía, o al uso de recursos contextuales que de por sí tienden a utilizar el contexto como información relevante para la confección de heurísticas en forma intuitiva, cosa que impedimos tienen otros fines, aprendizajes más generales que colaboran pero que por ser tan intuitivos no se presentan en foco, sino ocultos. La charla, el contacto visual con el otro, el trato social, en algunos procedimientos administrativos que tienden a aislar para evitar distracciones por ejemplo. Es indiscutible que las operaciones riesgosas requieren atención y que una charla inoportuna puede colaborar en la ocurrencia de un accidente, sin embargo creo que esto se evita mejor de otras formas.

Lo social, como el contacto visual, la charla, proveen una gran cantidad de información contextual que el ser humano usa en forma inadvertida. Impedírselo es amputarlo en su actuar humano. El contacto social (que luego se valorara en distintas versiones del capital social, del capital humano y demás) provee además atajos y bienestar. El trato social relajado produce un bienestar. Bienestar que todo trabajador aprecia habida cuenta de la relevancia que ha tomado el tema de "clima laboral", vínculos, a los que las personas no renuncian si miramos la cantidad de salidas, asados, trucos, futbol u otras juntadas que se siguen organizando.

Por las personas aún no renuncian a disfrutar un poco la vida e intentan recuperar estos espacios perdidos.

Además, cuando hacemos actividades de optimización, tal como dice Michael Porter, trabajamos no sóolo eliminando tareas superfluas  sino también amputando los vínculos entre tareas, los generadores de costos llamados de "transacción", o sea aquellos en los que debemos incurrir para la realización de la tarea pero que no forma parte de ella, y cuya traza no queda incorporada en el producto o servicio. Esto produce una des-significación de la tarea. Recordemos Tiempos Modernos.

O sea, al recortar una tarea, eliminando información contextual, las ayudas de los vínculos y la identificación afectiva, actividades intuitivas no propias de la tarea, achicando el alcance de la tarea, aislando al individuo, reduciendo el significado de la tarea.

Esto es percibido por las personas como violencia. Eso que estudiamos, llamamos y reprimimos, estigmatizándolo, como "resistencia al cambio". Tal resistencia existe, sin duda, porque las personas acumulan un tesoro de prácticas (sociales, instrumentales, de placer) a lo largo de su vida, y en una actividad de optimización son despojadas, sus prácticas, desvaloradas, descalificadas. Como se estigmatiza a aquel que no quiere renunciar a este patrimonio personal, muchos deciden ponerse del lado del crítico, del profesional que optimiza, o bien simplemente renuncia a la lucha.

Esta renuncia, este descrédito, deja mella en la persona.

Pedimos gente creativa y proactiva pero censuramos las formas que las personas encuentran de hacer las cosas.

En este punto, si usted continuaba leyendo, estará pensando: "ah, qué ahora TAMPOCO se puede esperar que haga las cosas mejor?". Sin duda pero el sistema no está dispuesto a esperar que las personas hagan los cambios voluntariamente por comprensión o convencimiento, el único cambio que respeta a la personas. Amén de que la mayoría de las optimizaciones son caprichosas, infundadas y que conducen además a grandes males, como la eliminación de márgenes de adaptibilidad de las estructuras (principal daño de las reingenierías en los '90, además del daño social y anímico que produjeron sus despidos y reconversiones).

Estos son costos, porque la disconformidad, la desvalorización de quién cae en el descrédito disimulado o eufemísticamente "nombrados" de un modo positivo (ya escribiré sobre esto), produce una amputación en las personas. Un sometimiento. Y eso no se cuantifica. A la empresa no le importa porque no se traduce en dinero.

Entonces lo que hace la eficiencia o la optimización no es eliminar costos, sino transferirlos a un ámbito no cuantificable. Con lo que no tienen correlato monetario y produce la ilusión de que ha "desaparecido".

No ha desaparecido sino que ha ingresado en otra dimensión, mucho más dañina que la anterior pero forzadamente invisible por represión de la queja y descrédito de los quejosos.

Habrá una parte II porque aún quedaron cosas en el tintero, que considero importantes dentro de este tema. Sobre todo mostrar por qué considero que aunque parezca una exageración, para mí, no lo es.

Buenos días.

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