jueves, 26 de diciembre de 2013

Buenos Aires sobrecalentada.

Lamento muchísimo la situación de los vecinos sin luz. No lo dije explícitamente, pero creo que está en la preocupación de todos, sobre todo de aquellos que han sufrido cortes prolongados en estos días, y sobre todo estos últimos días que han sido tan calurosos. Aquellas personas mayores, niños y quienes tienen su salud delicada, sufren en mayor medida la falta de electricidad. Probablemente estos cortes hayan dejando, además del vecino de Flores, algunas secuelas más, tal vez incluso alguna salud resentida que no contará en las estadísticas como directamente relacionada con los cortes. Y obviamente el agua, los edificios que no son grandes torres y de barrios más humildes, no cuentan con grupo electrógeno o sólo están para servicios básicos. Pero el resto de los edificios no tiene agua y tienen que subir y bajar escaleras con 10 baldes cargados o más para lo más básico.

Porque además del cambio climático, además de la tala indiscriminada que alteró el régimen de lluvias, además de la impermeabilización del suelo, además de los problemas de oferta o distribución de energía, hay otro factor: esta ciudad está sobrecalentada.

No sólo de ánimos, sino de artefactos.

Antes había un televisor por familia y una programación reducida, no había computadoras, ni tantos equipos de audio, ni tantos electrodomésticos, los teléfonos no eran inalámbricos y no se veían afectados por los cortes, los edificios eran más bajos y la gran mayoría no tenía ascensores, no había hipermercados con tanta iluminación y refrigeración. Los autos eran menos, mucho menos.

Todo esto que no existía es hoy un gran generador de calor. Cada artefacto es una estufa EN VERANO.

¿Sumamos a esto los acondicionadores de aire? ¿Las bombas de agua?

Todos los motores generan calor, mucho calor. La electrónica genera calor. Los procesadores de las compus y la tablets, los celulares, todo genera calor.

Antes había parques sin pavimentos, hoy los parques y las plazas tienen pavimentos o estructuras de hormigón, como la Plaza Aramburu.

Los edificios y el asfalto almacenan calor. Y lo irradia durante todo el día y toda la noche, sin agotarlo.

Los grandes shoppings, los grandes complejos de entretenimiento, con sus luces, sus heladeras y otros artefactos de sus patios de comida, la iluminación ornamental de los edificios. Todo eso genera calor, aunque sea luz fría, tubos fluorescentes o leds. Aunque sea minúscula la producción de calor, en el inmenso número, disparatado e irracional, también genera calor.

Y sólo por entretenimiento.

La luz del alumbrado público.

Cuando era chica, salía al patio y empezaba a contar estrellas y pronto ya no podía contarlas, se podía seguir el curso de la vía láctea, claramente por la densidad de estrellas. Hoy sólo en la ruta bien alejada de las ciudades puedo ver esa cantidad de estrellas. La ciudad está tan iluminada que los niños, si no han salido a la ruta o no han ido al planetario, no saben qué es una noche estrellada.

Eso y las luciérnagas entre las plantas del patio.

A pocas cuadras de mi casa, los vecinos de Juan B. Justo y Donato Alvarez esta mañana cortaban la avenida y por ende, el Metrobús. La esquina de Av. San Martín y Juan B. Justo, así como la múltiple esquina del Cid Campeador, tienen marcas de fuego, las calles de San Cristóbal están sembradas de basura y asfalto quemado, los cestos de basura faltan, usados como combustible.

Y los automovilistas embisten con sus fieras descontroladas a los transeúntes, en medio de la ira, cebados, cebadísimos, irracionales.

Unos contra otros, con sus rostros enfurecidos, ensoberbecidos por la omnipotencia de una fe excesiva en sí mismos, dueños de la verdad (entre otras cosas, la única verdad), sumidos en la autocomplacencia, centrados en sus fugaces y triviales necesidades.

Esto es la ciudad ahora. Esto somos. Y esto somos cada vez que encendemos un motor, una luz, y perdemos la calma con el vecino que ha sufrido 46 grados en la calle o 55 en su propia casa, de ventanas diminutas o mal distribuidas que dan a nauseabundos pozos de aire, hacinados entre sillones, mesas, sillas, muebles, home theaters, heladeras gigantescas, juegos, computadoras, máquinas de hacer ejercicio.


Igual nos podemos enojar pero no deberíamos perder la perspectiva.
El calentamiento global nos ha freido el cerebro y el alma.

Y nadie parece entender a nadie. La ciudad está sobrecalentada.

Buenas noches.

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