miércoles, 8 de enero de 2014

La buena excusa de la intolerancia.

En la editorial que cité en el post anterior se hablaba de la estigmatización de Roca fruto de la intolerancia.

Y es lo que siempre vuelve. La tolerancia como sinónimo de mansedumbre y la mansedumbre como valor cuando a la mansedumbre se llega (dicha sea la verdad) en función del castigo y la amenaza, naturalizadas. Es manso aquel que ha sido obligado a bajar la cabeza, que ha sigo obligado a resignarse. La primera reacción del niño es protestar, cuestionar. Y somos educados en la obediencia, a través de la vergüenza, el castigo, la humillación y las normas y ocupaciones inútiles. Y reforzado todo este mecanismo con los castigos aleccionadores, la señalación y la amenaza, la repetición de la humillación de otros como ejemplo. Eso es lo que produce mansedumbre. Cuando todas las barreras de la dignidad son derribadas, la persona se convierte en mansa. 

Y el manso es el tolerante, el que contemporiza. El que incorpora un miedo tan carnal que ya no lo reconoce y le cambia de nombre: tolerancia.

Esa es la tolerancia que la gente interpreta como tal. Hay otra que surge de reconocer al otro como un semejante. Semejante a nosotros en sus deseos y necesidades, sus gustos, sus preferencias, semejante a nosotros en su tendencia al bienestar y al reconocimiento. Semejante en sus derechos a gozar de su vida como ha elegido. Esa, esa es OTRA tolerancia.

Pero la tolerancia que nos enseñan en la escuela, la que promulgan los periodistas, la que se esgrime desde la defensa del statu quo, desde la diversidad de los pensamientos abusivos, de las ideologías crueles, segregadoras y disgregadora, esa, es la tolerancia de la mansedumbre. De la no reacción. Del dejar las cosas como están que así están bien. Del más vale malo conocido que bueno por conocer. De la intolerancia al error porque "ves lo que pasa cuando cuestionás?", del "te lo dije".

Entonces repreguntar, pedir una reparación, exigir un cambio más contemplativo hacia las necesidades comunes, reconocidas para todas las personas, esa, es intolerancia.

No cuestionar las decisiones de defensa de fronteras (que ninguna persona común necesita, nadie necesita una línea, un militar que le impida el paso, ninguna persona común lo necesita), las decisiones de defensa de los imperios, de las corporaciones del tipo que sean, de las intituciones del origen o la naturaleza que sea, eso está bien visto por aquellos que colocan la tolerancia en el lugar de la legitimación del abuso.

Intolerancia es entonces, la negación a sostener y convalidar los abusos. El tratar de cambiar el presente y reparar el pasado.

Intolerante es el que dice "ya basta con la complicidad".

Si sabemos que aquellos que perpetúan las decisiones sangrientas del pasado "no nos van a DAR PERMISO" de cuestionar nada. Si sabemos que nada que ponga en tela de juicio las fortunas de hoy y el prestigio de los nombres de alcurnia y trayectoria, va a ser permitido... ¿debemos ser tolerantes para que nada cambie y el poder continúe creciendo en las mismas inescrupulosas manos?

Buenos días.

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