jueves, 11 de agosto de 2011

La infantilización del trabajo 3.

En el post anterior de esta serie (La infantilización del trabajo 2) mencioné la relación que existe entre la complejidad del proceso, la disminución de la visibilidad y la inseguridad que produce.

¿Es esto determinante?

Más o menos.

Por un lado las acciones individuales pueden tener un impacto en el todo. En general en las grandes empresas, se busca especialmente mitigar ese impacto, distribuyendo las responsabilidades entre todos los nodos de un circuito, por lo que una transacción de un operador, casi nunca es determinante. Sin embargo, las empresas hacen ingentes esfuerzos en crear una conciencia exagerada acerca de la relevancia de lo que no una en particular, sino cada una de todas las transacciones puede significar. Más que nada para cubrirse de la negligencia, aumentando la presión de una forma irracional.

La creación de conciencia sobre la importancia de las acciones individuales cuando promueve una mejor concentración por disminuir errores me parece bien. En la medida que todos cuidamos de no equivocarnos, la cantidad de errores disminuye y el todo se beneficia. En todo ámbito, incluso en el personal. Pero en particular en una empresa, los errores implican costos, costos de retrabajo, costos de control, tanto en recursos materiales como humanos (hh).

El problema es que cuando el error o la posibilidad de error se apropia de la persona y lo angustia, cuando distorsiona la importancia del propio papel en el todo (tanto exagerándola como minimizándola), se puede producir este proceso de infantilización.

Favorecido por empresas, jefes medios y altos.

Esto se agrava cuando se ha perdido la visibilidad del proceso y uno no sabe qué lugar ocupa en el circuito ni cuál es la importancia e impacto de un error.

Entonces nos encontramos con personas obsesionadas con centavos, o con detalles que nadie leerá ni controlará, con listados de 500 páginas que pasarán a juntar polvo, por las dudas. Si yo no lo veo, por lo menos que lo vea otro. Aunque, infantilmente, se sepa que algo cuyo riesgo no es notificado, o algo escondido en un informe de 500 páginas, no será descubierto hasta que sea demasiado tarde, cuando ya haya producido consecuencias.

Nadie busca en un informe de 500 páginas el autor de un éxito. Dejar por escrito, pero sin advertencia, es un mecanismo para quedar exento de responsabilidad en caso de problemas. Es la forma es fabricar co-responsables cuando uno no vio la gestación de un problema o cuando no tuvo las agallas de quedar como el mensajero de malas noticias.

Nadie, tampoco, está exento de que se le pase algo por alto. Y nadie está exento tampoco de interpretar mal los datos y no ver un problema o bien verlo donde no lo hay o es poco probable.

La infantilización en este caso está en un entorno que no permite distinguir la verdadera relevancia de un posible error, ni permite favorece que se conozca el contexto como para que un profesional o idóneo evalúe correctamente cuánto tiempo y detalle debería dedicar, graduar sus prioridades y poder postergar otras tareas en caso de requerir mayor atención. Y no favorece que las personas, adultamente, acepten que pueden caer en un error o en una omisión involuntarios o por no haber manejado bien la presión, sin que esto los descalifique profesionalmente.

Digo involuntarios porque si se trata de negligencia o indolencia la situación es otra. Hablo de personas profesionales o idóneas que cumplen cabalmente con su tarea. Es aquí donde se presentan la mayoría de estos conflictos. Los otros casos caen en otra categoría, no en ésta.

Yo puse "favorecido por empresas, jefes medios y altos". ¿Por qué, las personas que están al pie de la pirámide no tienen responsabilidad?

Tanto los médicos laborales como la literatura en esa misma línea coinciden en que la persona "trae" desde la casa, una tendencia a exagerar su propia necesidad de una respuesta a estos requerimientos exagerados (más adelante buscaré algunas citas al respecto). Es en la familia en donde se gestan los comportamientos de sumisión y acatamiento más allá del límite de lo razonable y que terminan manifestándose acentuadas en el ámbito laboral, en donde dejamos la mayoría de nuestras mejores horas de vigilia.

Sin embargo, en mi experiencia he visto otra situación más. He visto, sí, gente obsesionada con su trabajo o gente cuyas expectativas de éxito laboral superan a todas las demás. Pero también he conocido mucha gente que al inicio de su relación laboral ha tenido mejor balanceadas sus prioridades. Gente incluso que sabía dedicarse a lleno en el horario laboral pero que sabía cuándo cortar y cómo y dejar en el trabajo los problemas, conflictos, expectativas y frustraciones laborales. Pero bajo los efectos de la presión continua a lo largo de años, y merced a capacitaciones, normas, mensajes tipo propaganda de identificación con la empresa, premios y castigos, han llegado a confundirse experimentando distintos conflictos, algunos de resolución drástica.

Yo creo que la literatura de formación, a veces no lo suficientemente analizada, promueve un conjunto de herramientas que fomentan un vínculo poco sano. Por un lado se habla del "balance entre la vida laboral y personal", y se implementan actividades recreativas, se pagan gimnasios, se declaran "días libres de stress", se promueven "casual days", expresiones creativas, obsequios, entre otras medidas de reconocimiento, pero esto, en lugar de liberar a la persona, lo ata más, lo hace depender aún más de la salud del vínculo con la empresa en la que trabaja y de su vínculo con sus pares. No es inocente, existe la "Gestión del compromiso" y otras "gestiones" cuyo fin no confesado o cuya principal secuela, es el avance sobre las prioridades personales.


Buenos días.
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